La Jornada Semanal,   domingo 12 de enero del 2003        núm. 410
entrevista con Homero Alsina Thevenet
Melisa Machado

HAT, para los lectores

Agrupadas, las iniciales de su nombre pueden leerse como el vocablo que en inglés significa “sombrero”. Homero Alsina Thevenet, de ochenta años, crítico de cine, periodista, editor, es el director del suplemento El País Cultural, de Montevideo, Uruguay. Ha escrito veinte libros. Trabajó en Buenos Aires y en Barcelona, integró jurados internacionales de cine y le fascinan las películas estadunidenses de los años treinta. Habla con frases cortas, de humor vertiginoso. Tiene, ciertamente, una “cabeza” –que no suele cubrir con ningún sombrero–, definitivamente “marcada” por tres obsesiones británicas: la tenacidad, la puntualidad y la precisión.

En las redacciones que ha dirigido o dirige HAT se conoce el "decálogo del buen periodista". Algunas recomendaciones son: las oraciones cortas son una ventaja para el lector que se resiste ante el párrafo largo. Hay que eliminar rodeos, se debe preferir la palabra concreta a la abstracta y es bueno desconfiar de los nuevos léxicos. "Esto es parte del sentido común: uno se da cuenta de lo que el lector digiere y lo que no. La precisión tiene una virtud: convence psicológicamente al lector. Un dato equivocado lo hace desconfiar", dice la voz de la experiencia.

Observar detalles, informarse bien, explicar el cómo y el por qué, son algunas de las condiciones que señala para hacer una buena crítica. "Pongamos un ejemplo: un matrimonio va a ver una película, a él le parece que está muy bien, ella dice que los personajes no le convencen. Ahí hay dos opiniones contrapuestas entre dos personajes que se llevan muy bien. Es el criterio del ‘me gusta/no me gusta’. Ese criterio no sirve si hay que trasladarlo por escrito. Hay que observar ciertos datos que faculten a un espectador a mirar esos mismos datos en la película. Además hay un trasfondo que consiste en leer al respecto para saber un poco más."

La discusión sobre el papel de la crítica lo lleva a otro de sus temas preferidos: el cine de autor. "En mi libro Primeros y últimos planos hay una nota sobre la película Las uvas de la ira. Fíjate lo fácil que sería decir ‘me gustó, quedé emocionado’ y no tener en cuenta al productor, a la novela, a la situación de presión económica de Estados Unidos, al fotógrafo. Detrás de esa película hay un juego de equipo. La relación entre ellos fue tal que John Ford, presunto autor de la película para la gente superficial, no le agregó una línea ni se la sacó tampoco. ¿Dónde está el autor de la película? En estos casos de complejidad de producción, como lo son prácticamente el ochenta por ciento de los casos del cine de Hollywood, saber un poco más es una enorme ayuda para interpretar y darle información al lector."

Cuando salió Primeros y últimos planos, el crítico de cine Fernán Cisnero, de treinta y seis años, escribió que Alsina insistía en un par de temas trasnochados: "El par de temas trasnochados eran el cine de autor y el de las listas negras de Hollywood. Y ocurre que no son trasnochados para nada, todavía se siguen discutiendo, no hay más que leer lo que dice cada uno de los directores y lo que ha sido su carrera. Tengo mis convicciones al respecto y creo saber lo que digo", aclara HAT.

Según él, la crítica de cine que se hace actualmente peca de "frivolidad y desinformación" y está limitada por el tipo de cine que se exhibe. "Quien mira cine de actualidad, sobre todo en Uruguay, debe pensar que la mitad de los habitantes de Estados Unidos son policías y que los demás son delincuentes. El cine dice eso y la crítica hecha bajo el criterio del ‘me gusta/no me gusta’ crea una idea equívoca. Se está ignorando un montón de cine que no es el norteamericano. El casi monopolio de Hollywood hace que ignoremos el cine de Hungría o Checoslovaquia y casi el noventa por ciento del cine europeo francés, italiano y hasta del inglés."

El sistema de la programación en bloque establecido por las distribuidoras de películas norteamericanas que exige que si un exhibidor quiere llevar un título debe llevarse también un cierto número de películas, "enfurece" a HAT. "El imperialismo norteamericano se manifiesta con el dinero y no con las armas. A medida que imponen condiciones no dejan sitio para los demás. Lo mismo ocurre en el cable y en el video."

