Valentina Rosendo Cantú: cuando la justicia militar es denegación de justicia

María del Carmen de Lara (*) -- Como muchas mujeres en nuestro país, Valentina tiene que recorrer enormes distancias para satisfacer sus necesidades más inmediatas; la falta de servicios básicos, como el agua entubada, la condena a larguísimas y muy duras jornadas de trabajo.
Originaria de uno de los tantos lugares abandonados del país 舒la zona entre la Costa Chica y la montaña de Guerrero舒, Valentina pertenece a la etnia tlapaneca, ubicada en una zona de difícil acceso a la que se llega después de trece horas a pie.
Como toda su comunidad, Valentina lleva una vida en la que se batalla diariamente para sobrevivir a enfermedades curables. De esa zona donde se iniciaron en los años ochenta las radios indígenas bilingües y nos permitieron escuchar la enorme creatividad de un pueblo que vive sequía y calor abrasador, de ahí es Valentina, quien el 16 de febrero de 2002 se encontró inerme frente a un pelotón del Ejercito Mexicano, y esa situación modificó violentamente el rumbo de su vida.
A partir de ese momento Valentina, que tiene 17 años, comparte el miedo de muchas mujeres 舒el miedo de las muertas de Juárez, el miedo de las mujeres indígenas de Chiapas, el miedo de Chenalhó, el miedo de siglos de ejercicio del poder arbitrario舒 a una costumbre que se ha mantenido y casi ha llegado a elevarse a la categoría de 舠ley de la naturaleza舡, porque es la ley del mas fuerte, la ley del que está armado, la ley del que experimenta en la diferencia corporal entre hombres y mujeres un sentimiento de poder, de posesión arbitraria con un componente de violencia, de tortura, porque es víctima de la imposición de un grupo de ocho soldados armados frente a una mujer que se arriesga a estar lejos de la comunidad por las condiciones precarias que padece.
Nos enseñaron de niñas que el ejército estaba para proteger a la Patria, para ayudar y aplicar planes de emergencia en poblaciones que habían sufrido alguna contingencia. El 68 cambió parte de ese discurso; desde entonces el Ejército Mexicano parece debatirse en dos niveles: el de la lealtad dentro de los límites de un Estado de derecho 舒a diferencia de lo que ha ocurrido en otros países de Latinoamérica, que han sido víctimas de incontables golpes de estado舒 en que su función es ayudar efectivamente a la población en casos de desastre; y el de la traición que se ejerce como crimen de lesa humanidad cuando algunos de sus miembros penetran en las poblaciones indígenas con diversos pretextos y ejercen la violencia como método de eliminación de la disidencia política, y constantemente el botín son las mujeres.
En 1990, México reformó el artículo 4º constitucional al incluir por primera vez a los pueblos indios en la Carta Magna. Con esta modificación se subraya la naturaleza pluricultural de la nación mexicana y se reconoce a los pueblos indios como la materia original de la misma; se establece además que la ley promoverá y asegurara el desarrollo de las lenguas indígenas y sus diferentes usos, y el acceso de los pueblos indios a la jurisdicción del estado... Esto implica que, por lo menos en el papel, Valentina tiene derecho a solicitar un juicio penal.
¿Van a solapar las autoridades militares a estos soldados prepotentes, violentos, que piensan que el cuerpo de una mujer es un objeto que puede ser vejado, atropellado impunemente?
¿Van a callar y hacerse cómplices de unos cuantos y a permitir que el odio de las mujeres y el temor crezca?
¿Por qué las autoridades militares no tratan a Valentina con justicia y dignidad?
¿Por qué no entregan a los responsables para un juicio civil?
Ellos saben perfectamente bien quiénes estaban ese día en el pelotón y pueden investigar cuál fue la responsabialidad de cada uno de esos soldados en el secuestro y violación de Valentina. Ellos saben que soldado la infecto del virus del Papiloma y tienen que responsabilizarse de los daños y gastos que esto ha causado.
Si no toman en cuenta a Valentina desde su propio punto de vista, desde lo que piensa y quiere para sí misma; si no reconocen que lo que está demandando es su derecho, reafirmarán el carácter sexista y racista de una política estatal de doble cara en que, por un lado, se celebra oficialmente el día de la mujer, pero por el otro se mantiene el silencio ante las violaciones y vejaciones en contra de las mujeres.
Valentina, a pesar de la angustia y el miedo al señalamiento, a pesar de que se han cometido otras violaciones de sus derechos, no ha perdido la dignidad. Está dispuesta a enfrentar una situación en la que continúa siendo la víctima.
¿Cuánto tiempo va a tener que vivir la pesadilla?
¿Por qué la justicia civil no se ha hecho cargo de su caso?
¿Por qué el ejército no retoma su papel de dignidad y entrega a los responsables a la justicia?
¿Por qué las mujeres en pleno siglo XXI tenemos que seguir luchando por el derecho a nuestros cuerpos?
Valentina Rosendo Cantú, originaria de Caxitepec y vecina de Barranca Bejuco, municipio de Acatepec, Guerrero, perteneciente a la etnia tlapaneca, de 17 años de edad, casada, de ocupación ama de casa, con instrucción primaria, fue víctima de violación sexual a manos de elementos del Ejército Mexicano. No podemos hacernos cómplices cuando ella rompió el silencio.
( *) Cineasta.


