La Jornada Semanal,   domingo 9 de febrero del 2003        núm. 414
Alabanza y simplificación de Álvaro de Campos
(fragmento)

Mario Cesariny

NOTA DEL AUTOR A LA PRIMERA EDICIÓN (1953)

Parece ser que hubo Navidad y Año Nuevo y decidí retribuir así algunas de las buenas fiestas en que amigos y parientes tuvieron la bondad de involucrarme: la impresión del presente fragmento de mi poema "Alabanza y simplificación de Álvaro de Campos", para vender a los amigos, y a los parientes, por veinticinco centavos.

El poema ya es viejo, pero también es barato y siempre anima el ambiente. Da, supongo yo, cierta compensación, principalmente en esta época en que algunos de los más festivos se dan a la tarea de iniciar lo que ha de ser, lo que ya es martirologio de Fernando Pessoa. Los más cumplimentados no dejarán por cierto de perpetuar los festejos con una bella unión de grandulas, de las cuales saldrán grandes fichas obnóxias con los siguientes decires: Poetas botarates: Fernando Pessoa, Rainer Maria Rilke, etcétera. Poetas Muy Buenos y de Muy Poco Juicio: este, aquel aquelotro.

Simplificar a Fernando Pessoa tomando en préstamo algo de su lenguaje, y transformarlo en algo manido, es algo que cada uno sólo debe cometer una vez. Quede, por la parte que me toca, el molde de la caída y el valor de la experiencia: las personas leídas descubrirán de prisa dónde está el logro y dónde pudo hacer su hogar la autenticidad. Las otras, las no leídas (¡entusiastas, éstas!) me dan ganas de decir de inmediato algo que el poema no dice:

Que Fernando Pessoa es un gran poeta. Viajó siempre en primera clase, incluso cuando no se trasladaba.

Sólo las personas que no viajan odian las clases que tiene el tren.

Quien alcanza a viajar, aunque sea sólo en tercera, va siempre radiante. No se preocupa de tales cosas.

Las personas que no viajan también tienen sus cualidades, son como los jefes de estación: bondadosos, diligentes, aplicados. Pero no viajan, y ya. ¿Para qué nos quieren convencer de que viajan?

Así como la Poesía no es para un par de zapatos, así Fernando Pessoa no es para todos los días. No consta, sin embargo, que Pessoa haya querido monopolizar los días. Si diésemos a Pessoa los días que él tiene, haríamos como él y hasta podríamos, como él, ser grandes, con muchos días para él y para muchos de nosotros, sus iguales en un desastre.

Que no conviene nombrar

Hay una hora, hay una hora cierta
que un millón de personas está saliendo a la calle
Hay una hora, desde las siete y media de la mañana
que un millón de personas están saliendo a la calle.
Estamos en el año de gracia de 1946
en Lisboa, saliendo a media calle.
¿Salimos? ¡Pero sí, salimos!
Salimos: seres comunes, gente-gente, ojos, narices, bocas, gente feliz, gente infeliz, un banquero, sastres, telefonistas, pescaderas, dependientes, desempleados,
Unos con otros, unos dentro de otros
tosiendo, sonriendo, abriendo los abrigos, bajando a los mingitorios para tomar
el tranvía.
gente retrasada con relación al barco a Barreiro
que al final aún estaba allá pitando estridentemente,
gente de luto, normalmente silenciosa
pero obligada a hablar al vecino de enfrente
en la plataforma veloz del tranvía en marcha,
gente jovial acompañando entierros
y una madre triste aceptando dos pasteles para su niña.
Hay una hora, es decir: Lisboa y mucho más.
Humanidad cordial, en suma,
con todas las consecuencias de eso mismo
Y saliendo saliendo hacia la mitad de la calle.

