Mi elección
Eduardo Hurtado
Antes que contemplar el desembarco
de veinte mil soldados en las costas
de algún Golfo estratégico,
mucho antes que asistir
en vivo y por satélite
a la madre de todas las batallas,
o que correr al cine
a presenciar la última versión
de la justicia duradera,
quiero escuchar de nuevo
la voz acariciante de Marcela
(
nos vemos donde siempre),
y mirar de reojo
la noche seductora de su ombligo
bajo la blusa recortada.
Alción muerto
(fragmento)
Guillermo Landa
Pero la buena piedra convocada para erigir
el rito
perdurable de todo lo que puede ser, N.N.
fecit,
abandona su pulpa de dureza
a la hora de la arreciada de la lumbre,
el verano más largo de los siglos.
Hierve el sólido suelo de los silos.
Toda germinación apenas respirando
en líquido silicio.
Toda invocación fruncida en lengua
tartajosa y afiebrada.
La blandura boquea sobre el regreso de
las evocaciones.
Lava estirada como una espada flamígera
el ímpetu del llanto nos ofrece
el sudario
de Anfiariado:
húmedas chispas ya despiden los
ábacos del cráneo y
aljófares
purpúreos vienen
a entregar los ojos con mucha noche.
No tan secretamente y solitaria, como
antes, llega
la muerte,
tan gritando trepa la escala solar, atraviesa
los hielos
y separa a los amantes.
Resecos labios traquean su trabazón
verbal y brillan
como crisantemos enraizados
en el Orco.
Aunque no haya nadie que recuerde,
así como numeraba las olas en vuelo
desrizadas
de airones,
reúno las hilachas humeantes del
sonido
que surcan los misiles,
hacino las navajas fueguinas que la ira
esparce,
el coral en la llama fabricado y azafrán
en las forjas
del odio,
las palabras, todas a una, mordidas por
el eco
de la última
carne viva.
De frente a mi garganta escribo ¡Queremos
LA PAZ
PAX
LA PAIX
LAPACE
DER FRIEDE
THE PEACE
FRED
VREDE
MIR
SULIH
SHANTI
H. EIPHNE
PARDAMAIAN
SHALOM
HEI-WA
LA PAU ahora mismo!
sobre la página frutada en litoral
de grafito
cuando repentinamente todo el papel del
mundo
se incendia.
Acerca del Pérsico
José Ángel
Leyva
El guerrero descansa la voz
sobre la fruta del silencio
Escupe un alma seca
pletórica de sed
Cae rota la oración
la frase coja
Espesa la tierra su saliva
que no sirve para hacer palabras
Después de la batalla se vive
la nostalgia del deseo
Este campo de honor es un desierto
donde plantan los fósiles su cuna
¿Cuál corona puede haber
entre cactos y serpientes?
El guerrero acaba de salvar su dignidad
ya viste el uniforme de los siglos
Ha vuelto a combatir para saber más
de la muerte
llevado por el miedo
El enemigo feroz aterroriza
aún después
ya sin aliento
El guerrero se mira
entre fierros retorcidos
Guarda el grito y la mueca del combate
Ha vencido a oscuras
ignora contra quién lucharon
sus fuerzas fantasmales
El guerrero descansa en paz
y no lo sabe
Lugar del agua
Enrique López Aguilar
Aquí, en lo que no dicen estas líneas
y en el umbral callado de los nombres
y el puerto más adentro del nosotros,
se decanta la hora misteriosa
que en la luz entreteje los suspiros
y al estruendo interrumpe con su claustro
y se nutre con íntimas labores.
Aquí es la habitación de
más secreto,
morada donde sólo dos habitan;
aquí es la fuente de Afrodita en
Pafos,
cristal donde la piel es siempre virgen,
donde el renuevo es fin de los rigores,
la rutina es un nombre del asombro
y liza de las guerras más floridas.
Aquí te toco y eres verdadera,
aquí es mirar la música
del agua,
donde la vida ofrece sus milagros.
Afuera, el no, la muerte y la discordia
pintan su calavera entre lisonjas,
allá es la patria de la desventura
y el lugar donde el agua no ha llovido.
Lo que dijeron las estrellas
en los ojos del sapo
(fragmentos)
Ernesto Lumbreras
De lo inmundo quiere hablar ése que
de noche nos turba trayendo a la casa un vaso de agua serenada.
