Hacia el nuevo orden mundial estadunidense

La guerra imperialista contra Irak, la muerte de la ONU y los límites del pacifismo

* La contienda arrasará con las libertades públicas y conquistas sociales de los trabajadores estadunidenses

Olga Viglieca -- Bush, Blair y Aznar están en guerra contra los iraquíes. Pero la magnitud de esa masacre 舑a la que hipócritamente se critica por 舠estar fuera de la legalidad internacional舡-- no alcanza a disimular que no es la única guerra que están librando. Quien lo dude -porque no está en las calles舒 puede prender la televisión y verá policías apaleando gentes de todas las lenguas por oponerse a la política de exterminio del triunvirato.
Los propósitos del imperialismo en Medio Oriente han sido inocultables hasta para los propagandistas de la CNN y la BBC, entre otras razones porque no es la discreción una característica del nuevo Hitler angloparlante, ni la de su gabinete: el vicepresidente y empresario petrolero Dick Cheney ha dicho sin remilgos que uno de los objetivos de la guerra es rediseñar, a sangre y fuego, el mapa de Medio Oriente. La lista de enemigos del Bien es sólo parcialmente pública: Irán, Palestina, Corea son explícitos ¿En qué orden seguirán Colombia, Venezuela, la valiosa reserva acuífera llamada Triple Frontera entre Paraguay, Brasil y la Argentina? Si ese mapa un día malhadado se traza, la feroz, retrógada y fielmente pronorteamericana monarquía saudí, ¿no verá también terminado su monopolio sobre el petróleo?
Los escuderos del Bien nos tienen reservada una catástrofe democrática en el sentido de que nadie saldrá indemne, ni siquiera el pueblo de los vencedores: para fines de la década, el déficit fiscal de Estados Unidos superará el 10 por ciento de su Producto Interno Bruto. 舠La Casa Blanca está asumiendo implícitamente que el resto del mundo pagará una parte sustancial de la cuenta舡 (Financial Times, 25-2). Seguramente la 舠estrategia financiera de la guerra舡 será pagada por todos nosotros pero también arrasará con todas las conquistas sociales de los trabajadores estadunidenses. Han comenzado con sus libertades públicas: a las listas negras de intelectuales, académicos, artistas, se suma la golpiza descarada de los manifestantes y una legislación antiterrorista que obliga a que 舑en el país de los derechos del consumidor-- hasta las librerías den el nombre de quienes compran libros 舠inconvenientes舡, si el Estado se los pide. La situación de los prisioneros --¿detenidos, desaparecidos?-- de Guantánamo es un espejo en el que los estadounidenses harían bien en empezar a mirarse.
舠La guerra de Irak es sólo la primera de una larga serie de guerras y choques internacionales que tienen como objetivo no sólo rediseñar el mapa de Medio Oriente sino, además, establecer lo que los funcionarios de Washington llaman 舖nuevo orden mundial norteamericano舗, en detrimento de Europa, Japón, Rusia, China y todo el Tercer Mundo. Por esta vía el imperialismo estadunidense busca una salida a la crisis que se viene arrastrando desde hace 30 años y que se ha agravado espectacularmente con la caída de las bolsas, la quiebra de grandes grupos capitalistas y la amenaza de una deflación mundial舡, opina el experto Luis Oviedo. La euforia de las empresas petroleras y de las bolsas del mundo crece o se atenúa al compás de los éxitos o reveses de la guerra. Digámoslo más claro: al compás del recuento diario de cadáveres, diferenciados por su vestimenta.
