Joaquín
Garrigós
Desde
hace dos mil años, un libro de M. Sebastian
El judaísmo no es un problema
nacional ni judío ni rumano sino personal de él, que ha nacido
judío en una ciudad danubiana y que ha bebido en las fuentes de
la cultura francesa. Nunca dejaré de ser judío. Esa no es
una función de la que uno pueda dimitir. Se es o no se es. No se
trata ni de orgullo ni de vergüenza.
El
libro fue publicado en 1934 con un prólogo de Nae Ionescu, profesor
de Lógica y Metafísica en la Universidad de Bucarest, ideólogo
de la derecha rumana (Sebastian aceptó publicarlo así por
devoción a su maestro), en que desplaza el problema de lo racial
e histórico a lo teológico. Aunque más que prólogo
es una glosa, ya que no discute la obra sino la idea que encierra el título,
lo antiguo de la cuestión, la razón, la permanencia, el destino
y su causalidad. Para él, el drama del judío no es un problema
religioso sino un fenómeno metafísico y el judío sufrirá
porque, como pueblo elegido, no ha reconocido al Redentor. Y no hay nada
que hacer porque el judío no puede superar su sufrimiento metafísico
(no físico ni político) más que dejando de ser judío.
Situación tanto más trágica porque nadie puede dejar
de ser lo que es ya que la pertenencia a una comunidad no depende de la
voluntad del individuo. El prólogo concluye de este modo:
Todo el mundo
sufre, Iosef Hechter. Nosotros los cristianos también sufrimos.
Pero para nosotros hay una salida porque podemos redimirnos. Tú
esperas, lo sé. Esperas que un día venga aquel al que aguardas,
el Mesías, en el caballo blanco y entonces dominarás el mundo.
Esperas, Iosef Hechter. Es lo único que te queda.
Pero yo no puedo hacer
nada por ti. Porque yo sé que ese Mesías no vendrá.
El Mesías ya vino, Iosef Hechter, y tú no lo reconociste.
Lo que se te pedía a cambio de todas las bondades que Dios ha tenido
contigo era que velaras. Y no velaste. O no viste, porque la soberbia te
puso escamas en los ojos.
Iosef Hechter, ¿no
sientes cómo se apoderan de ti el frío y las tinieblas?
El
libro desató una verdadera tormenta en un momento de plena ascensión
del fascismo en Europa y en un país con tensiones antisemitas, donde
el judío siempre se consideraba como algo distinto, no rumano. La
novela, con rasgos autobiográficos, pese al título, no abarca
más que un decenio y presenta tres momentos diferenciados: 1923,
año de grandes algaradas universitarias, en que el protagonista,
estudiante de provincias en Bucarest, cobra de pronto conciencia de su
condición de judío por las vejaciones a que se ve sujeto.
En esta parte hay un auténtico examen de conciencia judía
por parte del protagonista, con abundancia de monólogo interior.
El segundo momento se centra en 1929; no es una época convulsa sino
de calma, en la que el protagonista es testigo, actor, espectador y cronista
de acontecimientos existenciales con otros personajes. El tercer momento,
1933, vuelve al punto de partida pues, tras una calma aparente, se recrudece
el antisemitismo.
Plantea
la tesis de si debe buscar la solución en la vieja cultura yiddish,
en el sionismo libertador o en el marxismo que borra las diferencias nacionales.
El autor rechaza esas soluciones y aboga por la integración del
judío en la sociedad rumana, aunque con cierta resignación,
pues por siglos que lleve el judío enraizado en Rumania, por mucho
que haya contribuido incomparablemente más que otras minorías
nacionales al desarrollo de la cultura rumana, el judío siempre
estará menos asimilado por razón de raza y religión
que cualquiera de esas minorías no rumanas. El judaísmo no
es un problema nacional ni judío ni rumano sino personal de él,
que ha nacido judío en una ciudad danubiana y que ha bebido en las
fuentes de la cultura francesa. "Nunca dejaré de ser judío.
Esa no es una función de la que uno pueda dimitir. Se es o no se
es. No se trata ni de orgullo ni de vergüenza."
