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A 65 años
de su edición
Tres Guineas, de Virginia Woolf, vigente análisis sobre la viril
cultura de la guerra
Nada cambiarán las mujeres en el mundo público si se dejan
sobornar para entrar en el cautiverio, advertía
Ximena Bedregal -- En 1935 la escritora feminista inglesa
Virginia Woolf recibe una carta de un prominente señor que no quería
las guerras. (La civil española, en curso; y la segunda mundial
ya en puertas). En esa carta le pide tres cosas y le hace una pregunta.
La primera solicitud es firmar una carta dirigida a los periódicos,
la segunda es ingresar a cierta sociedad antibélica y la tercera
es contribuir con fondos para dicha sociedad. La pregunta que le hace
es ¿cómo cree usted, en su opinión, que se podría
parar la guerra?.
Virginia califica la carta como 舠notable, quizá la única
en la historia de la correspondencia舡, ya que 舠¿Cuándo
se ha dado el caso que un hombre culto 舑próspero abogado,
con las sienes ya un tanto grises- pregunte a una mujer cuál es
la manera, en su opinión, de parar la guerra?舡.
Responder a la misiva le llevó a la autora tres años de
su vida y no porque hubiera sido lenta para escribir o pensar sino porque
la Woolf, absolutamente conciente de su ser mujer, se para en y desde
ese lugar para pensar, investigar y elaborar una respuesta en profundidad
que le llevó más de mil cuartillas a máquina y que
hoy se conoce como el libro Tres Guineas.
Este es un documento extraordinario que a pesar de sus 65 años
(se publicó por primera vez en 1938) mantiene no sólo una
absoluta actualidad interpretativa sobre la relación entre masculinidad,
autoritarismo y guerra (cultura de la guerra) sino una capacidad de proyección
analítica que pocas reflexiones sobre el tema han tenido y que
en estos aciagos días bélicos, llenos de dolor, de peligro
y de preguntas de difícil respuesta que nos obligan no solo a pensar
más sino sobre todo mejor, resulta imprescindible leer o releer.
¿De qué se trata este libro? Me atrevo a sintetizarlo así:
se trata de la primera obra que ha sido capaz de desmenuzar el logos masculino,
la simbólica viril que construye la relación entre autoritarismo,
cultura de privilegios/poder masculino (patriarcado) y la generación
de la guerra y la única hasta hoy que lo ha hecho de manera tan
global. Una obra que, anclándose en las condiciones de las mujeres
de su época, la trasciende al ir demostrando paso a paso que, siendo
la independencia material una base imprescindible y necesaria -objetivo
para el cual dona dos de las tres guineas-, sin independencia simbólica
la incorporación de las mujeres al mundo público (educación,
trabajo y militancia) no evitará que, en unos años, se vuelva
a formular la misma pregunta: 舠¿En su opinión, como
podemos evitar la guerra?舡.
Virginia Woolf marca todo su libro con la idea de la diferencia; empieza
aclarándole a su interlocutor varón que hay una 舠dificultad
de comunicación entre nosotros舡 que hace casi imposible responder
a su pregunta. Disparar 舑le dice- ha sido un juguete y un deporte
de los hombres en la caza y en la guerra, 舠para ustedes, en la lucha,
hay cierta gloria, cierta necesidad, cierta satisfacción que nosotras
jamás hemos sentido ni gozado; para ustedes la guerra es una profesión;
una fuente de realización y diversión; y también
es cauce de viriles cualidades sin las cuales los hombres quedarían
menoscabados y que nos hace imposible comprender los impulsos que inducen
a ir a la guerra舡; 舠舰 estos tres puntos suspensivos
representan un abismo, una separación tan profunda entre nosotros
que, durante estos tres años, he estado preguntándome, sentada
en mi lado del abismo, si acaso puede servir de algo intentar hablar al
otro lado.舡
Durante todo el desarrollo de la reflexión va reiterando de muchas
maneras que 舠las mujeres solamente podemos ayudar a defender la
cultura y la libertad intelectual por medio de defender nuestra propia
cultura y nuestra propia libertad individual舡 y finalmente acaba
su obra negándose a ingresar a la sociedad del autor de la carta
argumentando que 舠la mejor manera en que podemos (las mujeres) ayudar
a evitar la guerra no consiste en repetir sus palabras y en seguir sus
métodos, sino en hallar nuevas palabras y crear nuevos métodos.
La mejor manera en que podemos ayudar a evitar la guerra no consiste en
ingresar a su sociedad, sino en permanecer fuera de ella舡. Se niega
también a firmar su propuesta de carta para los periódicos
pero, 舠para mostrar nuestra solidaridad con sus deseos de paz (objetivo
en el coincidimos)舡, le dona al notable señor una guinea,
la tercera; aclarándole que es 舠libremente otorgada舡.