Sobre el cine preferido por la mayoría de los críticos jovenes, manifiesta "reserva sobre la adoración prematura a Tarantino. Hay gente joven que piensa que este realizador inventó el cine policial y no revisó los antecedentes de hace cincuenta años. Las dos primeras películas que hizo este señor (Perros de reserva, y Tiempos violentos) me resbalan, me parecen un exceso de violencia. La tercera (Jackie Brown) no la vi."

HAT no teme a las comparaciones. "La generación anterior de críticos, a la cual parece que pertenezco, gente que escribió en los cincuenta y sesenta, tenía una formación inevitable pero muy útil." Se formaron viendo películas en los cineclubes de entonces, donde se podía apreciar cine soviético, alemán, mudo, etcétera. Así conocieron a Roberto Rosellini, Luchino Visconti, Ingmar Bergman, Akira Kurosawa...

Si ver cine puede ser un placer, para un crítico es también una obligación. Para HAT ya no es parte de su trabajo pero sigue siendo un placer volver a ver por cable el cine de su infancia y adolescencia. "Me gustaría rever las películas de la década de los treinta porque son recuerdos de infancia, algunos muy queridos. Sobre todo me gustaría ver dos de Spencer Tracy: Fueros humanos, que me gustó mucho en mi infancia y El poder y la gloria, que se supone fue un antecedente de El ciudadano Kane. Pero no aparecen en cable, maldición", se queja. Pocas cosas de las que aparecen en video le interesan y de la televisión prefiere "ni hablar. Ver cine de esa manera es imposible, no me aguanto los intervalos de ocho a diez minutos".

EL APAGÓN, LA FOGATA Y EL YESO

Los lectores pueden disfrutar de las críticas de Homero Alsina Thevenet gracias a un apagón, a un gato y a un yeso. A ellos les debe el oficio de crítico. Cuando tenía once años, una noche hubo un apagón. Su hermana Mireya cuenta que un gato "metió la pata en alguna cañería" y se cortó la luz. Los muchachos de Pocitos, donde vivían los Alsina, armaron una gran fogata para iluminarse. Y alrededor del fuego, parado en la calle, estaba Homero hasta que fue atropellado "por un ciclista descuidado". El consuelo fue un carné de pase libre al cine del barrio: "Empecé a tragar películas: unas seis u ocho por semana. A esa edad se asimilan fácilmente nombres propios, datos."

Esa pasión hizo que en 1936 el adolescenteHAT ganara un concurso organizado por la Emisora cx 28 Edison. Este concurso lo llevó a escribir en la revista Cine, Radio, Actualidad, creada por Arturo Despouey y Emilio Dominoni, entre otros. Allí escribió desde 1937 hasta 1942 y llegó a descuidar sus estudios liceales. "En mi juventud el cine era como una revelación de otros mundos. Fue también una educación para toda una generación y quizá lo siga siendo en este momento. A pesar de que estudiaba menos mi madre no se opuso. Hasta fue demasiado tolerante."

Eugenio Alsina, su padre, era un hombre "de curiosa modestia, algo retraído, muy ingenioso", recuerda HAT. Un día cobró el sueldo del Municipio, contó la plata, salió caminando y concluyó: "lo más difícil son los últimos veinticinco días de cada mes". Eugenio dirigía el suplemento del Diario El Día, pero jamás puso su nombre. "Alguna vez le pregunté por qué y me dijo: ‘para qué voy a poner mi nombre como director si después Batlle Pacheco (el dirigente político del Partido Colorado) decide qué se publica.’" Así era el talante del crítico con el cual el Homero de once años tenía "una relación episódica, cordial".

Finalmente, Alsina terminó el liceo, empezó preparatorios de Derecho y luego interrumpió sus estudios. "A la larga uno no se arrepiente, pero en aquel momento parecía un error y si me lo criticaban tenían razón." En esa época había "unas sesenta salas de cine en Montevideo y muchas eran de estreno". La noche montevideana de los quince y los veinte años del joven crítico estaba colmada por peñas de cafés, conversaciones con poetas, amigos y "discutidores de todo tipo". Eran los años de la Guerra Civil española y de la segunda guerra mundial. "Los jubilados resolvían los problemas de la guerra en la plaza", sonríe HAT. "Se hablaba todo el día del comunismo, del fascismo y del trotskismo."

