La Jornada Semanal,  domingo 12 de enero  de 2003         410
(h)ojeadas
EL SILENCIO DE LOS AMORES MARGINALES

LEÓN GUILLERMO GUTIÉRREZ

Mario Muñoz (compilador),
De amores marginales,
Universidad Veracruzana,
Xalapa, 1996.

El atraso de México respecto de los países llamados del Primer Mundo se refleja en todos los ámbitos de la sociedad, entre los que no podía faltar el cultural. Nunca estará de más reiterar y hacer énfasis en el bajísimo nivel educativo de nuestro país, en que el promedio de escolaridad es el 6o año de primaria y el de lectura por habitante es de un libro por año. Cifras que realmente nos horrorizan en todos los sentidos, ya que partiendo de esta base, es fácil adivinar que los mecanismos de poder y manipulación de las élites del poder controlan aquellos asuntos que atentan en contra de las normas de estabilidad dictadas en favor de su pervivencia; de ahí que la homosexualidad sea un tabú más que se suma a la multiplicidad de los silencios que nos rodean. Y quise iniciar con esta observación después de constatar desde hace unos años el tratamiento cultural, literario, social, político, social, etcétera, que se le ha dado a la homosexualidad tanto en Europa como en Estados Unidos, donde la bibliografía ya es imposible de rastrear por su abundancia, mientras en nuestro país parece ser interés de unos cuantos y la lista apenas empieza a mostrar su incipiente generosidad.

Independientemente del gran número de etnias puramente indígenas y de la arrogancia criolla que ostentan algunas comunidades del país, México es una nación mestiza, híbrida, con grandes conflictos de identidad en que los complejos y atabismos asoman como los geranios en los balcones sevillanos. Y digo esto para comenzar a hilvanar con las madejas de Occidente y del mundo prehispánico la textura que conforma el tejido y registro de la homesexualidad y su transferencia a la literatura en nuestro país.

De la herencia occidental sólo quiero marcar dos aspectos: el primero es en alusión del primer libro impreso en el mundo, La Sagrada Biblia, la que en las primeras páginas del Génesis dice: "Pero antes de ir a acostarse, los hombres de la ciudad rodearon la casa, desde el muchacho hasta el viejo, todo el pueblo se juntó allí. Luego llamaron a Lot y le dijeron: ‘¿Dónde están esos hombres que entraron a tu casa esta noche? Sácalos acá afuera para abusar de ellos." Este pasaje no sólo consigna la antiquísima práctica sexual entre hombres, también inicia la historia de su persecución y satanismo en las civilizaciones judeo-cristianas, al ser destruída por esta razón y por mandato divino la ciudad de Sodoma, origen de los nombres de sodomía y sodomita para designar a la homosexualidad y a sus practicantes.

El segundo es remarcar el hecho de que la iglesia católica imprimió su inconmesurable poderío durante siglos en todas las formas posibles, y entre ellas hizo de la sexualidad razón de Estado, de suerte que en el Concilio de Trento se utilizaron argumentos teológicos para apoyar una vigorosa defensa del matrimonio cristiano, con lo que el celibato, la separación, el adulterio, el concubinato, la prostitución y demás prácticas sexuales posibles fuera del matrimonio, eran consideradas verdaderas enemigas de la religión, convirtiendo a quien se atrevía a contrariar estas normas en un delincuente en que el oprobio alcanzaría a toda su familia. Las prácticas no se eliminaron pero quedaron reducidas a castigos en los que la vida les iba en ello en algunos de los casos. Estudios realizados señalan que entre 1540 y 1700 el Tribunal de la Inquisición castigó por sodomía a 379 personas en Valencia, 453 en Barcelona, 791 en Zaragoza y 71 hombres fueron sentenciados a muerte en Sevilla, lugar donde se instaló el primer tribunal permanente del Santo Oficio y paso obligado hacia el nuevo mundo.

En el siglo XVI, de este lado del mundo los mismos españoles conquistaban el nuevo continente, dejando algunos de ellos constancia de las costumbres de los indígenas. Bernal Díaz del Castillo, considerado el máximo cronista señala en el capítulo lI: "...las palabras amorosas que Cortés les decía con nuestras lenguas, y también las cosas tocantes a nuestra santa fe, como lo teníamos de costumbre, y dejaran el sacrificio, y de robarse unos a otros; y las suciedades de sodomía..." Hecho, por otro lado, atestiguado por las estelas de Cempoala, lugar donde Cortés hizo la amonestación mencionada.

Lo anterior se traduce de una manera simple y llana, tanto allá como acá, la homosexualidad y su práctica existía, y siguió existiendo aunque fue aún mayor el silencio al que fue condenada. Tal es el caso, que hoy, a más de quinientos años del descubrimiento de América, en que aún no se logra rescatar todos los textos coloniales ni ordenar la abundante literatura del siglo XIX y recién terminado el siglo de la revolución y libertad sexual, nos reune la aparición del primer libro en México que recopila dieciséis cuentos de temática homosexual de autores nacionales y que quizás por pudor lleva el título De amores marginales.

