Jornada Semanal, domingo 2 de marzo del 2003          núm. 417
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

LUISA HUERTAS:
COMBATIR EL GUSTO POR LA IGNORANCIA

Es una actriz de muchos desafíos y entusiasmos. De esos retos que lleva a buen puerto con su pasión actoral y de ese delirio creativo que le permite ser muchas mujeres y una sola Luisa Huertas.

Vio la luz en San Salvador en 1951 y creció en México siempre con la presencia de España, esa península herida por la dictadura franquista que pateó a sus hijos libertarios, uno de los cuales era su padre amante de la rebeldía, el socialismo y lo cursi –hoy tan demodé– que ella reivindica sin gramo de culpa y mucha convicción.

Hoy es cuatro personajes a la vez, pues ensaya igual número de puestas en escena que se reponen y estrenan por estos días: La Celestina, uno de sus roles consentidos en la obra homónima; la rarámuri Rita, en La mujer que cayó del cielo (12 de marzo); y dos interpretaciones nuevas en Sazón de mujer (17 de abril) y Salvador. Se permite tal osadía porque los papeles son muy diversos y porque pone a prueba otra vez una condición de vida: la locura.

Luisa no tuvo dudas que sería actriz de teatro y a los ocho años definió su interés de vida. Quizás el único titubeo fue decidir si continuaba en un internado con unas monjas salesianas o proseguía con sus estudios de teatro. Y es que ante la pérdida del padre y los deberes de una madre viuda, le fue fundamental recuperar una vida de niña junto a las religiosas, que fue además de independencia y diversión pues continuaba con el teatro y algo de música.

Con formación en la Escuela de Arte Teatral (inba) y en el Centro Universitario de Teatro (unam), tuvo su primera incursión como alumna de José Solé en el Palacio de Bellas Artes. Fue en 1969 con El sueño de una noche de verano donde abrió brecha para su camino amplio y generoso en la actuación en teatro, televisión y cine, que en números fríos que tal vez digan algo: suma cincuenta y seis obras de teatro, veintisiete películas y veinticinco telenovelas.

Nunca quiso formar parte de un grupo teatral estable del tipo Compañía Nacional de Teatro, por lo que en términos de manutención hubo de voltear hacia la tv y el cine. A principios de los setenta la llamaron para integrar el primer equipo de Plaza Sésamo, junto al entrañable Carlos Ancira y niños que no repetían mecánicamente, como ahora lo hacen por desgracia en telenovelas y reality show con cero frescura. Cara o Cruz, Gotita de amor y Carrusel han sido algunos de los culebrones en la pantalla chica. ¿Qué le han dejado? Una capacidad de concentración, un aprendizaje para brincar de una emoción a otra de forma vertiginosa y enfrentar el reto de llenar, a veces, la estupidez de un texto, respetar al televidente y trascender la flojera mental y la falta de riesgo que muchos actores de teatro asumen cuando están con un chícharo en la oreja frente al floor manager.

Maestra en el cut por una década y formadora de actores en la escuela actoral de Argos, tiene como marcas tutelares a Pilar Crespo, Fernando Cuéllar, Héctor Mendoza, Luis de Tavira, Ludwig Margules, Raúl Zermeño, Adam Guevara y José Caballero. Son memorables sus incursiones teatrales como la Fabia en El caballero de Olmedo, la Celestina y la Antígona en Nueva York (1998). En cine están sus apariciones como Isabel en Principio y fin, la nana de Catherine Zeta-Jones en El zorro y la Dionisia en la súper nominada El crimen del padre Amaro.

Movida entonces entre el glamour hollywoodense con el zorro Antonio Banderas y una cinta premiada pero con raquítico presupuesto e igual difusión como la mexicana Cuento de hadas para dormir cocodrilos, Huertas dice que su "gancho" para la primera fue Anthony Hopkins y de la segunda el aliarse con un equipo enamorado de su proyecto pese a las dificultades. Con Hopkins quedó satisfecha por el flujo de miradas en una escena inicial cortísima y un intercambio de ideas con el Sir británico: "Los actores nos buscamos", le dijo Hopkins sobre esa toma donde la Nanny Huertas ve desde el caballo al viejo enjaulado frente al incendio que le hizo perder esposa e hija. Eso le fue suficiente. Respecto de la segunda cinta le bastó con el trabajo en equipo y esa sensación de fraternidad para toda la vida.

Sin duda se asume "fuera de moda" por permanecer socialista, de izquierda y defensora de la justicia social. Militó en el Partido Socialista de los Trabajadores por cinco años y hoy integra el Partido Socialista de México porque –aún cuando participa de la decepción generalizada por los institutos políticos– asegura que se requiere organización civil alrededor de objetivos comunes para alcanzar metas. Eso lo aprende a diario en el teatro, lo practica en casa y tratará de trasladarlo a este país en el que lamentablemente se emparientan un Jorge Serrano que ni siquiera se permite ver El crimen del Padre Amaro y un Vicente Fox ufano por la felicidad que proporciona no saber leer. "Un gusto por la ignorancia muy peligroso", cierra bien Luisa Huertas.