El
argumento es el siguiente: el protagonista llega de provincias a estudiar
derecho a Bucarest, donde se aloja en una residencia universitaria para
judíos y donde traba amistad con dos compañeros, un marxista
y un sionista. Un personaje de relieve en esta primera parte es el viejo
anticuario judío de libros en yiddish pero que no ve "que masas
enteras de judíos" adoptan la lengua del país donde viven,
que el yiddish ya no es su lengua desde hace cien años. El protagonista
se deja fascinar por la extraordinaria personalidad del profesor Blidaru
(en realidad Nae Ionescu) que se convierte en su mentor. Por consejo del
profesor abandona la carrera y se hace arquitecto. Trabaja en una obra
bajo la dirección de Mircea Vieru (que es un trasunto del novelista
Camil Petrescu), un antisemita con "argumentos racionales", y luego con
una empresa petrolífera. Surge un conflicto de los campesinos con
los todopoderosos industriales, si bien esta es una cuestión en
la que no profundiza por apartarse del tema del libro. Se
marcha a Francia y vuelve a Rumania. Aquí dirige las obras de construcción
de una villa de su profesor. Su camarada sionista se marcha a Palestina
donde "perderá su vocación para el dolor". Él se queda,
es un hombre de esa tierra aunque su maestro le discuta el derecho: "Con
todo, existe el problema judío y es menester resolverlo. El antisemitismo
es de orden metafísico: El antisemitismo de 1933 es económico
mientras que el de 1333 era religioso. Pero eso se debe a que el orden
primordial de aquel siglo era la religión y el de ahora la economía.
Si el día de mañana la estructura social no se centrase en
la religión ni en la economía sino, es un decir, en la apicultura,
el judío sería detestado desde el punto de vista de la cría
de abejas. Lo que cambia en el antisemitismo, como fenómeno eterno,
es el plano en el que se manifiesta y no sus causas primarias... La esencia
del fenómeno es siempre la misma. Y se llama, por mucho que protestes,
la obligación judaica de sufrir."
Por
todas partes encuentra gentes normales o fuera de lo común, acomplejados,
expansivos, temperamentales, teóricos, pragmáticos, etcétera,
cada uno de los cuales representa una actitud existencial, social, étnica,
política... Naturalmente, al tratarse de una novela de tesis la
acción se subordina a la reflexión y a la introspección.
No sólo estamos ante el libro de
una conciencia sacudida por las realidades de la condición humana
y la idea de destino sino que, además, los problemas que plantea,
tristemente confirmados por la historia posterior, conservan toda su actualidad
después de más de sesenta años, por su investigación
en la psicología de un pueblo y la expresión auténtica
de un yo lúcido y reflexivo que anota hechos, recuerdos, reacciones
sentimentales, etcétera, unidos por el hilo conductor de ese drama,
el drama de los judíos "desde hace dos mil años" por su condición
de "pueblo trágico".
Mihail
Sebastian parecía intuir el futuro. Al regreso del protagonista
a Bucarest en 1933, percibe un ambiente insoportable. Los exaltados tienen
como lema ¡Os llevaremos al paredón!, y el protagonista
se pregunta: "¿De dónde vienen esos muchachos lunáticos,
sin casa, sin ley, con la cabeza descubierta, con las manos vacías,
de identidad borrosa y con expectativas vacilantes?" Sebastian intuía
el fermento que llevaba a una juventud desorientada al chovinismo y a la
violencia fascista. Intuición profética que hubo de sufrir
en su propia carne.
Conviene
precisar que Mihail Sebastian nunca se consideró un escritor judío
sino un rumano que, por azar, había nacido judío. Nunca,
ni en los momentos de persecución máxima, se alineó
en el sionismo y jamás perdió su devoción intelectual
por Nae Ionescu.
Sebastian se convirtió con este
libro (y su prólogo, pues forman un todo indisoluble) en el blanco
del fuego cruzado de la derecha y la izquierda, puesto que unos lo tacharon
de antisemita y renegado y otros de sionista y bolchevique. De todos esos
ataques se defendió en un libro publicado al año siguiente
llamado Cómo me convertí en revoltoso. Desde hace
dos mil años. En Francia lo publicó la editorial Stock
con el título Depuis 2000 années.
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