Violaciones, tortura, mutilaciones, explotación sexual舰

Frenar y castigar crímenes contra mujeres en las guerras, exigen organizaciones femeninas

* Proponen para ello crear en la ONU, Comisión Internacional de Verdad y Reconciliación sobre violencia contra las mujeres en conflictos armados

Rosa Rojas -- Ante la inminente e inmoral 舠guerra preventiva舡 de Estados Unidos contra Irak, con el pretexto de la 舠guerra contra el terrorismo舡 para desarmar y derrocar a uno de sus antiguos aliados, el tirano Saddam Hussein 舑que ya era dictador cuando era socio de EU- es necesario recordar que una de las grandes historias silenciadas en el mundo es la de la violencia que sufren las mujeres en las guerras.
舠Claramente la naturaleza de la guerra ha cambiado. Se está luchando en hogares y comunidades y en los cuerpos de las mujeres una batalla por los recursos y en nombre de la religión y de la pertenencia étnica. La violencia contra las mujeres se utiliza para romper y humillar a mujeres, hombres, familias, comunidades, no importa de qué lado estén ellas. Las mujeres se han convertido en las peores víctimas de la guerra y en las que más le apuestan a la paz舡, dice la directora ejecutiva del UNIFEM (Fondo de las Naciones Unidas para las mujeres, por sus siglas en inglés), Noeleen Heyzer, en el prefacio a la evaluación -presentada el pasado mes de enero- que sobre Mujeres, guerra y paz, ordenó esa institución a dos expertas independientes.
En ella, las autoras - Elisabeth Rehn y Ellen Johnson Sirleaf- consignan que los civiles que mueren en los conflictos armados 舑principalmente mujeres y niños- pasaron a ser, en el curso del siglo XX, de un cinco por ciento de las víctimas al iniciarse la centuria, a 15 por ciento durante la Primera Guerra Mundial, a 65 por ciento hacia el final de la Segunda Guerra Mundial y a más del 75 por ciento en las guerras de los 90.
Heyzer relata: 舠En el Valle de las Viudas en Colombia, conocí a mujeres que habían perdido sus maridos y su tierra, todo aquel y todo aquello que era importante para ellas había sido destruido por la guerra civil y los señores de la droga. He estado en Bosnia, donde las mujeres describieron el rapto, campos de violación y fecundación forzada, y en Ruanda donde las mujeres habían sido violadas por pandillas e infectadas adrede con VIH/SIDA. Historias como éstas se repitieron una y otra vez, en diversos idiomas, en diferentes lugares: Timor del Este, la República Democrática del Congo, Guatemala. Solamente el horror y el dolor eran iguales舡. Tortura, mutilaciones, asesinatos, han sido frecuentes.
En esa evaluación queda claro que es inexistente la pretendida liberación de las mujeres afganas 舑tan utilizada por la prensa estadunidense para propagandizar la justeza de la intervención militar gringa, al haber derrocado al régimen Talibán, su aliados de ayer, con lo que pretenden disimular el fracaso de la guerra que acabó de hacer polvo lo poco que quedaba en pie en ese destruido país, pero fue incapaz de capturar a Bin Laden 舑también ex aliado de EU-.
舠Las mujeres en Afganistán no han entrado aún a una nueva era, a pesar de las muchas simbólicas fotografías en los medios, de mujeres sacándose sus burqas. Las mujeres afganas no están seguras ni a salvo舡 y experimentan una fuerte violencia y exclusión en la reconstrucción política, económica y social de su país, afirman Rehn y Johnson.
De hecho la voz de las afganas sigue sin ser escuchada. Lo advirtió 舑una vez más- la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA por sus siglas en inglés) en diciembre: 舠sin la repulsa a los fundamentalistas, la observancia de los derechos humanos no es más que una ilusión舡, refiriéndose a los señores de la guerra de la Alianza del Norte, en los que EU depositó parte del poder al derrotar al Taliban, pese a que RAWA había denunciado las atrocidades cometidas por ellos entre 1992 y 1996, incluyendo violaciones y ejecuciones masivas.
Para las latinoamericanas el apoyo que históricamente ha dado Estados Unidos a las más brutales dictaduras 舑que ellos ayudaron a entronizar y mantener en el poder en el contexto de la guerra fría- y por lo tanto la complicidad de su gobierno en las torturas, mutilaciones, desapariciones, violaciones, masacres contra mujeres, es memoria viva, no historia. Todavía se están movilizando en Guatemala, El Salvador, Argentina, las y los sobrevivientes para que se indemnice a las víctimas, se dignifique a los masacrados, se castigue a los asesinos.
