La Jornada Semanal,   domingo 30 de marzo del 2003        núm. 421
La ciudad de Sinbad

Badr Shâkir al-Sayyâb

I

Hambriento, sin nada que comer, en la cumbre
desnudo, sin abrigo, sobre la nieve
grité en invierno
Impide, oh, lluvia
los lechos de la piedra
el sueño de los huesos, de las nieves y el polvo
Germina las simientes, haz que se abran las flores
incendia con el rayo las eras estériles
expande las raíces
carga los árboles de frutos
Has venido, oh lluvia
del cielo, las nubes estallaron para esparcirte
y las bocas se abrieron
Se ha hinchado de tus dones y encenegado el Éufrates
Las tumbas se sacudieron, arrojando a sus muertos
Al resucitar, clamaron las osamentas
Bendito seas, dios dador de la sangre de la lluvia
Ay, oh lluvia
Si pudiéramos dormir de nuevo...
quisiéramos morir de nuevo
pues es el sueño brotes de consciencia
da cobijo nuestra muerte a la vida
Quisiéramos que el dios nos retornase
a la realidad de su profundo misterio
que nos condujese al camino de retorno,
a su remoto comienzo
¿Quién despertó a Lázaro de su letargo profundo
para enseñarle la alborada y el ocaso
el invierno y el verano?
Para que sufra el hambre y sienta el ardor del sol
el cuidado de no perecer
y cuente los minutos ligeros y los pesados,
para que alabe la escoria y derrame la sangre
¿El que nos ha retornado también retornará lo temido?
¿Quién es el dios de nuestros habitáculos
cuyo fuego vibra vibra en las flamas,
cuyo brillo vive en el rencor de nuestras lágrimas?

II

Es Adonis, este yermo
esta aridez, esta sequía
es acaso Adonis ¿cuál esplendor?
¿Cuál la vendimia?
Los campos renegridos de sequedad
¿Acaso es la espera de largos años?
¿Ésta la voz del alarde viril?
¿Éste el llanto de las mujeres?
Adonis, derrumbe del heroísmo,
la muerte ha demudado en ti la esperanza
Has venido con la mirada perdida
con el puño vacío
Amenazante
Las hoces no cosechan
sino osamentas y sangre
Hoy y mañana
¿Cuándo renaceremos?

III

La muerte en las calles
La esterilidad en los campos
Todo lo que amamos perece
El agua anega las casas
mientras se resecan los árboles
Han llegado los tártaros
de la punta de sus cuchillas la sangre chorrea
Nuestro sol es sangrante, la sangre es nuestro plato
Han quemado al Mahoma huérfano; la tarde resplandece con su hoguera
hierve la sangre de sus manos, de sus pies, de sus ojos
el dios ardió en sus párpados
Encadenamos al profeta Mahoma en Hirâ
y con él quedó clavado el día
Mañana será crucificado el Mesías en Irak
y los perros se hartarán con la sangre de al-Burâq

IV

¡Oh, primavera!
Oh, primavera, ¿qué te atribula?
Has venido sin lluvia
Has llegado sin flores, sin frutos,
tu fin igual a tu principio, cuajado en sangre
El verano nos trae negros nubarrones
de día es quebranto
sus noches las pasamos en vela, contando las estrellas
hasta que las mieses maduren para la cosecha
con el canto de las guadañas y las eras nivelando los surcos
Como si, para los hambrientos
Ishtar, diosa del florecer, hubiese devuelto a la humanidad el cautivo
coronando su ubérrima frente de frutos
Como si, para los hambrientos
el hombro del Mesías hubiese apartado la losa
y hubiese extendido desde el sepulcro la vida
curado al leproso y devuelto la vista
¿Quién es el que ha soltado a los lobos?
¿Quién nos ha abrevado de espejismos
y ha escondido la plaga en la lluvia?
La muerte es engendrada en las casas,
ha nacido Caín, para destrozar la vida
en el seno de la tierra y los manantiales
El mañana se ensombrece
las mujeres abortan en la carnicería
baila el fuego entre las eras
Jesús perece ante el cadáver de Lázaro.
¡Dejadlo descansar!
dejadlo, que el Mesías no lo ha llamado
¿Qué esperábais? Su carne sajada
fue vendida en la ciudad del pecado
la del ardid, el llanto y el alcohol
la de las balas y bloques de piedra
Quitaron ayer de su lugar al jinete de bronce
quitaron ayer al jinete de piedra
Reina en su cielo el letargo la exasperación misma se ha empañado
Se ha lanzado a las rutas un jinete humano
asesinando a las mujeres
Es el que mancha de sangre las cunas
maldiciendo al destino

V

Como si la antigua Babel amurallada
retornase de nuevo,
como si sus grande puertas de hierro sobre las que tañe una campana fuesen de un cementerio
del cual brotan lamentos bajo un cielo de matanza
Los jardines colgantes están sembrados de cabezas
cortadas al filo del hacha
con los ojos picoteados por los cuervos
El sol se oculta tras sus mechas como ramas
¿Es ésta mi ciudad?, estas ruinas
bajo el anuncio de "viva la vida"
Con la sangre de sus muertos, sin dios
en ella, sin agua ni campos labrados
¿Es esta mi ciudad? bajo las dagas de los tártaros
encajadas en sus puertas, bajo el estertor del desierto
sobre sus rutas, que visita la luna
¿Ésta mi ciudad, estas zanjas y estos huesos?
Las sombras atisban desde las casas
se tiñe su sangre de un tono sombrío
para diluirse, para que las vea el pasante
¿Es esta mi ciudad? ¿Sus cúpulas heridas?
Judas ha ensangrentado sus ropas
lanzando los perros sobre la cuna de mis hermanos pequeños y las casas
para devorar las carnes
En los pueblos, Ishtar agoniza de sed, sin flores en sus sienes
con un cesto de piedras, no frutos
que arroja a las mujeres.
La palmera aledaña a sus bordes
tiene un lamento

Badr Shâkir al-Sayyâb (Jaykûr, región de Basora, 1927), uno de los mayores poetas de Irak del siglo xx, muerto prematuramente en 1964, es junto con su compatriota Nâzik al-Malâ’ika, uno de los introductores de verso libre para la lengua árabe.

  

Versión de Fernando Cisneros