Olvido García Valdés Los Volcanes de Vicente Rojo vienen a unirse a Señales, Negaciones, México bajo la lluvia, Paseo de San Juan y otros grandes momentos del periplo vital y artístico de un creador que siempre es fiel a sí mismo gracias a su voluntad de renovarse. En este preciso ensayo, Olvido García compara a Rojo con Klee (los dos son buenos seguidores de la exactitud aristotélica). Klee decía que el arte hace visible lo invisible. Los Volcanes de Rojo afirman que el arte hace sensible lo invisible. Al cierre de esta edición nos enteramos de la pérdida irreparable de Albita, la entrañable compañera de Vicente; vayan estas líneas como una manifestación de nuestras condolencias. ¿Por
qué velas? Uno debe velar, se dice.
Uno tiene que hacer acto de presencia. Franz Kafka, "De noche" ![]() También la pintura es conducto:
imagen en que cierto entendimiento pasa por los ojos buscando hacer sus
efectos en quien la mira. Vicente Rojo parece haber querido darnos, con
los títulos de sus obras, referencias. Algunas, menos concretas:
Señales,
Negaciones; otras, más localizadas y precisas:
México
bajo la lluvia, Paseo de San Juan, o, como ahora,
Volcanes;
encendidos, nocturnos armados, primitivos, construidos.Por la grieta
de estas denominaciones aparecen momentos, focos del vivir: imagen de la
niñez barcelonesa del pintor, cierta visión de luz y lluvia
en la llanura mexicana, cierto deslumbrado apego por la figura mítica
y tan próxima, tan poderosa, del Popocatépetl: la pintura
actualizaría así hechos de la percepción y la memoria. Hablar de la obra de Vicente Rojo requeriría entonces, al mismo tiempo, una afirmación y una negación que al confrontarse dieran cuenta de ese efecto, una suerte de secreto fulgor que la obra emite. Geometría y materia. Textura y rigor formal. Idea e imagen. Y una emoción refractaria o diferida, intensa. Cuadrado inscribe círculo, cúpula, caracol: hay algo casi sacro en esa presencia concentrada y neutra, una especie de fervor que transita la sobriedad así encendida. No plegaria, sino constatación: sustancia o caldeado persistir del ensimismamiento, materia que conforma los cuerpos ideales de la geometría. Materia intensificada: como si cada pieza respondiera a la vieja pregunta: ¿se puede dar una forma a lo que no ha de ser creído más que en el corazón? El sí y el no. Trasladar por la vista, construir aquello que no sólo no trabaja para la vista sino que parece hacerlo contra ella. Imprimiendo tacto, tomando forma del volumen, crear iconos. Hermosos como sumideros y exactos como mandalas, estos cráteres. Rojo hace de ellos una práctica una meditación que tiene por objeto la fijeza, y la precisa, enloquecedora variedad de las materias.
¿Pero no era la presencia materia
y esplendor de una forma? Si Klee, que conocía bien al Areopagita,
dijo que el arte hace visible lo invisible, Vicente Rojo tal vez matizaría:
hace sensible lo invisible. Porque si bien el ojo es conductor de grosor
y textura, de figura y color, el modo en que todo ello opera no se dirige
a la vista sino al tacto y la mente, a cierta intuición perceptiva
que ocluye los efectos y espejismo, los engaños y simulacros de
la visibilidad. Se convoca, pues, una presencia: y la eficacia de las formas,
su proceder reiterativo y analítico, minucioso, la exasperada indagación
de lo diferente en lo mismo, querría captar también el suave
atemperarse de un padecer o el enardecerse demorado de una idea. Cierta
explosión interior traduce sus fulgores en aquietamiento y penumbra.
Brasas: conmensurar en el alma las medidas de las cosas, durar. "Es posible
que la sombra/sea un animal que nos protege/del exceso de luz" propone
el poeta Eielson. Rojo recorre exhaustivo la tensión de las contrariedades y entre no y no no lo mero geométrico, no lo sólo matérico elige el arrebato de pintar la duración. Como en los maestros antiguos (un Malevitch bizantino, un Dubuffet con la mano de Piero): el mundo es del cono, de la esfera, del cuadrado, del círculo (hubo presagios: fuegos, triángulos, pirámides), pero ofrece su textura a la comezón del tiempo. ¿Pintar la temporalidad ouroboros
es pintar el pensamiento? En los volcanes de Rojo se halla el tacto de
la melancolía y la memoria, su rozadura, su natural tenacidad.
Y sus raros abismos: "una luz redonda y extraña circula alrededor
de la tierra", como dijera quien dejó a modo de señal una
sandalia. Y también: "...la sangre que rodea al corazón es
en los hombres el pensamiento". Igual que antes entre cielo y tierra viera
Vicente Rojo la lluvia, ahora entre lo hondo y lo alto levanta la escala
del volcán. El combate es de noche: sopesar contrariedades en el
círculo, ver si el ángel cojea. O decir, como Owen en Sindbad
el Varado: "el Corazón. Yo lo usaba en los ojos".
|