El texto anterior fue leído por su autora en la conferencia de prensa que el pasado día 17 de marzo, realizaron los centros de derechos humanos Miguel Agustín Pro Juárez, AC y de la Montaña Tlachinollan, AC, así como la Organización de Pueblos Mixtecos y Tlapanecos (OPMT), para denunciar la impunidad que protege a los violadores, no sólo de la propia Valentina Rosendo, quien estuvo presente en dicha conferencia, sino a otras mujeres indígenas tanto en Guerrero como en otras entidades del país, debido a la insistencia del gobierno mexicano de mantener en el fuero militar los casos de violaciones a los derechos humanos de civiles cometidos por militares, pese a que ya desde hace un par de años la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le recomendó -y ese documento ya le tocó recibirlo al gobierno del presidente Vicente Fox- que esas investigaciones sean realizadas por la justicia civil.
En la citada conferencia, participaron además Arturo Campos de la OPMT, Edgar Cortés y Mario Patrón, del Pro, organizaciónes que presentaron una declaración; Manuel Meza, del Tlachinollan, también leyó un texto, así como la actriz Julieta Egurrola. Los tres textos mencionados se presentan a continuación:

VALENTINA ROSENDO CANTÚ: HISTORIA DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

México, D.F., a 17 de marzo del 2003.