El bar más célebre era el Café Metro. En 1942, el Metro estaba en la esquina adonde ahora está la Galería del diario El País, donde actualmente trabaja HAT. Ahí se juntaban el pintor "Tola" Invernizzi y los intelectuales y escritores Mario Arregui, Líber Falco, Carlos Maggi, "Maneco" Flores Mora, Pablo Bosch –un español exiliado–, Juan Carlos Onetti y el propio Alsina Thevenet. Nunca discutieron si eran o no integrantes de lo que luego se llamó la Generación del ’45. "La Generación del ’45 vivió sin saber que pertenecía a algo parecido. En todo caso se enteró mucho después."

DE MONTEVIDEO A BARCELONA

HAT considera que si no hubiera sido por Antonio "Taco" Larreta, crítico de teatro y dramaturgo, él no hubiera entrado a trabajar al diario El País. "En 1954, Taco, un excelente crítico, ganó una beca para asistente de dirección en el Piccollo Teatro de Milano. Tuvo que dejar un suplente en el diario y me llamó a mí, que en ese entonces tenía treinta y dos años."

Después de eso tuvo "suerte". En enero de 1955 tuvo lugar el Tercer Festival de Cine de Punta del Este yHAT consiguió una primicia absoluta: la noticia del fallo desierto del festival. Dada a conocer en Punta del Este en la madrugada del 31 de enero, la noticia salió en la edición del martes 1 de febrero de El País. "Conseguí la información y la mandé por onda (una empresa de tansportes). Hasta hoy no puedo decir cómo fue." Como "premio" ingresó definitivamente al diario y recibió la felicitación personal de Carlos E. Scheck, el director. Se encargó de la página de espectáculos hasta 1965, cuando cruzó el charco y entró en la Editorial Abril de Buenos Aires. Allí fue secretario de redacción de Adán, revista que pretendía ser la imitación argentina de la norteamericana Playboy y que fue "liquidada por el régimen militar puritano del momento. Quisieron suprimir los escotes de las damas y los trajes de baño. Así era imposible hacer la revista con la cual soñaba el director. De esta época no hay nada de que arrepentirse: aparte de las chicas, había textos muy serios", acota.

Finalmente Adán cerró,HAT hizo crítica de cine en la revista Panorama y más tarde fue adscripto a la gerencia de la editorial. "Tenía un excelente puesto hasta que en 1976 subió Videla y empezaron a caer los intelecuales. Era obvio que yo iba a caer, aun sin tener una actividad política propia; entonces me fui a Barcelona."

Allí vivió siete años con su esposa Eva. "Empecé por fracasar, lo que hago muy bien. Otra es perder el ómnibus cuando llego a la esquina", bromea. "A Barcelona me fui con mi biblioteca de cine. En ese momento tenía cinco o seis libros publicados y descubrí que no podía funcionar como crítico de cine porque los catalanes son tremendamente nacionalistas. A menos que hablara o escribiera en catalán estaba perdido." En Barcelona, los Alsina tuvieron "un amigo ocasional: Joaquín Romaguera, quien me dio para hacer traducciones del inglés. Con eso y con pequeños prólogos, ensayitos, catálogos, me fui arreglando."

Su hijo Andrés tuvo su propio exilio en 1977. Se escapó de Buenos Aires, se fue a Suecia y recién volvió en 1984. En el mismo año Homero y Eva regresaron a Buenos Aires. Alsina trabajó brevemente en la editorial Perfil y en el diario La Razón hasta que fue secretario de redacción de la revista Siete Días, organizada por octava vez. "Ahí me dí cuenta que Menem (quien luego fue presidente de Argentina) era un gran chanta. Teníamos una columna escrita por los políticos y Menem, que en ese momento era gobernador de La Rioja, mandaba textos que eran cualquier cosa. Había que revisar sus siete cuartillas, reducirlas a cuatro y darles alguna coherencia."

En 1987 lo llamaron del semanario argentino Página 12 para que se hiciera cargo de la jefatura de espectáculos. En 1988 dejó la jefatura pero siguió siendo columnista hasta 1989. Después vino la creación de El País Cultural, el actual suplemento que dirige en Montevideo y que pertenece al diario El País, de Uruguay.