El choque de intereses entre la troika invasora y sus socios de antes de ayer, sin embargo, no salvó a los iraquíes que, a mi juicio, han sido entregados en dos tiempos: las Naciones Unidas, Chirac, Schroëder, hicieron el primer tramo del trabajo forzando su desarme para poner al país 舠bajo control internacional舡. Las bombas llegaron después. La muerte de las Naciones Unidas no se produce por la desobediencia de Bush a la legislación internacional de la posguerra, se produce por exceso de genuflexión a los intereses económicos y geopolíticos estadunidenses, una genuflexión que 舑desde luego舒no empieza en la Primera Guerra del Golfo pero que en la última década alcanzó sus cotas más escandalosas y tuvo una víctima privilegiada: Palestina. No se podía esperar otra cosa, allí se sientan representantes de los gobiernos que padecemos cada uno y cada una de nosotros día a día. El carácter reaccionario de las Naciones Unidas coincide con la fecha de su fundación y sólo ha cambiado de grado. Que nada se puede esperar de ella es una primera lección, para mí indispensable, de sacar.
La segunda lección fue de aprendizaje rápido y alude a los dulces vientos de la Tercera Vía. Kilómetros de palabras escritas sobre el nuevo capitalismo de rostro humano se vuelven ridículas ante el desempeño de Blair, de Jospin, del Olivo, de los socialistas españoles (que están en contra de la invasión pero prefieren que Aznar termine su mandato antes de que los airados españoles lo tumben al grito de dimisión). El capitalismo de rostro humano no existe, y detrás de la estampa culta y gentil de sus voceros europeos aparece, invariablemente, el rostro refinado del 舠Dorian舡 Blair.
La tercera viene de la mano de la tragedia del pueblo kurdo, traicionado mil veces por los ingleses. No se debe olvidar que el primero en gasear a los kurdos no fue Saddam (ante las impertérritas tropas aliadas que observaron su martirio desde Kuwait, algo así como la vereda de enfrente) sino el ultrademocrático Sir Winston Churchill, cuando los kurdos se rebelaron contra el Tratado de Lausana, que dividió el Kurdistán entre Turquía, Irak e Irán (舠Cómo fue dibujado el mapa de Medio Oriente舡, David Fromkin). La sumisión de los kurdos iraquíes a las fuerzas norteamericanas va de la mano de un sueño: ser recompensados con un Estado nacional, promesa de la que Bush ya se desdijo. Aunque la cumpliera, la mera posibilidad de la construcción de un Estado Kurdo apoyado en los tanques norteamericanos y cimentado sobre la sangre iraquí permite prenunciar su destino y actualizar la mirada sobre el origen de un Estado construido sobre bases similares: el Estado de Israel. Los derechos nacionales de los pueblos no pueden levantarse sobre la opresión de otros pueblos. El legítimo derecho a la identidad nacional sólo perderá su carácter beligerante el día en que el capitalismo sea sustituido por un sistema social y económico que garantice la igualdad entre los pueblos. Una experiencia que, de más está decirlo, la humanidad aún no ha atravesado y que de ningún modo fue la del llamado 舠socialismo real舡.
Y entonces ¿qué hacer? Millones en el mundo salen a las calles ¿por la paz? En mi opinión, al fascismo no se lo discute y no hay ninguna paz que me consuele ni imagine duradera si no implica una derrota de los objetivos políticos, económicos y militares de los dueños del mundo. Dicho así, parece que propusiera una batalla entre David y Goliat, y algo de eso tiene. No estoy a favor de una paz a cualquier precio en Irak. No me representa el pacifismo a cualquier precio. Estuve a favor de la paz hasta que cayó la primera bomba sobre Bagdad. Hoy estoy por la derrota de sus invasores. A miles de kilómetros de los sedientos de Basora, eso implica luchar por la derrota de los cómplices que una tiene más cerca. Los que nos reprimen en las calles. Los que han permitido con más o menos displicencia que el mundo se asome a la barbarie, aunque ahora se finjan condolidos.
Cuando quiero darme fuerzas, traigo a mi memoria los fotogramas de una película genial de Margaret Von Trotta. Es esa escena en la que Rosa Luxemburgo, pequeña, coja, desciende las escalinatas majestuosas del Reichstadt y da la espalda a los traidores del Partido Socialdemócrata, que acaban de aprobar el financiamiento para que Alemania entre en la Primera Guerra. Esa mujer no creía en la paz. Creía que había que levantarse contra los guerreros. Iba en busca de un nuevo mundo. Casi un siglo después, yo la tomo del brazo. Voy con ella.