Manual para destruir ciudades
Imagine usted que la delirante teoría mob (My Own Business) que se compone de tres movimientos: desorganizar, atacar, desaparecer, enunciada en 1961 por un tal doctor Kurt Unruh von Steinplatz bajo los auspicios fantásticos de William Burroughs para destruir las sociedades actuales, es llevada a la práctica cada periodo vacacional en el zócalo de la ciudad por turbas crecientes de vendedores ambulantes que invaden cualquier espacio posible e instalan puestos donde ofrecen idénticas baratijas mientras hacen sonar decenas de bocinas todo el día con idéntica música chirriante que desquicia y ahuyenta a los turistas. Unidades de autoridad o gobiernos simultáneos, llamaba Unruh-Burroughs a sus organismos mob, destinados a colapsar lo existente. Los vendedores ambulantes no necesitan leer ningún grimorio terrorista para hacerlo, les basta la venalidad de la política municipal.
Imagine usted que un profesor rural lleva varias jornadas en huelga de hambre delante del indiferente Palacio de Gobierno, reclamando la reparación del despido de una escuela primaria en un lejano pueblo indígena, que achaca a represalias magisteriales. Lo rodean decenas de mujeres y niños loxichas, esposas e hijos de presuntos guerrilleros encarcelados que durante tres años han habitado terca e inútilmente bajo los portales del edificio en demanda de su liberación. El lugar hiede: es meadero, zoco, lavandería, cocina al aire libre, pista de juegos, dormitorio, salón de debates y valle de lágrimas, todo a la vez. El profesor anuncia que el miércoles al mediodía se ahorcará en un árbol de la plaza. Faltando algunos minutos para que se venza el plazo las autoridades responsables hacen acto de presencia y comienzan la negociación. Al día siguiente, el caricaturista de un periódico regional se pregunta en su viñeta: " ¿Y qué, al fin se ahorcó el güey ese?" No. Lo reinstalaron y fue a darle las gracias a la Virgen de la Soledad. Imagine usted que el urbanismo es una rama bastante descuidada de la criminología, según gustaba decir a los situacionistas en el siglo pasado, lo mismo que la frase marxista de que todo lo sólido se desvanece en el aire. También lo que no pertenece a la ciudad, aunque se lo adhieran: brechas lamentables que se bautizan con el nombre del edil recién llegado, mercados milenarios que se vuelven a delinear como tiendas sin alma, mordidas voraces del helado capital a las joyas irremplazables y encargadas, hormigas que todo lo quieren convertir en jaulas rentables, en un desierto idéntico. Pero la mirada puede hacer rescates invisibles, desvanecer de golpe los adefesios y ver lo de siempre, lo que hay que ver. Como lo acostumbra en sus rondas callejeras la anciana memoriosa que añora atmósferas sólo convocadas por su nostalgia: antes, las cosas no eran así. Si no hay verdades, sino sólo versiones, ¿en razón de qué tendría ella que aceptar la obviedad de un quebranto urbano que va pareciendo irreparable? Su recuerdo dolido es el conservadurismo en la posmodernidad.
Imagine usted que un oculto esteta vengativo
coloca gallinas monstruosas, cabezas deformes, jardineras enfermizas, prohombres
de arquitectura malvada, bustos pantagruélicos, héroes de
fealdad irreparable, fuentes que ni el agua dispensa, formas genéticamente
esquizas en la esquina de cualquier ciudad. ¿Es uno, somos todos?
¿Es el olvido, la memoria avergonzada? "No dejes de pensar en el
mañana, el ayer ya se fue", canta Fleetwood Mac bajo la sombra de
los laureles de la plaza provinciana, en una grabación pirata desde
un amplificador distorsionado que lucha sin éxito por imponerse
al de junto que también fracasa ante el más próximo,
derrotado por aquél de más allá. La vida puesta en
práctica, aunque contenga su propia disolución. O la época
que cada día crea su propio nihilismo, más los inspectores
del municipio sobornados por hacer como que no ven: el caos significa dinero.
Imagine que cuando contempla el abismo, el abismo lo contempla a usted.
Imagine que abandonar las ilusiones acerca de la condición de la
ciudad es abandonar una condición que requiere ilusiones.
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