Final maravilloso ya que, desde la diferencia, logra ponerse ella -y con
ella nos pone a todas las mujeres- en un verdadero plano de libertad (nombrar
desde si, construir el deseo para si y luego otorgar libremente) y por
tanto, en la única forma posible de la igualdad.
El libro lo divide en tres partes (tres guineas). En la primera, analiza
al patriarcado desde el campo de la educación. Allí denuncia
el modo en que los hombres han robado la educación a las mujeres,
no sólo al dificultársela o directamente impedírsela;
al definir su profesión (gratuita, sin derecho a bienes ni valor)
como la de esposa ¿Dónde se funda la idea de imponer a otros
lo que deben ser y hacer (padre de todas las guerras) si no es en la primera
imposición, la que se da sobre las mujeres? Por ello dona la primera
guinea a la tesorera de un pobre colegio universitario para señoritas.
Sin embargo no se queda allí y se pregunta si el que las mujeres
estudien lo mismo y de la misma forma que los hombres ayudará a
evitar la guerra. Su respuesta es no. No si las mujeres reciben la misma
educación que los hombres, llena de símbolos, jerarquías,
títulos, rituales (que va describiendo en una magistral poética
literaria) 舠que sucitan la competencia, la envidia, el deseo de
superioridad, gradeza, poder y triunfo sobre los demás, deseos
de posesiones que mantendrán a cualquier costo, emociones todas
que fomentan la disposición hacia la guerra舡. 舠La mejor
educación del mundo no enseña a aborrecer la fuerza sino
a utilizarla舡, dice. Por ello, aunque sabe que las mujeres necesitan
escuelas que les den conocimientos para construir su libertad, piensa
que esa guinea aportaría más a evitar la guerra si se utilizara
para comprar cerillos y gasolina e incendiar esa escuela. En su lugar,
las mujeres deberían fundar otra 舠donde nadie tenga temor
de pisar una raya trazada con tiza, donde la competencia quede abolida,
la vida sea abierta y fácil, que acuda con alegría la gente
que ama los diversos saberes y encuentren lugar las mentes de diferente
clase y gradación, los diferentes cuerpos, donde no haya dignatarios,
ni desfiles, ni sermones. Una escuela para enseñar el arte de la
humana relación y no el segregar, el especializar, el competir,
el envidiar舡 (padres de todas las guerras).
En la segunda parte, analiza al patriarcado en sus ideas de lo que es
el trabajo. La reflexión se da en torno a la conveniencia de donar
o no una segunda guinea a una institución que apoya a mujeres educadas
para encontrar trabajo. Conciente de que las mujeres necesitamos una cierta
autonomía económica, apoya a esta institución donando
la segunda guinea, pero nuevamente se pregunta y reflexiona si el ingreso
de las mujeres al mundo público cambiará la cultura. Su
respuesta es nuevamente no. No si las mujeres se dejan sobornar para acceder
a entrar en el cautiverio. Y nuevamente analiza con maravillosa ironía
y profundidad cómo está estructurado material y simbólicamente
el mundo del trabajo para evitar la libertad y la autoridad (en el sentido
de autoría no de poder). El fascismo dice, no está solamente
en los actuales militarismos de Alemania o Italia, está en la mentalidad
de las profesiones, en las estructuras de los cargos públicos,
en 舠el desfile舡 de los símbolos del trabajo. 舠El
facismo habla tanto en inglés como en alemán舡. Entonces,
para ayudarlo a usted a parar la guerra -Virginia vuelve a pararse en
la diferencia- 舠¿Es que no tenemos primero que ayudarla a
ella a aplastar a este dictador en nuestro país antes de pedirle
que ayude a aplastarlo en el exterior?舡 De otra manera 舠¿No
llegaremos a ser igualmente celosas, igualmente competitivas y no estaremos
igualmente seguras del veredicto de Dios, la Naturaleza, la Ley y la propiedad?舡
Porque para parar la mentalidad guerrera debemos 舠ingresar a las
profesiones y no quedar infectadas por ellas, despojarlas de su capacidad
de absorción, de sus celos, de su competitividad, de su codicia,
usarlas para tener propio criterio y voluntad propia舡.
La tercera parte, donde analiza en el mismo sentido la participación
de las mujeres en los espacios de lucha masculinos, la dejo para que la
descubra usted, lectora, ya que 舑finalmente- la intención
de esta reseña es que le entren las ganas de acercarse, hoy como
nunca, a este extraordinario e imprescindible libro de nuestra genealogía
de mujeres.

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