Guerrero vuelve a ser escenario de graves violaciones a los derechos humanos. Las mujeres indígenas sufren agresiones sexuales por quienes, bajo el argumento de la aplicación de la ley federal de armas y combate al narcotráfico, han sido asignados a los territorios indígenas del estado: los miembros del Ejército Mexicano. Bajo un contexto por demás complejo, de pobreza extrema, marginación, discriminación, violencia institucional por parte del Estado mexicano y la militarización de las comunidades indígenas de Guerrero, Valentina Rosendo Cantú, mujer indígena tlapaneca de 17 años de edad, originaria de la comunidad de Caxitepec, municipio de Acatepec, Guerrero y avecindada en el poblado de Barranca Bejuco 1 fue violada sexualmente y torturada por dos miembros del Ejército Mexicano del 41 Batallón de Infantería, en presencia de otros seis militares que se convirtieron en cómplices de estos hechos.
Aproximadamente a las 2 de la tarde del día 16 de febrero de 2002, cuando Valentina lavaba ropa en un arroyo ubicado a unos 200 metros de donde vive, salieron 8 soldados, acompañados de un civil al que traían amarrado. Dos de los soldados se acercaron a Valentina y los demás lo rodearon, quedando en medio con los 2 soldados, quienes enojados le preguntaron dónde estaban los encapuchados. Ella les respondió que no conocía a ninguno, por lo que un militar le apuntó con su arma amenazando con dispararle, mientras que el otro se encontraba a un lado. El militar que le apuntaba le preguntó si era de Barranca Bejuco, contestando negativamente. Otro militar le mostró una fotografía preguntándole si conocía a la persona que en ella aparecía, contestando que no; luego dicho militar sacó un papel con una lista de nombres de 11 personas, requiriéndole nuevamente que señalara si los conocía o no. Ella respondió nuevamente en sentido negativo.
Enseguida, el militar que le apuntaba con el arma le dio un culatazo en el estómago y por el golpe cayó al piso boca arriba sobre unas piedras, desmayándose al momento. En seguida recobró el conocimiento y se sentó en ese mismo lugar. Uno de los militares la tomó de los cabellos y de manera violenta le dijo "¿Cómo que no sabes, no eres de Barranca Bejuco?", contestándoles una vez más que no, que era de Caxitepec, que vivía en Barranca Bejuco pues apenas se había casado. Los 2 militares la rasguñaron en la cara, le quitaron la falda que traía puesta y la acostaron sobre el piso. Uno de ellos le abrió las piernas, se bajó el pantalón y la violó por un lapso de 5 a 6 minutos; al término del cual el otro militar hizo lo mismo. Los otros seis militares siendo cómplices observaban y continuaban rodeando a Valentina 2.
Una vez que los perpetradores terminaron de violentarla sexualmente Valentina pudo pararse y correr en tanto los castrenses la observaban burlonamente.
La violación sexual, los golpes, el maltrato, la amenaza y la intimidación, como una nueva modalidad de tortura, son uno de tantos métodos para investigar lo relativo a grupos armados, y someter a tratos crueles e inhumanos a personas como en el caso de Valentina.
Las violaciones a los derechos humanos proferidas en perjuicio de Valentina, no terminaron con la violación sexual y tortura a la que fue sometida, sino que también ha sido víctima de una historia de negación de justicia. Valentina, se atrevió a redignificarse y denunció los hechos ante el ministerio público del fuero común de Ayutla de los Libres, Guerrero. La Procuraduría del Estado tardó más de un mes en designar la Agencia del Ministerio Público que investigaría los hechos. Una vez que el Ministerio Público del Fuero común especializado en delitos sexuales y atención a víctimas de violencia intrafamiliar con sede en Tlapa, Guerrero, tenía en sus manos la investigación, el 15 de mayo del 2002, a petición del Subprocurador Barreto Sedeño, se declaró incompetente turnando la indagatoria a la Procuraduría de Justicia Militar, en donde simplemente los hechos no han sido investigados.
