Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 30 de enero de 2003
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Política

Las claves del conflicto

San Cristobal de las Casas, Chis., 29 de enero. Los hechos violentos ocurridos en días pasados en San Juan Chamula forman parte de una cadena de agresiones mutuas entre los grupos tradicionalistas -que son mayoría en los 120 parajes de la región- y los evangélicos, muchas veces aliados con los católicos romanos que también intentan contrarrestar la autoridad caciquil que históricamente ha controlado el poder político, económico y religioso.

Desde 1973, cuando los católicos tradicionalistas decidieron "cerrarse" para no permitir el ingreso de "culturas extrañas", se inició una lucha interna con innumerables confrontaciones que ha dejado un saldo de entre 25 mil y 30 mil expulsados y decenas de muertos y heridos de ambos bandos. Sólo en los pasados tres meses ha habido siete muertos y 14 lesionados.

El sacerdote dominico Pablo Romo, ex vicario parroquial en Chamula, asegura que el conflicto en ese lugar es "por el poder y el control del territorio, y se manifiesta en el control del comercio, de las fiestas, del transporte, de la tierra y el agua", aunque los caciques lo quieren disfrazar de religioso.

Los pretextos para las agresiones han sido diversos, por ejemplo, los más recientes hechos parecen derivarse de la disputa de varios pozos comunitarios, pues caciques tradicionalistas se apropiaron de estas fuentes de agua que surten a habitantes de Tres Cruces, Zajaltetic y Bautista Chico, según denunció el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.

San Juan Chamula es un municipio con población tzotzil que se sitúa a 10 kilómetros de San Cristóbal. Durante décadas fue el principal bastión del PRI no sólo en Chiapas sino del país entero, pues siempre que había elecciones las boletas eran llenadas en la alcaldía por las autoridades en favor de los candidatos del tricolor. No se permitía el ingreso de ningún representante de partidos de oposición. (En el trienio pasado y en el actual no aceptaron la integración al ayuntamiento de regidores plurinominales del PAN y del PRD).

El ahora gobernador de Chiapas (de origen perredista), Pablo Salazar, protegido con un chaleco antibalas, es uno de los pocos que pudo ingresar a la zona en 1999.

La represión interna de parte de los caciques, en complicidad con los gobiernos priístas en turno, inició en 1973, cuando descubrieron que varios indígenas habían sido convencidos por el estadunidense Instituto Lingüístico de Verano para convertirse en evangélicos. Ahí comenzó la expulsión de miles de protestantes y católicos romanos -estos últimos fieles al entonces obispo Samuel Ruiz García- que fueron literalmente arrojados a esta ciudad para formar lo que entonces llamaron los cinturones de miseria en la periferia de San Cristóbal.

Pero el tema religioso fue sólo un pretexto para desplazar de sus comunidades a quienes habían comenzado a tener conciencia de sus derechos políticos y religiosos. Por eso las autoridades constitucionales prohibieron toda presencia en Chamula de Samuel Ruiz y el párroco Leopoldo Hernández fue expulsado desde 1974.

Desde entonces y hasta que Ruiz García abandonó el cargo por motivos de edad a principios de 2000, las relaciones entre las autoridades chamulas y la diócesis local nunca se reanudaron. Fue hasta que llegó el actual obispo Felipe Arizmendi Esquivel (mayo de 2000) cuando se dio una incipiente relación que terminó el pasado mes de abril con la expulsión de los sacerdotes Marcelo Pérez y Carmelo Jiménez, quienes habían sido designados para atender la parroquia. De todas formas desde hace algunas semanas un nuevo sacerdote atiende la parroquia. Después de la expulsión del padre Leopoldo Hernández Juárez en 1974, los tradicionalistas recurrieron, ya en los ochenta y a sugerencia del entonces gobernador, el general Absalón Castellanos Domínguez, al ortodoxo Agustín García, autodenominado obispo de San Pascualito, con sede en Tuxtla Gutiérrez.

Las expulsiones masivas prácticamente finalizaron a medidos de 1994, cuando el primer grupo de evangélicos desarraigados logró regresar, cobijado por la repercusión que provocó el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Cuando los caciques intentaron expulsarlos nuevamente en 1995, los protestantes se defendieron con armas de fuego, y asesinaron a cinco tradicionalistas. Desde entonces sólo ha habido amagos y agresiones mutuas. También desde entonces comenzaron a construirse ermitas en varias comunidades algo que estaba "prohibido", porque de esa forma la gente tenía que ir a rezar a la cabecera, el centro del poder. También ha influido el hecho de que los evangélicos han crecido en número y ahora tienen presencia en muchos de los 120 parajes del municipio. Otro hecho importante, aunque más reciente, es que por primera vez (desde el 8 de diciembre de 2000) el gobierno Chiapas lo preside un mandatario que profesa la religión evangélica y no es del PRI, Pablo Salazar Mendiguchía. ELIO HENRIQUEZ

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