Jornada Semanal, domingo 2 de marzo del 2003        núm. 417

SOBRE JUAN BAÑUELOS (II)

Hay en la poesía de Juan una búsqueda genuina de los mitos y de su influencia en la historia de todos y en nuestras mínimas historias personales. Los clásicos grecolatinos y las presencias de los dioses del mundo americano se unen en este campo misterioso y capaz de iluminar algunos aspectos ocultos de la conciencia humana:

Y todavía, todavía el ciego Tiresias va cojeando mientras recuerda el mar.
El astro de Quetzalcóatl anda buscando sitio entre la noche.
En esta búsqueda, las imágenes siempre nuevas dan mayor claridad y señalan los caminos para llegar a lo humano perdido a través de los años y los daños:
Este día huele a lienzo menstrual de adolescente, a cosa bien sabida, a níspero y a juncia 
derramada... Más esperen
que traigo una piedra intensa de sollozo
y voy a romper la pantalla para que entre
la vida...
Chiapas, la Ciudad de México, su Grecia (todos tenemos nuestra idea de Grecia; antes de ser un país real, es una idea), Weimar, el Mekong, Playa Girón, los campos de Cuba... son muchos los caminos que Juan ha recorrido y muchos los lugares en los que ha depositado su vista deslumbrada. Hay en esta capacidad de asombro un candor infantil; pues los buenos poetas son como niños cuando juegan con las palabras y las agitan como piedras de colores en el caleidoscopio del poema:
non ha fambre sin frío
pulula esferas
lodo piedras lobos
a las devezes
plumas desprendidas...
Y en este juego de las formas del lenguaje, en esta ardua tarea que Juan desempeña y ayuda a desempeñar a los alumnos de sus talleres, algo tan trivial como una noticia oculta entre las páginas de un diario: “18 indocumentados mexicanos murieron por asfixia en un tren de Texas”, por ejemplo, se convierte en un tema de reflexión y en una protesta que toma su fuerza del proceso poetizador:
Cuando el árbol abandona sus raíces
muere asfixiado en un vagón de Texas,
cae el sol ahorcado en nuestras plazas,
las espejeantes cuerdas de una guitarra
acompañan las voces de las calamidades...
“Turno de noche” fue escrito bajo la palabra y las fosforecencias del “Primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, la madre soltera de nuestra poesía: “Piramidal funesta de la tierra, nacida sombra...” y, también, bajo el signo del despertar, del abrir los ojos para ver el mundo iluminado, tal y como estaba el último de los días de la creación. En el poema de Bañuelos se dice:
como tiembla la noche
entre los brazos de los dormidos...
y el polvo gris gira incansable entre la mugre unánime de la terminal de autobuses de la zona Industrial de Naucalpan. Messiaen pone la música (su “Cuarteto para el fin de los tiempos”) y todo lo ocupan el hambre, la contaminación, la violencia, la demagogia y la superchería que, desde hace veinte neoliberales años, se han abatido sobre este país desdichado y el entero subcontinente:
El cubo de despojos sin fondo
de la mercadotecnia
no se oxida
[...]
mira esos niños de la calle
arrastran su nariz como
un caracol sobre los vidrios del banco
Rara vez Juan expresa dudas sobre el valor y la permanencia de la palabra:
Me salgo de esta hoja.
No sirve ya el papel.
No sirve el llanto.
Pero, al final, recupera el canto. Gracias Juan por tu poesía, por tus luchas y tus amores. Mucho nos has enseñado con tu actitud y con tu ejemplo. Por cierto, Juan, el teatro se sigue derrumbado sobre nuestras cabezas y el escenario está ardiendo, pero los actores todavía no estamos muertos. Recordamos, en tus setenta años, a Cesare Pavese: “La gran fortuna del hombre es estar vivo. Lo demás es miseria.”
 
 
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
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