Y ahora, en este momento ¿qué horas son?
la telefonista guarda el bilé en el bolso los audífonos conecta
eléctricamente Lisboa con Santarém
y comenzó el día
el albañil subió al tejado más alto y cantó cualquier cosa
para comenzar el día
el banquero se sentó, tomó un habano, pensó un poco en la familia
y comenzó el día
la pescadera se infectó la pierna izquierda en los basureros de la Ribera
y comenzó el día
el desempleado se levantó, vio la lluvia por la ventana, e imaginóse banquero
para comenzar el día
y el presidiario, al escuchar la campana de las nueve,
comenzó su día sin dar inicio a nada.

Ahora humo, trepidación,
Correas volantes de uno a otro extremo de la fábrica aislada,
Cigarros a medio fumar en ceniceros de plata,
Azotar de puertas –¡zas!– en muchas oficinas públicas,
Una vieja muriendo silenciosamente en plena calle
Y un detenido recibiendo garrotazos si bien creen en él.
Ahora llanto y llanto
En la bata de la manicurista apetitosa del salón Azul.
Ahora, regresión, millones de años hacia atrás,
Patas en vez de manos, belfos en vez de labios,
Cocodrilos riendo en corredores bancarios
A pesar de que las mujeres hayan barrido bien el piso.
Ahora todo esto y nada de esto
En plena e indecorosa licenciosidad comercial
Haciendo trastadas, rascándose, arruinado, arrugando el traje detrás de los vidrios
¡un tiro en la sesera y muchas gracias, siempre a sus órdenes!
(la vieja ya murió y en su lecho de muerte
hay ahora un automóvil verdaderamente aerodinámico
y haciendo telefonía: and you, and you my darling?)
¡Hace una hora, esto! ¡Hace dos, ESTO!
¿Y yo?
Yo, nada. Yo, yo, está claro...

Me detengo un poco enrollando mi cigarro (llueve)
y veo un gato blanco en la ventana de un edificio bastante alto
Pienso que la cuestión es la siguiente: la gente cierta gente sale a la calle,
Se cansa, muere todas las mañanas sin provecho ni gloria
¡Y hay gatos blancos en la ventana de edificios bastante altos!
Sin embargo ahora pienso
Que los gatos son los únicos burgueses
Con quien aún es posible pactar
¡Ven con tal desprecio esta sociedad capitalista!
Se sirven de ella, pero desde lo alto, desdeñándola...
No, la probabilidad del dinero aún no estropeó completamente al gato
Sino del gato hacia arriba ¡ni pensar que eso es bueno!
¡Propalan no sé qué náusea, se me revuelve el estómago sólo de mirarlos!
Son criaturas, es verdad,
Gente sensible y a veces buena
Pero tan recomplicada, tan retorcida, tan ininteligible
Que ya consigue llorar, con cierta sinceridad,
Lágrimas cien por ciento hipócritas.
Y lo cierto es que aún tienen muchachos de Arte, gente
que puso a la alegría a pedir limosna y esa misma noche fue a comprar entradas al
cine porque hay que ir al cine, él es forzosamente, es por el amor de Dios, ¡ah, no! ¡no! ¡eso no!, ¡no se detengan con esa taquilla!
¡Vamos a estar tan bien! ¡Toda va a ser Tan Bonito!
Ah, ¿y quién ve el logro? ¿A quién le huele esto a rancio?
¿A qué se debe que la cliente de Panos Limitada no exige tres cuartos del cine y no tres cuartas partes de lana de carnero?
¿Por qué la pianista compra en Alves Redol cuando está pensando en las piernas y en el pecho del rubio galán yanqui?
¿Y por qué diablos despide el señor Director a tres humildísimos empleados
cuando la verdad es que ya pasaron tres meses y aún no vio a uno que diera el ancho?
Con cierta especie de solidaridad
Me acuerdo de ti, Mario de Sá-Carneiro,
Poeta-gato-blanco en la ventana de muchos edificios altos.
Me acuerdo de ti, ahora pues, para saludarte,
Para decir ¡bravo y bravo, eso mismo, tal cual!
Hiciste bien, ¡viva Mario!, antes la muerte que esto,
Viva Mario dando un aletazo un golpe de ala y estrellándose todo acá abajo
(viva, principalmente, lo que no llegaste a saber, pero eso es ya otra historia...)

