Jornada Semanal, domingo 26 de febrero del 2003        núm. 416

NAIEFYEHYA

CRISIS DE LA INTELIGENCIA EN LA CAUSA
BÉLICA DE WASHINGTON Y LONDRES

EL DESPRECIO A LA INTELIGENCIA
La impresionante respuesta popular y planetaria del sábado 15 de febrero pasado a la guerra de Bush fue un golpe devastador a esa infame campaña. La manifestación de la voluntad antibélica de millones se suma a otros obstáculos que Washington y sus aliados deberán sortear para dar credibilidad a su campaña guerrera. Pero quizás algo de lo que más preocupa a Bush y a Blair es el conflicto que tienen con sus propias agencias de inteligencia, debido al uso y abuso que han dado a la información que éstas producen. Por un lado han ignorado repetidos reportes de que la mejor manera de empeorar las condiciones de seguridad y estimular nuevos actos terroristas es atacando a Irak, mientras por el otro han utilizado sus servicios de manera selectiva. La cisma entre el liderazgo y las agencias de espionaje, principalmente la cia y el mi6, ha dado lugar a una guerra que, como señalan Paul Lashmar y Raymond Whitaker en el diario británico The Independent (9 de febrero del 2003), se manifestó en la "filtración estratégica", que hizo el Defense Intelligence Staff de un informe que negaba la relación entre el régimen iraquí y el grupo Al Qaeda, debido a la desconfianza mutua y a diferencias ideológicas irreconciliables. Con esta conclusión se refutaba de entrada uno de los principales argumentos de la exposición que dio Colin Powell al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

EL SHOW Y EL PLAGIO
Los problemas de inteligencia estadunidenses y británicos fueron puestos en evidencia en el mencionado show multimedia que presentó Colin Powell. La presentación contó con imágenes por satélite de ambigua interpretación, diálogos por radio interceptados y atribuidos a militares iraquíes, caricaturas de temibles laboratorios móviles para manufacturar armas biológicas y una vasta selección de sospechas, aseveraciones sin pruebas y argumentos que tal vez a fuerza de repetirse se conviertan en verdad. Pero el golpe maestro contra ese vistoso espectáculo fue la revelación de Glen Rangwala, un analista de la Universidad de Cambridge, difundida por canal 4 británico (6 de febrero), de que el documento de la inteligencia inglesa, Irak –su infraestructura de ocultamiento, engaño e intimidación, que Powell presentó como una "descripción en exquisito detalle de las actividades de engaño iraquí", era en buena parte un plagio. Cuatro de las diecinueve páginas, con faltas gramaticales y de puntuación, habían sido calcadas de la versión de internet de un artículo del Middle East Review of International Affairs (vol. 6, núm. 3, septiembre 2002) de Ibrahim al-Marashi, Iraq’s Security And Intelligence Network: A Guide And Analysis. El contenido de otras seis páginas está copiado de artículos de Sean Boyne y Ken Gause, publicados en Jane’s Intelligence Review, en 1997 y en noviembre pasado. Ninguno de estos autores es mencionado como referencia. Las únicas muestras de creatividad de los autores del documento son algunas cifras infladas y un notable endurecimiento de la línea de las afirmaciones originales. Lashmar y Whitaker señalan, por ejemplo, que donde el original dice que el aparato de seguridad iraquí, Mukhabarat, se dedica a "ayudar a grupos de oposición en regímenes hostiles", el documento dice "apoyar organizaciones terroristas en regímenes hostiles". Esta revelación pone en evidencia que, o bien estas dos potencias carecen de fuentes de inteligencia, o es tal su desdén y menosprecio por la comunidad internacional que piensan que les pueden hacer creer cualquier cosa.

EL OTRO SHOW
El fraude del documento británico es tan grave como aquella presentación que tuvo lugar en ese recinto de la onu el 27 de noviembre de 1990, cuando la empresa de relaciones públicas Hill and Knowlton organizó una presentación de testimonios de los supuestos crímenes cometidos por las tropas iraquíes en su invasión a Kuwait. En aquella ocasión destacó la revelación de una joven de quince años que sólo se hizo llamar Nayirah, quien declaró haber visto cómo soldados iraquíes sacaban quince bebés de incubadoras para robarlas, dejando a los prematuros morir en el suelo frío. Varios investigadores y periodistas, como John Martín, de la cadena abc, y el grupo Middle East Watch, demostraron que Nayirah no había estado en Kuwait durante la invasión, ya que vivía en Washington con su padre, el embajador de ese país. También demostraron que la historia había sido fabricada por Hill & Knowlton para crear una causa pasional que hiciera al pueblo estadunidense aceptar la necesidad de una guerra. Esto no quiere decir que el ejército iraquí no haya cometido atrocidades en Kuwait, pero la urgencia de ir a la guerra (Bush padre quería comenzar el ataque desde el mes de agosto de 1990 y su gabinete debió convencerlo de esperar hasta el 16 de enero) y eliminar cualquier posibilidad de una solución pacífica, motivó a Washington a fabricar pruebas falsas.