Incendia con tu dolor lo que un día
levantaste creyendo que era un templo cuando lo que brotaba de tus manos
era una rosa o un patíbulo.
Jorge Esquinca: "Un lobo Oriente,/ un perro
Occidente,/ Negra bilis, virgen velada, vía láctea."
No he querido ir a verte desierto, no he
querido dar lumbre a tu gorrión perdido.
Veneno que se deja llevar con arrullos.
Me creo todo lo acontecido en el interior
de la palabra lontananza. Lo que ronda más allá de sus sílabas
no me interesa como para dejar mis ojos sobre una montura o una flecha.
Caligrafía
Ana Rosa González
Matute
inmune
la arena
inmola
su cuerpo
guerra-war-Krieg-guerre
guerra-Krieg-war-guerre
grido-cry-Schrei-grito
grido-Schrei-cry-grito
inmune
el átomo
inmola
su muerte
La guerra
(fragmentos)
Myriam Moscona
Los países se arrastran
Flujo
Flujo
Corazón)
Los niños
Ocupan
El ventrículo
Izquierdo
Los frutos
Se desprenden
Del paisaje
Y en el sueño
Aparece
El mar
Separado
De las playas
Había
Que entrar
Por un vacío
No
Había
Nada
Y luego
El mar
Del lado
Izquierdo
Niños
Y la viola
Derramando
De un extremo
Al otro
Como una víscera
Cortada
Como un escurridero
Aquí la prueba
)
Tropiezas
Con un dedo
Dios
Odia
A sus animales
Y ahora hay que recordar
Para qué era que servían los poemas
Ráfagas de hiel
Silvia Pratt
Vestida de oscuridad la Bestia
derrama su manto.
Cada movimiento
escupe sobre el mundo ráfagas de
hiel.
De su vientre ojivas nacen,
sórdidos estruendos, odio, agonía,
muerte.
Y el fantasma del dolor acosa y nos destruye.
Iracundas nubes el cielo carbonizan.
Azufre líquido la lluvia.
Aves de rapiña al acecho:
cada instante, un rabioso golpe de guadaña.
¿Qué fiera habita el cuerpo
de los hombres?
¿Quién eres antropófago
insaciable?
¿Por qué te encubres bajo
atuendos de guerra?
Repudio la hoz sacrílega, la siega
cegadora,
reniego de la segadora ciega
que arranca la vida como abrojos.
Enlutado mar,
fuego azabache en el firmamento se refleja,
vaho petrificando sombras.
Que un filamento de Luz
vuelva a colmar nuestras pupilas.
Ocho epigramas de la
Antología Griega
contra la guerra
(Selección y versiones
de
José Emilio Pacheco)
I. Por la paz
Píndaro
Dulce es la guerra para quien no ha combatido.
En cambio, si has luchado,
temblarás al verla acercarse.
Hay que buscar la paz,
arrancar de nosotros
discordias y venganzas.
II. La causa de las
guerras
El oro, hijo de Zeus,
no se pudre,
no lo daña el gusano.
Su poder
es domar a los hombres.
III. No el desfile
Safo
Prefiero ver tu cara
y no el desfile
de los carros de guerra y las armaduras.
IV. Los que teníamos
veinte años
Simonides de Ceo
Fuimos al matadero en un barranco
en tierra extraña. Y, como era
justo,
erigió nuestras tumbas el estado.
Porque al partir al frente le entregamos
los días
de nuestra juventud irrecuperable.
V. Helena
Estesícoro
No te llevaron en las hondas naves.
No estuviste jamás en Troya.
Es mentira toda esa historia.
VI. El temblor que se acerca
Leonidas de Tarento
Ustedes proclamaron a Pitaco el imbécil
tirano de la patria desdichada.
Su ambición,
su poder absoluto y torpe,
conducen al desastre.
Ya es audible
el temblor que se acerca.
VII. La causa de las guerras
Timocreonte
Riqueza, diosa ciega, no debiste
haber aparecido en este mundo
sino quedarte siempre en el infierno.
A ti se deben todos nuestros males.
VIII. El matadero
Paladas
La tierra es un inmenso matadero.
Allí aguarda la muerte a su rebaño
lamentable: nosotros.
Paz
José Luis Rivas
Al fin, ya limpia,
la faz del mundo. Nadie
(ni Bush) queda con vida. |