La Jornada Semanal,   domingo 2 de marzo del 2003        núm. 417

Canciones de Numancia
(fragmento)

Víctor Sandoval

No te importe dónde naciste.
Si sabes defender la libertad,
tú eres de Numancia.

Viajero: no preguntes
qué ha sido de Numancia;
Numancia es una historia
que aún no termina de contarse.

Soldado de mar o tierra
que llegaste de otros lares,
¿por qué estás en esta guerra?
No lo sabes... No lo sabes...
¿Por qué cercas con tus armas?
¿Por qué causas tantos males
a quien nunca te dañara?
No lo sabes... No lo sabes...
Tú no sabes que el Imperio
para aumentar sus caudales
te entregó lanza de hierro,
te enseñó a destruir ciudades,
a asesinar a los pueblos.
No lo sabes... No lo sabes...
Vuelve a tu patria soldado
a defender a tus hijos,
contra mentiras y engaños,
contra temores y vicios;
que los que allá se han quedado,
los cónsules imperiales,
tu hacienda te están robando;
soldado, tú no lo sabes...
soldado, tú no lo sabes...


Al sol en su incursión

Francisco Segovia

Entras, Sol, como las armas del Imperio
en la rancia nuez de las montañas,
queriendo calentar las piedras porque corra
la oscura muchedumbre de alimañas
a refugiarse en las cañadas
donde tu fuego las alcance y las calcine.
¿No ves que ya son cuero seco
las arrugas de los montes?

También al pie de mi refugio enciendes una hoguera
para ahogar en humo lo que aún palpita dentro y vive
simplemente, y come y duerme, como todo.
¿No ves pues que piedra sobre piedra
lo que buscas cueva adentro
es el cerro mismo en que te apostas?

Cuando acabes de secar el aceite de esta nuez
y todo se derrumbe o caiga hincado –boqueando
como un pez fuera del agua–, entonces
verás alegremente cómo se llena el aire
de tu espesa cohetería y verás
tal vez sombrío (si acaso un sol puede ensombrecerse)
que también el hongo de tus fuegos
se desmorona en el cielo como una fuente de cascajo...

Y todo por un montón de ratas ocres
que persigues tercamente en tu razón
queriéndolas sacar de su agujero
–sin ver que lo que al cabo sacarás a pleno día
es el agujero mismo... Sin ver
(pero ¡ah qué estruendo en los oídos!)
cómo caen esas montañas
desde las que tú mismo te alzas, Sol,
y en las que también tú buscas cobijo.


Aprendizaje

Tomás Segovia

A lo largo de tantos y tan pacientes años
He ido aprendiendo más y más a fondo
Lo que quieren decir nuestras palabras
Más tremendas más negras más enmudecedoras
Guerra bomba misil antimotines
Antipersona tanque portaaviones
Metralla campo de concentración
Campo de refugiados submarino
Represión corrupción pena de muerte
Fusilar mutilar masacrar genocidio

Sigo sin entender lo que quieren decirnos
Cuando nos dicen que subió la bolsa.


Nocturno
(tú)

Jaime Augusto Shelley

Por las noches
cuando se diría que hacia el aire asciende
creando catedrales céntricos palacios
cuando el hambre guiando con sus luces
marcha
en su giro de plegarias
suplicante
hermana mayor llamada también de los deseos
que crece hecha golondrina
comedora de migajas
y bate sus alas de sal
su loca mansedumbre
que oscila vivamente en la atmósfera
pesada y silenciosa

Por las noches
cuando muros de ceniza santificada
se encadenan a fuerza de alaridos
noches de la hermana miseria
señora también de los enfermos
que toma a sangre a los hospicios
siniestra proveedora de ruinas
la que cava tumbas
y ahoga el timbre de las voces
¿Es así como crecen tus nidos
al abrigo del jardín
a mitad del estero
ungiendo la frente de tus iniciados
con un áspero contacto
¿Es así como emergen tus templos y ciudades
rodeados de murallas
juntos cobijados el temor y la riqueza
el poder de la miseria?
¿Quién eres tú si no la absorta?
Mirlo que arranca de las tumbas
a las gradas de un palacio
jalonado carnicera
sucesivos los impulsos con que marcha
a ciegas la esperanza
De todos tus antiguos nombres
Tú.


Marcos 15, 34
(fragmento)

Javier Sicilia

Para Octavio Velasco, in memoriam
¿Habrá fe cuando vuelva?,
¿habrá fe?,
¿habrá fe cuando vuelva a regresar el día a lamer las calles
y haya un mundo sin fuentes en medio de ciudades desoladas
y jaulas sin canarios junto a patios polvosos?

¿Habrá fe donde un hombre y una mujer se afanan
y sus hijas suben, no al esplendor de Sión,
sino a la luz de "Harris" en brazos de jóvenes apuestos
y el templo es un terreno baldío al lado de las casas?

¿Habrá fe al final de tanta sombra,
de la helada escafandra de la noche
donde conozco que no he de conocer
y las tinieblas cubren la luz de las tinieblas,
habrá fe?

¿Habrá fe cuando vuelva
y el gemido de la noche se apague
y los reyes sean criados y las princesas nodrizas
y los rostros estén postrados en tierra
y vengan de lejos,
del septentrión y del mar,
de las tierras de Sinim,
no a las calzadas de Dios
sino a las avenidas de Broadway
moviendo sus huesos con el ruido de los hielos en el whisky?

¿Habrá fe?
¿Podrán vivir acaso esos huesos?,
¿podrán vivir?,
porque la Palabra se ha extraviado
y andamos errantes como ovejas
siguiendo cada uno su camino sin encontrar reposo.


Poema

Francisco Torres Córdova

Cielo cargado de cielo

Luz que teje sus colores en un doblez de la distancia

Tierra labrada en la materia fecunda del vacío

Y el Sol
su trémula rosa de los vientos

En la frente del hombre

Tanto y tan poco somos
En la cuenca de una mano cabemos.

Este trabajo es parte del proyecto del snca 2001-2004



Somalia

Carmen Villoro

Una hoja, un andrajo
el air les arrancó a las sombras.
Una arena, una fiebre, una fisura,
un sol muy amarillo
en el polvo difuso de los sueños.
Una mano, unos dientes,
la distancia que seca se dispersa.
Llega de dónde una plegaria suave,
una hoja,
una sombra,
arena,
arena,
una fotografía en un diario
de allá donde ni el viento.

Poema

Ricardo Yáñez

En el encantamiento de una lágrima
ojos azul y oro suspenden el sufrir.
Algo se avispa, pájaro en una caja de cartón,
lejos, allá en el pecho
de la que lo ha perdido casi todo,
y en sus brazos el niño en crecimiento sorprendido
ante tanto dolor y ante la sola posibilidad
de encontrar la respuesta
que ya aparece
y sólo para él flota en el aire.

una vez
una brisa
una vida
una vez

una bala
una vez
una vida
una brisa

una brisa
una vez
una vida

una bala

una vez

Sobre un poema de Augusto de Campos