No es la primera vez que el Estado Mexicano utiliza la jurisdicción militar como herramienta de impunidad y encubrimiento. Recordemos la violación sexual que sufrieron Francisca Santos y Victoriana Vázquez y las ejecuciones de Evaristo Albino Tellez, Antonio Mendoza Olivero y Pedro Ramírez Santos, todos ellos pertenecientes a la comunidad mixteca de Barrio Nuevo San José, Guerrero, a manos de personal Castrense el 20 y 21 de abril de 1999, caso en el que la PGR declinó la competencia a favor de la Procuraduría Militar y a la fecha la investigación se encuentra cerrada; el caso de las hermanas tezeltales Ana, Beatriz y Celia González Pérez, quienes el 4 de junio de 1994, en un retén militar ubicado en el municipio de Altamirano, Chiapas, fueron privadas ilegalmente de su libertad y violadas sexualmente por personal castrense. El Ejército Mexicano evitó investigar los hechos, al grado de que las hermanas tzeltales tuvieron que acudir a la justicia internacional, por lo que la CIDH emitió el informe 11.565, en el que se da cuenta de la responsabilidad del Instituto Armado y por lo tanto del Estado Mexicano; o el caso de los campesinos ecologistas de Guerrero, RodolfoMontiel y Teodoro Cabrera, quienes el 2 de mayo de 1999, en la comunidad de Pizotla, Ajuchitlán del Progreso, Guerrero, fueron detenidos ilegalmente, incomunicados, trasladados inconstitucionalmente a Instalaciones militares y sometidos a tortura, por miembros del 40 Batallón de infantería y sin embargo la PGR se declaró incompetente para conocer de la denuncia presentada por los ecologistas en contra de la tortura a la que fueron sometidos, enviando el caso a la Procuraduría Militar en donde hasta la fecha el caso se encuentra en propuesta para cerrarse.
Existen pruebas que dan cuenta de los hechos denunciados por Valentina Rosendo Cantú, peritos médicos certificaron los agravios que sufrió; más aún, las secuelas médicas están perfectamente documentadas. La indígena tlapaneca tuvo que ser intervenida quirúrgicamente debido a que, con motivo de la violación sufrida, fue contagiada del virus del papiloma humano. Hasta la fecha se encuentra en tratamiento y seguimiento médico.
La denegación de justicia significa la prolongación del sufrimiento de la víctima, y la apuesta del Estado Mexicano al desgaste y al olvido de los hechos como ha pasado en otros casos similares. Se pretende entrampar el caso y garantizar la impunidad convirtiendo al Ministerio Público Militar en Juez y parte, pues justamente cuando a la institución acusada de delitos y de violaciones a los derechos humanos se le encarga la investigación y sanción de los hechos denunciados, se ve cuestionada su independencia e imparcialidad, más aún cuando en este caso, en concreto el 8 de marzo del 2002, la Secretaría de la Defensa Nacional emitió el boletín de prensa 025 en el que de antemano negaba los hechos denunciados por Valentina y señalaba que se trataba de una fabricación con motivo de los intereses que el Ejército había afectado en la región por la lucha en contra de la siembra de enervantes.
Cansada de esta historia de denegación de justicia, Valentina solicita al Estado una investigación independiente, imparcial y a cabalidad. Esta vez corresponde al Juez Quinto de Distrito "B" de Amparo en materia penal con residencia en el Distrito Federal, decidir el destino del caso. Se ha solicitado que declare incompetente al Ejército Mexicano para investigar este tipo de hechos y que sean justamente las autoridades civiles quienes lo hagan. Además, en ese mismo juicio de amparo se ha demandado al Presidente de la República, al Secretario de Relaciones Exteriores, al Secretario de Gobernación y al de la Defensa Nacional por el incumplimiento de recomendaciones internacionales emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los Relatores Especiales de las Naciones Unidas en los temas de Tortura y Ejecuciones Extrajudiciales, quienes han conminado al gobierno mexicano para que garantice que sean las autoridades del Fuero Civil las que investiguen las violaciones a los derechos humanos cometidas por elementos castrenses. La no implementación de estas recomendaciones tiene como consecuencia justamente el que siga existiendo denegación de justicia en casos como el presente.
Se espera que el amparo 246/2003, señalado en el párrafo anterior, se resuelva en las próximas tres semanas. El Poder Judicial de la Federación tiene la oportunidad de erigirse en un verdadero órgano de control constitucional y demostrar que es un poder independiente del Ejecutivo. De no ser así, estaríamos en presencia de un caso más que ante la denegación del derecho fundamental de acceder a la justicia, tendrá que acudir a la instancia internacional correspondiente, concretamente ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Organización de Pueblos Mixtecos y Tlapanecos
Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, AC
Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan AC

