Un espíritu
rabiosamente rebelde
Germaine Gómez
Haro
Germaine Gómez Haro nos recuerda
una opinión de Magritte sobre Matta: es un joven que viene de América
del Sur. Hace unas pinturas mil veces más interesantes que las de
Miró. Tiene cantidad de ideas. Tal vez este sea el dato fundamental
de la vida y la obra del maestro chileno: una eclosión constante
de ideas y una huida sistemática de las novedades nuevas y de
los lugares comunes manoseados ad nauseam por los mercachifles del
arte. Breton dijo que Matta era un surrealista nato y Germaine precisa
que en el universo mattiano se fusionan el cosmos, la naturaleza, el hombre,
la tierra y el infinito. Roberto Matta, esté donde esté,
seguirá siendo un genial outsider, un encantado observador
de estrellas.
Roberto
Sebastián Matta Echaurrén, fallecido en noviembre de 2002
a los 91 años de edad, fue una de las personalidades más
originales e influyentes del panorama artístico del siglo xx. Guerrero
incansable hasta el último día, su campo de batalla fue la
pintura y su legado, una pléyade de lienzos enormes tanto en formato
como en contenido. Telas cargadas de fuerzas telúricas y cósmicas,
torbellinos de líneas y luces fulgurantes que revelan su necesidad
de expresar lo inefable, los misterios insondables del ser interior y su
proyección hacia el infinito. Arquitecto de formación, físico
y matemático por pasión, pintor-poeta considerado el último
representante de la primera generación de surrealistas europeos,
y piedra de toque del expresionismo abstracto estadunidense, Roberto Matta
es referencia obligada en la historia del arte moderno universal.
Matta nació en Santiago de Chile
en 1911 en el seno de una familia burguesa de origen vasco-francés.
Se formó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica
de su ciudad natal, pero muy pronto su espíritu liberal y rebelde
lo llevó a romper con su familia y con su país, y en 1933
decidió viajar a Europa e instalarse en París. Al poco tiempo
consiguió trabajo en el taller del prestigiado arquitecto Le Corbusier.
Pasó la Navidad del 34 en Madrid, donde conoció a Federico
García Lorca, quien le ofreció una carta de presentación
para su amigo Salvador Dalí. En 1936 se instaló unos meses
en Londres y trabajó para Gropius y Moholy-Nagy. Ahí conoció
también a Henry Moore, a Roland Penrose y a Magritte. El pintor
belga quedó gratamente impresionado por el chileno, de quien más
tarde expresaría: "Matta es un joven que viene de América
del Sur. Hace unas pinturas mil veces más interesantes que las de
Miró. Tiene cantidad de ideas".* Sin duda, además de su genio
creativo, Matta siempre tuvo un talante cautivador.
Años después, el pintor lamentaría
que su "falta de experiencia e ignorancia" no le permitieran, en su momento,
aquilatar la importancia de todos los personajes que tuvo la oportunidad
de conocer. Sin embargo, sostenía que la experiencia fundamental
que lo marcó en esos años fue el descubrimiento de Marcel
Duchamp y de Man Ray en la revista Cahiers d´Art: "Esa fue
la revelación: era posible, pues, pintar el momento del cambio."
Con esto se refería a la posibilidad de captar lo trepidante y fugaz
del tiempo y del espacio, la realización de una pintura "sensible",
antirracional, que fue su leitmotiv a lo largo de toda su creación.
Tras
el impacto producido por el fusilamiento de García Lorca, Matta
decidió romper definitivamente con la arquitectura para dedicarse
de lleno a la pintura. De regreso a París, en 1937, se presentó
a Dalí con la nota que le había dejado el poeta granadino.
El surrealista español lo remitió con André Breton,
quien, a su vez, quedó seducido por la personalidad del chileno
y por la frescura de sus dibujos, y lo reconoció como un "surrealista
nato". A partir de ese momento, Matta ingresó en las filas del surrealismo
y se convirtió en el más joven y dinámico integrante
que llegó a insuflar aires nuevos al movimiento que atravesaba por
un periodo de estancamiento.
Al año siguiente, 1938, participó
con cuatro dibujos en la célebre Exposición Internacional
del Surrealismo, organizada por Breton, Eluard, Duchamp y Man Ray.
Sus primeros dibujos, realizados con grafito y lápices de crayón,
barruntan el complejo universo mattiano que fusiona el cosmos, la
naturaleza, el hombre, la tierra y el infinito. Son paisajes de formas
vegetales y orgánicas, donde se adivinan siluetas humanas amalgamadas
en las masas de volúmenes difuminados; nalgas, senos, manos u ojos
se asoman entre las líneas voluptuosas y los escarabajeos aparentemente
caóticos. Son obras sugerentes y misteriosas que contienen una alta
carga sensorial y erótica.
