Juan
Carlos C. Rosas
Destrazos
(teorema
en tres dimensiones)
Estoy
trazando figuras geométricas sobre este papel; círculos,
triángulos, polígonos, sólo me queda la esquina inferior
derecha para llenarlo. Hace media hora espero a que Ifigenia suba a mi
cuarto y, tal como me lo advirtió, ponga orden a este relajito de
cosas. Lo que ella no sabe, es que es un aparente desorden porque todo
está geométricamente plano fuera de su sitio. Mi calzado
linealmente está como lo demás, en dos dimensiones y al mover
el piso o movernos de lugar estratégicamente, queda solucionado
el desmadre. Mis zapatos los he identificado como triángulos, el
bote de la ropa sucia lo marqué con dos círculos encimados,
el banco, que me sirve a veces de escalera, es un polígono irregular.
La colcha con dibujos rectangulares y cuadrados está desaliñada
pero, por lo mismo, cambiando de posición pasa por bien tendida.
Lo único que me preocupa es el polvo que está arriba del
librero y una telaraña que crece en una esquina superior de la puerta.
Pronto estará repleta la hoja con mis trazos y tendré que
utilizar su reverso. Esto de rayar papeles y hacer dibujitos es una manía
que cuando me entra, no la puedo controlar (quizá soy un artista
frustrado). Ifigenia fue clara y contundente: "Este cuarto debe estar ordenado
antes, durante o después de que yo entre." No dejó prórroga,
ni resquicio en el tiempo. Se adueña de mi pasado, mi presente y
mi futuro cual sin más. Pero cuando llegue aquí, mi teorema
dará resultado y esta será una muestra de mi mejor prestidigitación
dimensional.
Ifigenia tiene la manía de darle
de comer a las palomas en su patio, las migajas que sobran del almuerzo.
No tolera que las aves le desprecien el mínimo trozo. Cuando así
lo hacen, las castiga dejándolas sin migas durante cinco días,
hasta que se devoren lo esparcido. Ifigenia no soporta mis ironías
ni mi indiferencia, ni cree mucho en la magia. Se desespera cuando invento
silencios y prefiero contemplarla, guardando para mí sus detalles.
A Ifigenia le acosa el sentido del deber y quiere aparentar autosuficiencia.
Como muchas mujeres, se cubre con su velo de misterio.
Miro
mi reloj, el minutero ya marca un ángulo de cuarenta y cinco grados
respecto a la manecilla de la hora. La hoja está atiborrada de figuras.
Me surge una duda; voltear el papel, ¿no alterará este plano
de cosas? Oigo un timbrazo que me sacude repentinamente. Debe ser ella.
En unos segundos le abrirán la puerta y cruzará el patio
hasta la escalera en espiral que la traerá a mi cuarto. Mientras,
me haré el desentendido y en el reverso de la hoja seguiré
haciendo mis trazos. Se me antoja de pronto dibujar un cono, y luego un
cubo; busco darle el efecto tridimensional y oscurezco sus costados hasta
proyectar su sombra en la superficie. Ahora intentaré una esfera.
Ya escucho sus pisadas en los escalones. Me preparo a recibirla con una
anfitriona sonrisa y un "pensé que ya no venías". Por último,
dibujo un cilindro y me quedo confundido al observar el papel como un espacio
aislado entre mis manos. Inconscientemente he solidificado las figuras
geométricas y el plano bidimensional de las cosas se ha modificado.
Ifigenia llama a mi puerta con tres fuertes golpes. Mi única salvación
está en voltear la hoja nuevamente y esperar que no haya sufrido
ninguna alteración. Acudo a abrirle, hoja en mano, más azorado
de lo previsto. Con su dulce sonrisa me saluda y estira el cuello intentando
ver de inmediato el interior del cuarto. Resignado la dejo pasar y exclamo
como un ilusionista que inicia su numerito: "Lo que tus ojos ven no es
la realidad, es un engaño óptico. En un tris todo esto se
transformará." Ifigenia, impaciente, me mira penetrándome
hasta el alma (cuando ella me mira así me quedo sin habla y sin
aliento, no sé si es por su carácter irreductible o por esta
forma diferente de belleza que me trastorna) "¿Por quién
me tomas, eh?", se sulfura levemente quitándose sus elipsoidales
gafas. "¡No te hagas el payaso! Quiero que empieces a recoger este
mugrero, ¡pero ya!" Sin perder la calma, a pesar de sus ojos fulminantes,
hago uso de la hoja de papel que conservo en mis manos diciéndole:
"Prepárate para ser testigo del mejor acto de magia que jamás
hayas visto."
Doy vuelta a la hoja con las figuras geométricas en el plano bidimensional
hacia arriba. Como si fuera una revolvedora de cemento, en un segundo,
damos un giro completo junto con el cuarto. La gravedad hace su desaguisado
y nos envía al centro de la habitación bajo una lluvia de
papeles, libros, calcetines, trusas, pantalones y objetos voladores no
identificados por su cercanía. Creo que volteé muy rápido
la hoja y las dimensiones contenidas entrechocaron. Ahora esto es peor
que un chiquero. Anonadada y con las manos en la cabeza (cubriéndose
de los últimos proyectiles provenientes del bote de la basura),
Ifigenia me lanza una más de sus miradas, flagelándo me por
completo. "¡Me quieres explicar qué carajos es esto!" Con
una estúpida sonrisa, un madrazo en la oreja derecha, mi pijama
de rayitas como turbante y una lata de cerveza apachurrada a mi costado,
sólo atino a decirle: "¿Sabes?, es una larga historia, muy
complicada, de..." "Tú y tus historias complicadas", me interrumpe
enfadada.
Sin dignidad y contrariado por mi fracaso,
arrugo con furia la hoja de los trazos fallidos y la lanzo por la ventana.
Reflexiono después de haber tirado el papel hecho bola y tengo un
mal presentimiento. Alrededor nuestro vemos desmoronarse el piso tragándose
el mar de cosas que nos circundaba, la cama en forma horizontal cae como
una alfombra mágica llevando encima un pedazo de mi guitarra y el
banco casi intacto. Miramos al vacío donde los objetos rebotan desincronizadamente.
Después del ruidazo, sube hasta nosotros una nube de polvo que nos
envuelve y provoca un ataque de tos obligándonos a mover lo menos
posible ante el riesgo de caer. Cuando se disipa la polvareda, Ifigenia
me ve todo tiznado e inicia un recital de carcajadas convulsionándose
de la risa, con lo cual tengo que sujetarla para evitar el desplome final.
Ya más tranquila, me interroga secándose las lágrimas:
"Y ahora, ¡cuéntame! ¿Cuál es esa historia complicada?"
Yo respiro profundamente y miro hacia abajo.
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