En 1989, Montevideo vivía las tensiones políticas del plebiscito sobre la ley de caducidad. Como uruguayo, Alsina volvió al país a votar. "Voté la lista verde y perdí, desde luego. Siempre pierdo en las elecciones", confesó. Pero con el pretexto de cubrir la situación política uruguaya para Página 12, en vez de quedarse un día, se quedó diez. Jorge Abbondanza, periodista de El País, aprovechó la ocasión y le dijo: "Hay que volver a Montevideo a hacer cosas."

"Todavía me acuerdo de mi primera protesta", recuerda Homero: "No tengo la suficiente cultura para hacer un suplemento cultural, no soy Rodríguez Monegal (hombre que poseía una cultura enciclopédica) ", objetó. Pero otro periodista, Elvio Gandolfo, lo convenció. Le dijo: "Juntamos colaboradores y si hay algo que vos sabés es revisar material y creo que yo también."

Abbondanza, actual director de la página de espectáculos de El País, dijo que "recobrar a un individuo como Alsina en un momento de deterioro cultural parecía doblemente necesario. Respecto a eso de no tener cultura suficiente se sabe que él dice muchas cosas que no son ciertas. Dice que dice la verdad y se equivoca. En realidad es un hombre de formación ecuménica".

Álvaro Buela asegura que "el humor de Homero es como el de los cartoons del New Yorker". "Con Gandolfo, a veces, le traemos chistes muy buenos que salen publicados en Playboy pero a él no le causan gracia porque su humor es muy inglés. Gandolfo también dice que Homero habla como en las películas de los años treinta y cuarenta. Habla como los diálogos rápidos del guionista Ben Hecht, con un leve tono irónico y un sentido del humor elegante y soterrado."

EL DURO

Sus convicciones sobre la forma en que se debe escribir y hacer crítica han contribuido a la creación de un personaje de pensamientos arbitrarios y "trato duro". "Homero te escucha cuando le lees un texto. Algo un tanto insólito en un tipo que escribe sobre imágenes, en alguien que descubrió tempranamente a Ingmar Bergman", dijo Buela.

"Eso de que trato mal a la gente es un malentendido. Hay quien le ha preguntado a mis colaboradores si es cierto que soy un ogro. A todo el mundo que cae por el Cultural lo trato bien. Por ahí se confunde el rigor de la prosa que mantengo con el rigor del trato, que no tiene por qué ser agresivo", protesta Homero.

HAT suele afirmar que la investigación, lo periodístico y lo biográfico revelan la realidad más de lo que puede hacerlo la ficción. Buela afirma que "él cree mucho más en los documentos que en la creación y el arte. Una de las cosas que dice últimamente es que la no-ficción es mucho más valiosa que la ficción, y lo dice así: en términos anglosajones".

En el terreno artístico, Alsina tiene sus preferencias. "Me gusta mucho el jazz clásico. En la casa de Juan Rafael Grezzi descubrí los grandes músicos del jazz negro o blanco de la década de los veinte y a lo sumo de los treinta. El posterior prácticamente me resbala. No lo entiendo ni quiero juzgar al respecto. Lo mismo me pasa con la música moderna. De plástica no pretendo saber nada. La poesía me gusta, pero la clásica."

Como novelista prefiere a Fedor Dostoievski. A los veinte años le gustaba Aldous Huxley. Actualmente, en ensayo prefiere a Arthur Koestler, "entre otras cosas porque creo que está diciendo la verdad sobre la evolución del comunismo".

Quienes conocen bien a Alsina afirman que le fascinan las paradojas. Mondo Cane, una sección de El País Cultural, está llena de ellas. Buela asegura que "una de las cosas que mejor me caen de él, no es lo que escribe ni lo que piensa, sino su anarquía: desconfía de todo tipo de poder. Por eso su fascinación con el nazismo, la Unión Soviética: un campo de cultivo para buscar la paradoja. La censura es una de sus obsesiones, algo que él aplica de alguna manera aunque no lo vea como tal". Otra paradoja de una personalidad que es capaz de ensayar un pas de deux, ponerse un gorro colorado o emitir una frase rápida, corta e irónica que suele dejar mudo a su interlocutor.