Esa situación persiste aún en Colombia, donde en diciembre la Concertación Nacional de Mujeres contra la Guerra reiteró su denuncia de que la violación y tortura a mujeres, crímenes de lesa humanidad, se han convertido en una práctica recurrente de los actores del conflicto armado que se vive en el país. Señala que en la ciudad de Medellín, por lo menos cuatro mujeres son asesinadas diariamente 舑dos de ellas además violadas- y los primeros 10 meses de 2002 se registraron 656 violaciones.
Menciona que el 25 de noviembre una de las defensoras de derechos humanos de las mujeres fue abusada sexualmente por varios miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que además la torturaron durante varias horas haciéndole cortadas en los senos, piernas y labios, y la marcaron en el pie con las siglas AUC. Estos grupos paramilitares actúan impunemente en zonas controladas por el ejército, pero también se han denunciado casos de violaciones de mujeres por parte de soldados. En el pueblo de Barrancabermeja, fuerzas de la guerrilla y grupos vinculados a ella han sido responsables de muchas ejecuciones deliberadas y arbitrarias de personas 舑incluidas jóvenes- a quienes se asociaba con miembros de las fuerzas de seguridad.
Llaman la atención sobre el hecho de que para esos actores 舠la organización de las mujeres sea vista como amenazante, cuando realmente están fortaleciendo la sociedad civil y los tejidos comunitarios舡. 舠Esto nos muestra cómo el vivir en una zona de guerra, con ausencia del Estado y con dominio de actores armados ilegales, ha convertido a las mujeres y a sus organizaciones pacifistas en objeto de señalamiento y detención por parte de los organismos de seguridad del Estado舡, agregan.
Heyzer, en el informe para UNIFEM, destaca que en muchos lugares conoció la fuerza de las mujeres que 舠habían superado su dolor y descubierto en sí mismas el valor y la voluntad de reconstruir a sus vidas y comunidades舰 y han podido hacer frente al desafío de construir una paz sostenible, reconociendo que la seguridad y la satisfacción de un lado no se pueden nunca basar en la frustración o la humillación del otro舡.
舠Eran mujeres como éstas en Timor del Este quienes crearon colectivos para proveerse las unas a las otras con el apoyo emocional tanto como para hacer proyectos para empleos y mantener a sus familias y aldeas en marcha. Ellas han creado campañas de alfabetización -al final de la guerra 90 por ciento de mujeres rurales eran analfabetas- y exigido un papel en las elecciones políticas. En Sudán, mujeres del norte y del sur tomaron la iniciativa de reunirse a través de divisiones étnicas y religiosas, para hablar de la construcción de la paz舰舡.
Rehn y Johnson concluyen en su evaluación, que 舠los estándares de protección para las mujeres afectadas por conflictos resplandecen por su inadecuación, lo mismo que la respuesta internacional舡. Apuntan que sólo poniendo fin a la impunidad de los crímenes contra las mujeres en guerra pueden ser reconstruidas las naciones.
Así, llaman a que la ONU cree una Comisión Internacional de Verdad y Reconciliación sobre violencia contra las mujeres en conflictos armados como un paso hacia terminar con la impunidad; se creen y apliquen sanciones contra el tráfico de mujeres y niñas; se consoliden los campos de operación de las Naciones Unidas para la protección de las mujeres desplazadas internas; se de apoyo sicológico y servicios de salud reproductiva para mujeres afectadas por conflictos como parte integral de la asistencia de emergencia y la reconstrucción post-conflicto.
Recomiendan también incrementar los fondos para programas de VIH/SIDA en situaciones de conflicto para cortar el desproporcionado agobio que la enfermedad acarrea a las mujeres.
Además instan al Consejo de Seguridad a formular un plan para minimizar el desvío de recursos humanos y económicos para armamentos. 舠Sesenta años después de haberle sido asignada esta tarea, el Consejo de Seguridad debe implementar el artículo 26 de la Carta de las Naciones Unidas, tomando en cuenta la demanda de las Mujeres por la Paz que clamaba porque las naciones del mundo reencausaran al menos cinco por ciento de los gastos militares nacionales a programas de salud, educación y empleo cada año durante los próximos cinco años.
Ese informe visibiliza los crímenes de lesa humanidad contra las mujeres y hace recomendaciones necesarias para enfrentarlos y tratar de frenarlos. Puede perderse, como tantos otros, en los anaqueles de la burocracia de la ONU o implementarse si existe una no siempre probable voluntad de los estados para hacerlo. En todo caso nos permite a las mujeres reconocer lo que han estado haciendo las propias mujeres en situaciones de guerra y algunas líneas de acción que habrá que desarrollar para apoyarlas, con, al margen o contra los propios estados.