RACHEL,
EL UNICORNIO
Para
P. Bordes
En el ensayo "El pudor de la
Historia", incluido en el libro Otras inquisiciones, Jorge Luis
Borges escribe con clarividencia asombrosa que, en abierto contraste con
aquel 20 de septiembre de 1792, en el que Goethe, al ver a las milicias
napoleónicas derrotar al ejército más importante de
Europa, dijera: "En este lugar y el día de hoy, se abre una época
en la historia del mundo y podemos decir que hemos asistido a su origen",
en nuestros días estas jornadas históricas se simulan o fabrican
"con acopio de previa propaganda y persistente publicidad". Es evidente
para los que vemos la televisión o leemos los periódicos,
que en esta guerra se manifiesta el deseo del presidente Bush de pasar
a la historia como un protagonista importante y que este deseo ha encontrado
su expresión en la propaganda y la publicidad. Los años dirán
si, como creemos muchos, pasará como el genocida inmoral, lerdo
e irritable que lanzó a su ejército a una guerra injusta
y cruel; o como cree él, en el papel del libertador del pueblo de
Irak. Continúa Borges, como si estuviera hoy entre nosotros: "Tales
jornadas, en las que se advierte el influjo de Cecil B. de Mille, tienen
menos relación con la historia que con el periodismo: yo he sospechado
que la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que sus
fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas.
Un prosista chino ha observado que el unicornio, en razón misma
de lo anómalo que es, ha de pasar inadvertido. Los ojos ven lo que
están habituados a ver."
De
acuerdo con este razonamiento formidable, hay algo en esta guerra, la más
obscenamente manoseada y al mismo tiempo la más censurada, que tal
vez escape a nuestra atención. Algo que, como el unicornio del que
habla el escritor chino, sea lo realmente extraordinario pero, por razón
de su rareza, pase inadvertido. Algo o alguien que se revele a lo largo
de lo años que vengan como el verdadero protagonista del cambio
histórico. Yo quiero pensar que ese unicornio son los pacifistas
que se han manifestado en el mundo contra la mentira y la violencia de
esta guerra que ya ha cobrado demasiadas víctimas. Es verdad que
no han pasado completamente inadvertidos: hace apenas unos días
leí con cierto estupor estas líneas: "Es indignante que a
buena parte de los intelectuales, ayer estalinistas, hoy pacifistas, que
se oponen a la guerra de Irak, les sean indiferentes los crímenes
de Hussein contra su propio pueblo, ampliamente documentados desde hace
décadas y que no admiten ninguna justificación. El pacifismo
a ultranza, como la voracidad belicista, nos parecen igualmente inaceptables"
(editorial de la revista Letras libres, abril 2003). ¿Qué
es el "pacifismo a ultranza"? Yo no sé. No sé, porque no
tengo idea de cuál orientación moral podría ser tan
reprobable como la "voracidad belicista". Por otra parte, José Stalin
murió en 1953, así que los "estalinistas de ayer y pacifistas
de hoy" han de ser gente mayor a la que ya le da flojera escribir, pues
no he leído ningún artículo en el que se justifiquen,
por ejemplo, la guerra contra Irán (auspiciada por Estados Unidos),
las matanzas de kurdos o la tortura de los disidentes del partido Baaz,
todos crímenes de Hussein. En las manifestaciones pacifistas, fuera
del mundo árabe, nadie lo defiende. Las víctimas, y en eso
coincidimos todos, hasta los dirigentes del Pentágono, son los habitantes
de Irak. Por supuesto que hay sectores en los países musulmanes
en los que Hussein, sobre todo recientemente y gracias a esta guerra, se
está convirtiendo en un héroe. Como dice Uri Avnery, el pacifista
israelí me temo que Avnery aceptaría la acusación
de ser un "pacifista a ultranza", ante esta invasión, un ataque
unilateral, sin la sanción de la onu, cada día que el gobierno
corrupto de Irak resista, será un día de propaganda invaluable
a su favor. Todo esto está sucediendo ante nuestros ojos.
En otro lugar, casi fuera de nuestro campo
visual, se levanta la figura solitaria y frágil de Rachel Corrie,
miembro de la organización International Solidarity Movement. Está
de pie frente a la casa del doctor palestino Samir Masri para impedir que
los bulldozers israelíes derriben la casa. Un bulldozer no se detuvo:
Rachel murió unas horas más tarde en el hospital al-Najar
en Gaza. Unos días después de su muerte, sus padres hicieron
pública una carta en la que ella decía: "esta es apenas la
punta del iceberg, hay mucho trabajo solidario por hacer [
] estoy aprendiendo
apenas, en lo que imagino será una experiencia muy intensa, que
la gente es capaz de organizarse aun con todo en contra, y de resistir
con todo en contra". Rachel Corrie, el unicornio. |