Hasta
entonces, su exploración plástica se había limitado
al trabajo dibujístico, pero ese mismo año, durante una estancia
en Bretaña con Gordon Onslow Ford, lo incitó a lanzarse al
campo de la pintura. Así comenzó a elaborar la concepción
de sus Morfologías psicológicas
que serián
la piedra de toque de su devenir pictórico. Durante ese año
y el siguiente se dedicó a perfeccionar la técnica y llevó
a cabo una decena de estas Morfologías también conocidas
como Inscapes-, metáforas poéticas de paisajes
interiores que, a mi parecer, son de sus obras más originales,
tanto por el efecto formal como por el misterioso entramado de símbolos
que encierran. Así lo expresa el artista: "El mundo de la morfología
psicológica da forma a nuestros pensamientos más desenfrenados.
Es un Infierno-Paraíso donde todo es posible. Ahí el deseo
más recóndito se puede hacer realidad como por acto de magia.
Los detalles de la estrella más lejana pueden volverse tan aparentes
como
las líneas de la palma de la mano. Los objetos encuentran una proyección
en el tiempo. Aquí se revelan todos los objetos que no serían
percibidos más que a través de un microscopio
"
Al inicio de la segunda guerra mundial
en 1939, a instancias de Marcel Duchamp, Matta emigró a Nueva York,
donde se encontró con sus compañeros surrealistas Ernst,
Masson, Tanguy, Dalí y Breton. Entre otros exiliados europeos estaban
Chagall, Léger, Lipchitz, Mondrian, Seligmann y Zadkine. Los desastres
de la guerra harían de Nueva York la nueva capital internacional
del arte.
NUEVA
YORK:
EL CRUCE DE CAMINOS
A
su llegada a Nueva York en 1940, Matta encontró un ámbito
artístico un tanto estancado. Prevalecía el Realismo Social
y la pintura regionalista, pero la tensión generada por la guerra
sacudió a las jóvenes generaciones que buscaban nuevos caminos
para expresar sus tribulaciones. La personalidad extrovertida y audaz de
Matta, además del hecho de estar casado con una norteamericana y
hablar perfectamente el inglés, propició su acceso e incorporación
al medio artístico neoyorquino; sus contemporáneos se sintieron,
de inmediato, seducidos por el sofisticado y extravagante artista sudamericano
e imantados por la fuerza de su creación. Matta se relacionó
con críticos e historiadores del arte como Meyer Shapiro y Lionel
Abel, y entabló amistad con los futuros expresionistas abstractos:
Gorky, Baziotes, Pollock, Kamrovsky, Busa y Motherwell. Este último
lo define así: "El entusiasmo de Matta creó el efecto de
un cataclismo en medio de la depresión morosa que prevalecía
entre los artistas americanos [
] Fue el más enérgico, el
más poético, el más encantador y el más brillante
de los jóvenes artistas que haya conocido."
La necesidad de encontrar nuevos temas
y formas de expresión los condujo, bajo la égida de Matta,
a revalorar los fundamentos del surrealismo que, para entonces, ya había
caído en ciertos convencionalismos. Matta consiguió por un
tiempo el liderazgo de este grupo y promovió entre ellos la exploración
del lenguaje no figurativo por la vía del automatismo, para expresar,
sin limitaciones conceptuales, los claroscuros y las ambigüedades
del mundo interior. Otro punto de encuentro entre Matta y los jóvenes
norteamericanos fue su interés por el arte primitivo. Matta
fue un profundo admirador y coleccionista del arte aborigen americano,
al que hace alusión en numerosas obras durante la década
de los cuarenta, como la conocida pintura extrañamente titulada
Here
Sir Fire, Eat!, que evoca sutilmente un ritual antiguo.
En
1940, Matta participó en la Exposición Internacional del
Surrealismo organizada por Wolfgang Paalen y César Moro en la
Galería de Arte Mexicano de Inés Amor. El año siguiente
viajó a México con Robert Motherwell, experiencia fundamental
que marcó el devenir de ambos artistas. Para Motherwell, en tres
meses hizo "el aprendizaje de diez años de surrealismo", mientras
que Matta "toma conciencia del poder aterrador de la Tierra", sensación
que inspirará toda una serie de obras que define como "caoscósmicas".
En la pintura Be Grave, a Fool is Coming,
aparece un personaje en
la sección izquierda que remite a las máscaras monstruosas
del dios maya Chac. A partir de entonces, el chileno incorporó
a su creación elementos de las culturas precolombinas, africanas
y de Oceanía.
En un lúcido ensayo de Octavio Paz
que se publicó en el catálogo de la exposición retrospectiva
de Matta en el Centre Georges Pompidou, el poeta señala que 1942
fue una fecha axial para el artista chileno, para la pintura norteamericana
y para el arte de la segunda mitad del siglo xx. Los jóvenes pintores
norteamericanos, ávidos de nuevas imágenes y experiencias,
encontraron en Matta la fuente de inspiración anhelada. Aunque ahora
parezca intrascendente, hay que señalar que la utilización
de los formatos monumentales que caracterizan a los expresionistas abstractos
también se debe a la influencia del chileno, quien promovió
entre ellos la gestualidad libre en esas superficies extensas, antes inéditas.