(1) El poblado se ubica en la región de la Costa Chica-Montaña, a más de 10 horas de camino de las cabeceras municipales de Acatepec y Ayutla de los Libres, Guerrero

Valentina y su dolor
Valentina y su valentía

Julieta Egurrola -- Valentina Rosendo Cantú fue víctima de violación tumultuaria. Con el apoyo de su esposo, de sus vecinos, de la Autoridad Indígena de la Barranca Bejuco, ha tenido la entereza de denunciar el crimen del que fue objeto.
En su nombre Valentina lleva la valentía que le ha permitido llegar hasta aquí. El dolor que ha dejado esta espantosa experiencia en Valentina es el dolor de millones de mujeres que como ella han sido agredidas. La mayoría de ellas no cuentan con el apoyo de quienes las rodean y no tienen los medios para denunciar. La mayoría de las mujeres que han sido víctimas de violación son además, castigadas, denigradas por su entorno, por haber sido objeto de ese abuso.
Estoy aquí, con Valentina, porque no podemos seguir callados ante tanta injusticia que vivimos en nuestro país. si su denuncia encuentra su curso legal y los culpables son castigados, empezaríamos a tener esperanza. Otras mujeres encontrarían razones para denunciar.
La violación es un crimen que da lugar a una cadena de abusos. El horror no acaba cuando acaba la violación, ahí empieza un infierno.
La violación de mujeres es práctica cotidiana en nuestro país, también lo es la impunidad de los agresores. Vivimos en una cultura misógina en la que ser mujer es una enorme desventaja, mucho más aún ser una mujer indígena, no hablar español, no ser comprendida en lo más elemental por quienes están encargados de aplicar la justicia.
Valentina fue violada por soldados del Ejército Mexicano, quienes se conducen hacia las mujeres indígenas como si fueran objetos de desechos. La enorme vulnerabilidad de las mujeres indígenas permite a estos soldados actuar sin castigo. Las autoridades militares saben de miles de casos como el de Valentina. Prometen hacer algo, lo cierto es que estos casos sistemáticamente se entierran en el silencio, el olvido.
El abuso del que fue víctima Valentina es la punta visible de una madeja de horrores que se viven en Guerrero y en otros estados de la República. Bajo el argumento de la lucha contra el narcotráfico y la aplicación de la Ley Federal de Armas de Fuego, el Ejército se aposta en comunidades indígenas, que se rigen por sus propias costumbres, que trabajan en terrenos comunales. Infinidad de pueblos indígenas son hostigados por contar con una organización. La presencia del Ejército es para ellos una gigantesca agresión en mucho sentidos.
La denuncia de Valentina nos ilustra el desgarramiento de estos grupos marginados desde hace siglos. Después de vencer el miedo Valentina denuncia. La investigación ha tardado, las autoridades pasan la responsabilidad de una a otra instancia, la empañan con argumentos absurdos, como aquel de que la denuncia es una argucia para desprestigiar las acciones gubernamentales en la batalla contra el narcotráfico. En esa lógica sugieren incluso que detrás de la denuncia está el interés por proteger el cultivo ilegal de estupefacientes.
Como buena citadina, habitante del Distrito Federal, mi contacto con los indígenas era lejano, como el de quien admira la belleza de una artesanía, sin conocer todo lo que padecen las manos que la han creado. Desde el lavantamiento de los zapatistas yo -como muchos otros miembros de la comunidad cultural, que no habíamos tenido contacto con la situación desesperada en la que viven miles de mexicanos-, me he ido acercando a un conocimiento cada vez mayor de esta realidad.
Pienso que el silencio, la inmovilidad, la apatía se vuelve una manera de ser cómplice del abuso. De alguna manera todos somos responsables. No todos podemos participar, apoyar estas causas del mismo modo. Pero sin duda todos podemos hacer algo para que esto cambie.
El dolor de Valentina es el dolor de todas las mujeres, de toda una sociedad enferma por el abuso de poder, la impunidad, la injusticia. Como mujer, como actriz, como madre, como ciudadana, denuncio este caso y exijo justicia.
Pido a los medios de comunicación darle la mayor difusión, la mayor importancia a este asunto que ha hecho suyo el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, los conmino a no conformarse con publicar una pequeña y arrinconada nota en la sección menos leída. A la sociedad civil le pido su solidaridad y a las autoridades les exijo que cumplan con su deber.
Yo soy hija de militar, mi padre era Almirante, Lorenzo Egurrola - egresado de la Heróica Escuela Naval "Antón Lizardo", piloto de la Armada de México. Pido a los militares que como mi padre tienen respeto por la vida, por la dignidad humana, que no se queden cruzados de brazos, que se castigue a los agresores de Valentina, quienes quizá ahora, mientras yo terminó de leer estas líneas, están violando a otra mujer.


