Jornada Semanal,  domingo 19 de enero del 2003                 núm. 411

.TOLKIEN Y LOS PREJUICIOS

La obra y la personalidad del escritor sudafricano J.R.R. Tolkien han sido inspiradoras del amor incondicional de millones de lectores; por otra parte y no sé por qué, de los comentarios más envidiosos y antipáticos, sobre todo entre quienes admiten que no lo han leído.

Por alguna razón ignota los libros de fantasía irritan y encolerizan a quienes no gustan de ellos, como si la imaginación, que en todo buen libro de fantasía debe abundar, no fuera también la materia prima del resto de las obras literarias, del género que sea. La fantasía, según estas doctas almas, es pueril. Ese tipo de prejuicio hizo su aparición cuando Gore Vidal insultó a Úrsula K. Le Guin en ocasión de un homenaje luctuoso a Italo Calvino. Vidal alegó que una escritora de libros de fantasía y ciencia ficción, por estimable que fuese, no tenía derecho de estar allí. A mí me encantaría saber qué hubiera opinado Calvino al respecto, pero él ya estaba en el cielo de los escritores.

En el caso de Tolkien, además de ser acusado continuamente de infantil, ha sido tachado también de oscuro, pedante y hermético, aunque estas acusaciones sean contradictorias. Para ilustrar la postura de quienes atacan a Tolkien por ingenuo, citaré algunos párrafos de un artículo escrito por Anthony Burgess, publicado en ocasión del primer centenario del nacimiento de Tolkien. Dice Burgess en el artículo titulado "Nuestro Señor de los anillos": "Manifiesta ya desde el título su referencia a la usanza tribal germánica de ofrecer anillos a manera de presente. El libro tiene un sabor feudal, más que democrático: los temas son la lealtad y la lucha contra los enemigos paganos. [El libro] conlleva en sí algo de infantil, y este sentido de infancia es evidente en la falta absoluta de aspectos eróticos." Que Burgess no fue un lector atento de El Señor de los anillos es más que evidente, ya que en la Guerra del Anillo no hay "paganos". Hay partidarios de Sauron o enemigos de él. Lo del "sabor feudal, más que democrático" es una soberana platitud, en una obra en la que abundan los reyes. Además, si Burgess creía que la niñez y la ausencia de lo erótico son sinónimos, el ingenuo era él.

"Tolkien amaba la literatura anglosajona porque ésta no tomaba en cuenta a las mujeres", sigue Burgess. Una afirmación un poco abusiva, si hemos de creer, aunque sea un poco, al propio Tolkien, quien escribió al final de la primera parte de su famoso ensayo acerca de la traducción de Bewoulf: "Y es aquí donde yace la magia irremplazable del verso escrito en anglosajón antiguo para quienes tienen oídos y escuchan: emoción profunda; aguda visión, llena de la belleza y la mortalidad del mundo, agitadas por frases breves, toques ligeros y palabras cortas que resuenan como un arpa tocada con fiereza." Lo que hay aquí, y en casi todos los ensayos de Tolkien que tratan sobre Beowulf o los lais medievales que él estudió con atención e inteligencia, es amor por la belleza de un idioma, no la extraña misoginia de la que se le acusa. Su extraordinario pudor, presente no sólo en su obra, sino de manera evidente en los actos que conocemos de su vida, fue determinante en la concepción de sus personajes.

Guy Davenport, el ensayista estadunidense, nos cuenta que "cuando leí El Señor de los anillos, me costó trabajo, y me cuesta ahora, darme cuenta de que fue escrito por el balbuceante y ampuloso profesor J.R.R. Tolkien". Davenport afirma que padeció a Tolkien cuando fue su maestro, pues éste asumía incorrectamente que sus alumnos conocían la gramática del galés, del noruego, del anglosajón y se distraía mientras dictaba la clase. Para Davenport, El Señor de los anillos es, sin embargo, el libro de aventuras "más maravilloso desde Ariosto y Boyardo".

Para unos es un libro de aventuras, para otros, un libro épico. Pero para Tolkien, joven soldado en el frente del Somme, la guerra no fue un espectáculo grandioso, lleno de luz sombría, como son tantos libros épicos. Fue un infierno de lodo, muerte, piojos y ratas. Todos sus amigos de juventud, menos uno, murieron. La segunda guerra mundial y las horribles consecuencias que tuvo para Inglaterra, no cambiaron su idea acerca de la guerra. Tal vez El Señor de los anillos trata, como Tolkien decía de Beowulf,de otra cosa. Tal vez, "la derrota es el tema. El triunfo sobre los enemigos de la frágil fortaleza humana ha terminado y nos acercamos lenta e inexorablemente a la victoria de la muerte". Pero, ojalá, con el desesperado valor de Frodo.