Y con una solidaridad mucho más viva
Me acuerdo de ti, mi vecino de abajo,
Zapatero-gato-blanco, pero esta vez de la planta baja...
Es curioso que no te puedas suicidar
Sólo porque tu ventana está al nivel del mundo
Y que cantes alegremente de la mañana a la noche
Como una casa de seis pisos encima de ti.
También tú fuiste empujado, también te dijeron: ¡Fuera, gato!
Pero esto te pareció natural (¿y de veras no lo es?)
Y ahora, guardando en ti todas tus grandes cualidades
Vas viviendo un poco al margen, un poco en el quinto piso...

Arrojo el cigarro que ya me sabía amargo
Y me decido a caminar ¿pero para qué? ¿Pero hacía dónde?
Las tiendas están abiertas pero nunca se vio algo tan cerrado
¡Ah! héroes del trabajo, ¡qué cosas raras hacéis!
No soy un proletario luego se ve
pero odio cordialmente el gaterío
y en cuanto a los cocodrilos, ni los del Jardín Zoológico me atraen
cuanto más éstos! Y aquí comienza el embrollo...

El poco amor que tuve a la burguesía
Lo dejé todo en un burdel
Cuando me preguntaron: ¿quiere así? ¿O así?
Y ahora, era fatal, falto a la oficina,
Falto a la oficina, puntualmente, todas las mañanas.
Pero veamos, oh alma mía, si puedes, arreglemos
Un poco la casa oscura que te dieron.
Yo
Estudié música, como todo mundo

(¿o tal vez un poco más que todo mundo?)

No. Por aquí no nos entenderemos.
Estudiemos otro papel. Otro fin. Otras músicas.

Recomencemos: Uno:
Estos versos no quieren de ningún modo ser versos
Porque quien hoy en Portugal quiere de alguna forma hacer versos versos
Está en un berenjenal

(este es el primer artículo de mi constitución)
Segundo:
A pesar de todo, salí a la calle con bastante naturalidad
¿Y qué vi? ¿Qué es esto? (¿y qué esperaba yo ver?)

Tercero:
(y aquí comienza, tal vez, el desembrollo)
vi también un vapor que iba a Barreiro
y tuve pena de no ir en él
pero no soy un proletario (no, aún no)
y atravesar nadando ¿quién dijo que puede?

Me quedé a verlo: primero desde el muelle
Con un cierto aire simpático de proletario de los mares
Y atestado de gente ¡de tantas especies!
Después a mitad del río, claro y nítido,
Después un punto vago en el horizonte (¡oh angustia mía!)
Punto cada vez más vago en el horizonte

Y de repente, al dar vuelta en la esquina, y luego en otra esquina,
Veo una nueva especie de ahorcado
Un nuevo hombre arriba de una escalerilla
Pegando carteles de esta clase:

Vota por Salazar

Me detengo. Me detengo de nuevo. Me detendré siempre mientras
Fijen carteles de este género.
Curioso, curiosísimo género.
Un jefe no es grande por el nombre que se agenció.
Salazar Xavier Francisco de Cunha Altinho eso qué importa.
Un jefe es grande por sus obras, por el amor que inspira.
Pues los fascistas nuestros buenos fascistas
Quieren que la gente vote por un nombre
¡Por un nombre calcula esa cosa cualquiera que cualquier fulano tiene!
Vota por Salazar ahora pues oh pueblo mío
Vota por siete letras muy bien arregladas en tres sílabas.

Echo la cabeza hacia atrás para dejar salir la carcajada
Y me acerco al hombre trepado en la escalerilla
Me acerco tanto que él advierte
Que alguien se acerca
Y el brazo le cae, pesadamente, goteando agua en una cubeta

¡Da los buenos días a este hermano, a este buen hermano
que anda pegando carteles para no morirse de hambre!
 

Versiones de Miguel Ángel Flores