VALENTINA ROSENDO: EL ROSTRO DE LA DIGNIDAD ME PHAA

Tlachinollan, AC -- Conforme a la costumbre del pueblo Me phaa, conocido popularmente con el nombre de Tlapanecos, Valentina Rosendo cuando era niña, sus padres la presentaron ante 舠el que le reza al temazcal舡 para pedirle a 舠koaya舡 (La Diosa del Temazcal) que la purificara y la cuidara de todo mal y de toda enfermedad. Con gran devoción y empeño la bañaron junto con su madre dentro del temazcal para purificarlas y evitar cualquier daño o dolor en el cuerpo y en el espíritu. El temazcal como síntesis del microcosmos tlapaneco es el rito de paso que incorpora a los niños y niñas a la familia como nuevos miembros del linaje que se dicen ser hijos del sol y de la luna.
En su niñez aprendió de su madre el respeto que se debe guardar a koaya (La Diosa del Temazcal) porque ahí brota la vida y florecen los nuevos frutos del pueblo Me phaa. Valentina aprendió a respetar a los rezanderos porque son los que devuelven la salud y los que suben a los cerros para pedir el agua y garantizar una buena cosecha de maíz.
A los siete años junto con su madre aprendió a moler y hacer el atole, mientras sus hermanos salían a trabajar en el tlacolol y a padecer los grandes estragos y sufrimientos de sembrar con 舠espeque舡 y cubrir la semilla de maíz con sus pies desnudos, para acariciar a lo largo de seis meses el fruto nuevo y fresco del jilote.
Antes de conocer a su esposo Fidel Bernardino sus futuros suegros planearon con el 舠embajador舡 (el que tiene el don de la palabra) para realizar el ritual de 舠el concierto舡, es la fiesta del encuentro entre los padres de Fidel Bernardino con los padres de Valentina, donde comparten comida y aguardiente. En este concierto prevalece la palabra florida, el respeto y la alegría. Un encuentro regido por las reglas de la armonía y de la calidez familiar.
Este arreglo culmina con la quema de leña (el nakhaa ixe), es decir, el ritual del matrimonio tlapaneco donde la lumbre simboliza la pareja mítica que transforma la naturaleza en cultura, que da la salud a los hijos, que da de comer a todos los que trabajan la tierra. Es la fiesta frente al fogón y en torno a él se reúnen los suegros, los futuros esposos, los hermanos, los tíos y los sobrinos para honrar su presencia, para recordar que gracias a esta deidad la lluvia no hace daño, la comida adquiere sabor y le hace mucho bien al cuerpo. En torno a la lumbre se libran las enfermedades y se protege a la familia del frío que llega a calar hondo en la montaña sumida en el olvido.
El mito de la deidad de la lumbre nos dice que es la mujer la que mantiene siempre viva la llama de la cultura, la que está al cuidado de los hijos, la que susurra las primeras palabras de la lengua que da identidad, la que trasmite los saberes étnicos con su práctica ascética en de los quehaceres domésticos, de los trabajos del huerto y de la milpa; es la memoria viva y creativa de la colectividad, la que acurruca y carga en sus espaldas la vida de las nuevas generaciones; la silenciosa y fiel acompañante en las luchas por la tierra y la justicia, por la que muchos de sus hijos y esposos han muerto. Es el rostro valiente de la resistencia, la fuerza, el valor, el honor, la rebeldía y la dignidad.
La lumbre es también el hombre que acompaña a la mujer a lo largo del día y en la noche vigila y protege a sus hijos de las amenazas externas. La chispa que se esparce en la madrugada en el fogón de la casa es la señal de buen augurio, de que el hombre ha regresado a casa sin malas noticias y que la comunidad inicia un nuevo día en orden y en armonía.
El día 16 de febrero de 2002 la chispa del fogón se espació por la casa augurando una mala señal en la comunidad de Barranca Bejuco. Por la tarde Valentina Rosendo que lavaba su ropa en el arroyo fue interrogada y violada por dos miembros del ejército. La rodearon y apuntándole con las armas le exigían que confesara quiénes de su comunidad son encapuchados y quiénes son narcotraficantes. Por su silencio la ofendieron, la golpearon, la sometieron y la ultrajaron cobardemente.
Para el aparato represor y etnocida del estado, los códigos de las culturas indígenas son interpretados como códigos de la conspiración y de la traición. El analfabetismo funcional de quienes reprimen a las comunidades indígenas ha devastado impunemente la cultura y la armonía comunitaria, ha mancillado la dignidad de sus miembros y ha desacralizando su cosmovisión y su ethos cultural.
La fuerza del estado se especializa en agredir y lastimar la vida de las personas más vulnerables. Concentra su fuerza y su instinto destructor en la expresión más bella y tierna de la comunidad. Se abalanza como una fiera para mancillar la sacralidad de una mujer y para borrar de su memoria su fidelidad a la comunidad y su honorabilidad como mujer Me phaa.
La agresión sexual contra Valentina en el código de la guerra de baja intensidad, puesta en marcha en el municipio indígena de Ayutla Guerrero es la lección fría y calculadora del agresor que busca humillar y mofarse de la comunidad. Encuentra en una de sus mujeres la clave para agredir a la comunidad y busca envenenar las relaciones conyugales, intrafamiliares y comunitarias. Hay la intención perversa de denigrar a las mujeres para generar caos en la comunidad y sentimientos encontrados que buscan fragmentar a la comunidad.
Valentina, siendo fiel a su nombre, nunca guardó silencio ni se sometió a la barbarie del agresor, se levantó y corrió en busca de su esposo, de su familia y de las autoridades locales para gritar su dolor y su coraje, para señalar a los responsables de la agresión, para decidirse a denunciar estas graves violaciones a sus derechos humanos, para encarar a las autoridades civiles y militares, y exigir con la frente en alto ¡justicia!, que hasta la fecha es una falacia y un camino escabroso que ha puesto en riesgo su integridad física y psicológica y la tranquilidad de la comunidad.
La niña amada de la comunidad, madre de una hija a sus diecisiete años, que fue reconfortada en el temazcal y protegida por la deidad de la lumbre se topó en el arroyo de Barranca Bejuco con la fuerza represora del ejército para mancillar su vida y agredir a su comunidad. Ya nada es igual, pero a pesar de todo Valentina es el emblema de la dignidad y el honor del pueblo Me phaa.
Es un ejemplo más de las grandes mujeres que han enfrentado con honor la infamia perpetrada por miembros del ejército, para que la justicia entre los pueblos indígenas sea el pilar de la democracia y de la paz tan ausente en el estado de Guerrero.


Tlapa Gro. A 17 de marzo de 2003