Mario Muñoz, reconocido catedrático e investigador de la Universidad Veracruzana, hizo una compilación que será imprescindible en la historiografía de la cuentística mexicana del siglo xx. Entrando en materia, primero quiero referirme al estudio-prólogo del compilador que lo ha estructurado bajo el auspicio cabalístico del número siete. Con agudeza hace una retrospectiva del papel del homosexual como personaje de la cultura de masas a través del cine; el que ha explotado lo "grotesco y caricaturesco para satisfacer así la imagen deformada del espectador corriente". Resume la forma como ha sido manipulado ideológicamente, presentado como un verdadero esperpento carente de una verdadera condición humana.

Mario Muñoz al hablar del tema, suele usar también el término gay importado del francés por la comunidad homosexual norteamericana y adoptado posteriormente por la mexicana, cuyo significado matiza y le da otra connotación, sustituyendo a las palabras siempre injuriosas y despectivas con que se ha acostumbrado denominar a esta minoría. De esta manera nace en la literatura mexicana una nueva terminología: la temática gay, de cuya producción Muñoz pasa revista suscintamente comenzando por la considerada primera novela homosexual: El diario de José Toledo, de Miguel Barbachano Ponce, fechada apenas en 1964; Después de todo, de José Ceballos Maldonado, de 1969, y las aparecidas una década posterior en que la novelística sobre el tema será un espacio del que Luis Zapata se hará dueño a partir de la publicación de El vampiro de la colonia Roma; novela de excelente manufactura y la primera en tener un gran éxito dentro y fuera de nuestro país. En esta revisión no faltan los nombres de José Joaquín Blanco, José Rafael Calva, Luis González de Alba y Jorge Arturo Ojeda. No sólo enlista nombres de autores, hace despliege de sus herramientas de crítico y presenta el cuadro que caracteriza a esta nueva literatura.

El apartado sexto lo dedica al puntual e inteligente análisis que hace de cada uno de los cuentos seleccionados, para finalmente dejarnos una reflexión que a la vez es sentencia afirmativa: "¿Pero qué otra cosa es la vida auténtica sino un continuo descenso a las tinieblas, un constante preguntarse sobre las causas de nuestros delirios y los orígenes de nuestras pesadillas más recónditas y auténticas?." Y es que a veces nos olvidamos que somos nosotros mismos los que llevamos en nuestro interior los binomios: bien-mal; dios-diablo; carne-espíritu, los que no existen sin la presencia del otro, o que también podríamos decir a la manera de José Vasconcelos:

Juntos quedaron desde que nacieron...
Atados hasta el final de los tiempos,
no hay en sus amores voracidad.
En cambio lo diverso les fascina.
El ser dos no acerca al todo y no basta
y ambos quisieran desatar el nudo.
En cuanto a la antología que aquí nos ocupa quiero señalar algunos apuntes. En primer lugar destaca la heterogeneidad de los autores congregados, tanto por escritura, estética y técnica, así como generación; sin contar además con la participación de mujeres y hombres. Así encontramos escritores de amplia y reconocida trayectoria como Agustín Monsreal, Inés Arredondo, Luis Zapata, Severino Salazar, Luis Arturo Ramos, Luis González de Alba y Jorge López Páez, junto a jóvenes como Ana Clavel y Héctor Domínguez Rubalcava. Todo lo cual otorga una riqueza poco común, en que el mismo tema (de por si restringido) es tratado desde muy diversos ángulos y con perspectivas que oscilan desde la aventura jocosa, hasta la más intrincada perversión, pasando por la ternura, la fineza intelectual, la sordidez, la prostitución, el refugio del arte, el cinismo, la fechoría, la complicidad, la enfermedad terrible, y todo ello condimentado bajo el signo de eros y la particular perspicacia de los autores.

En los dieciséis cuentos corren características de afinidades y diferencias. En cuanto a las primeras podemos señalar como constantes, sin ser totalizadoras; la existencia de uno o más protagonistas jóvenes y siempre varónes; la clandestinidad, el daño que puede ser desde la lesión física o emocional hasta el homicidio o las heridas profundas del alma; la total ausencia del amor cumplido; la alienación social y también individual; sobra decir que la anécdota se centra en la homosexualidad.

Las diferencias en muchos de los casos son de ambientación de tiempo y lugar; en el primero Ignacio Betancourt caracteriza la anécdota en plena época colonial, mientras que todos los demás la ubican en nuestros tiempos. El espacio es quizás el que obra con mayor relieve en cada una de las historias, ya sea la provincia con su precaria rusticidad; los muros conventuales en la aridez del desierto; la rigidez de la aristocracia pueblerina con su retorcimiento mental, o el asfixiante calor tropical. La ciudad se presenta en su crudeza, con su anonimato y las trampas que coloca a la fragilidad humana, siempre dispuesta a apostar por un poco de placer.

La técnica y la estética de cada texto están dictadas por el oficio y los caminos de la escritura elegidos por cada uno de los autores, análisis que amerita un estudio aparte.

Para finalizar con estos apuntes, sólo quiero señalar que la aparición de este libro viene a corroborar la desmitificación de la homosexualidad como motivo de escándalo, caricatura o escarnio y que de nuevo es la literatura la que recupera y difunde la seriedad de todo aquello que es móvil de vida •