En el año de 1944, Matta realizó
dos de sus pinturas más reconocidas: El ónix de Electra
y
El
vértigo de Eros. Desde mi punto de vista, el signo más
innovador de estas obras es que inauguran la creación de un nuevo
espacio a través de una perspectiva lineal muy compleja, un laberinto
inasible de líneas que evocan, simultáneamente, la inmensidad
del universo y las profundidades inabarcables de la psique. William Rubin,
quien fuera director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, equipara
en importancia esta novedosa perspectiva espacial a la del pintor metafísico
Giorgio de Chirico.
Los
horrores de la segunda guerra mundial marcaron un tour de force en
el proceso creativo de artista chileno. En el afán de expresar sus
cuitas en torno al dolor y al sufrimiento de la humanidad especialmente
en lo referente a los campos de concentración Matta introduce en
su pintura la figuración y abandona la exploración del subconsciente
en favor de una visión humanista y objetiva. Este viraje ocasiona
un cisma dentro del movimiento surrealista: Matta es considerado un traidor
y es excluido del grupo. Sin embargo, en mi opinión, aunque con
el tiempo su obra se volvió cada vez más intelectual y compleja,
conservó hasta el final la esencia de ese espíritu surrealista
que le permitió desplegar sin límites su imaginería
desbordante.
En 1948, Matta decidió regresar
a Europa. Vivió un tiempo en Roma y en Londres, viajó por
todo el mundo y, finalmente, en 1954, se instaló en París.
A partir de entonces, se interna en la exploración de las más
variados técnicas y medios. Para él, todo elemento es terreno
fértil, llámese tela, papel, arcilla, bronce, plata, video
Sobre ellos, escribe, pinta, dibuja, esculpe, modela, compone. Subversivo,
sagaz, mordaz, irónico, amante del humor negro y de la transgresión,
Matta nunca se cansó de discutir, denunciar, blasfemar en contra
de la violencia, de la injusticia social y de la deshumanización,
que fueron sus tribulaciones más intensas.
Su repertorio temático incluyó,
cada vez con mayor vehemencia, hechos que afectan al ser humano en su contexto
histórico-social, revelando su acendrada postura ética. Aparecen
en su pintura los "personajes-totem", inspirados en las llamadas culturas
primitivas
que
admiraba profundamente, y surgen seres descarnados, violentados, con las
entrañas abiertas. Como reflejo de los avances tecnológicos
y su impacto sobre la humanidad, sus personajes se
robotizan, en
respuesta crítica a la ciencia ficción y al desmedido culto
del hombre a la tecnología.
EL
METEORO MATTA
Tras
recorrer a vuelapluma la larga trayectoria de Roberto Matta sesenta y
cinco años de pródiga creación se palpa la armoniosa
interacción entre ciencia, naturaleza y humanismo que fue el eje
cardinal de su quehacer artístico. Su fascinación por el
estudio de los ciclos biológicos, la actividad de los microorganismos,
la geología, la física, y su desmedida curiosidad por los
enigmas del espacio sideral, se enlazan con sus cavilaciones existenciales
en torno a la condición humana. Como un meteoro fulgurante que surcó
más de medio siglo de historia, Matta dejó impresas en sus
telas huellas insondables de campos magnéticos, en los que enjambres
de líneas caprichosas electrizan el espacio para evocar la Ley de
la Relatividad de Einstein, la Cuarta Dimensión o las geometrías
no euclidianas. La noción de tridimensionalidad y la indagación
del ámbito espacial fueron una constante en su lenguaje plástico.
La incorporación de sus preocupaciones filosóficas a su imaginería
fantástica, a través de la representación de un universo
ambiguo que fusiona la ciencia ficción con el mundo orgánico
terrenal y el arcano universo galáctico, son la esencia de su arquitectura
pictórica. Su pintura es un campo infinito de experimentación
donde se enlazan las nociones de espacio-tiempo-materia. Asimismo, su obra
revela una profunda nostalgia del Cosmos, de lo inaprensible del Universo.
Para
Matta, el hombre está hecho con los mismos átomos que las
estrellas y de ahí su anhelo de unión: "Así como la
experiencia del universo es individual escribe la experiencia de ser
individuo es universal." Su pintura es a un tiempo mística e intelectual,
telúrica y etérea, sublime y perturbadora, frágil
y violenta. Mirar la noche y alimentarse del universo; aprehender la inasible
mezcla de materia y energía, el Mysterium Magnum de que hablaba
Paracelso: elasticidad, impulsión, gravitación, actividad
eléctrica y magnética de sustancias corpóreas casi
invisibles, en combinación con paisajes interiores, psicológicos,
que nos hablan de la angustia y desasosiego del hombre ante el caos de
la modernidad y el impacto de los medios electrónicos y tecnológicos
sobre la humanidad.
En los últimos tiempos, Matta solía
definirse como un outsider. En el mundo actual globalizado, cada
vez más proclive a la homogeneización, ser un outsider
es un atributo. Matta recorrió el siglo xx como un meteoro solitario
que fue dejando a su paso destellos de lo que significó el objetivo
final de su creación artística: la contemplación atónita
del hombre ante el infinito.
*Todas las citas fueron
extraídas del catalogo Matta, Centre Georges Pompidou, París,
Francia, 1985.
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