La Jornada Semanal,   domingo 12 de enero del 2003        núm. 410
Jorge Boccanera
La imaginación, 
herramienta que interroga la vida

“Julio Cortázar dijo que cuando Gelman pregunta ‘nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para ser más lúcidos frente al futuro.’” De esto mismo hablan Jorge Boccanera, Marco Antonio Campos y Hugo Gutiérrez Vega en los textos que acompañan a los poemas inéditos que el propio Juan ha entregado a este suplemento, y que forman parte del libro País que fue será. ha entregado a este suplemento, y que forman parte del libro País que fue será

Foto: Omar Meneses/Archivo La JornadaHacía cuatro años, desde Incompletamente, que Juan Gelman no editaba un nuevo libro de poesía; ahora, Valer la pena, con el sello de Seix Barral, se agrega a su obra dilatada y reconocida. Este título podría sintetizarse con una palabra que es abarcadora de su escritura y su experiencia de vida; búsqueda. Porque a la búsqueda de lo inapresable de la poesía se ha ligado en los últimos años una búsqueda terrenal, la de su nieta nacida en cautiverio y la de su nuera Claudia Iruretagoyena, secuestrada por la dictadura militar.

De nuevo Gelman adentra al lector en su respiración ondulante y naufraga con él, como esos prestidigitadores que se apoyan en el atisbo y se asombran junto al espectador a medida que sucede lo inesperado. Y lo inesperado remite a una frase suya –confiar en el misterio– que es a la vez una propuesta: internarse en esa selva de palabras que palpita y se renueva en cada lectura, con la pasión de quienes dialogan, autor y lector, envueltos en una red de interrogantes. 

Así, este nuevo libro ya desde el título propone lecturas diferentes.Valer la pena dice que lo que cuesta vale, y su precio es la pena. Dice: uno anda penando por aquello que vale la pena. Uno a veces consigue su propósito, a duras penas. Dice que el alma en pena quiere trascender la pena. Y que valer la pena es encontrar un sentido a las cosas, a la vida. Remite a merecer. 

Lo que vale la pena para Gelman asume siempre un lenguaje de riesgo. El poeta trata de eludir una retórica cristalizada y ante la hoja en blanco desbarata sus propias certezas. Autor de una obra que "desarma los jamases del mundo" (la frase le pertenece y está dedicada a Olga Orozco), lejos de apoyarse en fulgores pasados sigue magnetizado por aquello que se presenta como desafío, a sabiendas, como él mismo sostiene, de que "la poesía es lenguaje calcinado". La contundencia de sus imágenes se da en un marco de despojamiento; como si los grandes ademanes que a ratos tiene la poesía pudieran interferir sobre aquello que quiere expresar. Lenguaje calcinado, entonces, que remite a búsqueda de lo esencial, de decir solamente aquello que valga la pena.

Si una imaginación tiene la capacidad de poner a trabajar a otra imaginación, esa imaginación vale la pena. Expresa Gelman que la relación entre imaginación y memoria es tan intensa que crea otra memoria. De este modo, esa imaginación frondosa es la herramienta con la que interroga pasado, presente y porvenir. 

Las formas expresivas que le son propias a su poesía van montadas a pelo sobre la obsesión y dan, según estén orquestadas, un libro distinto cada vez. Lozano y todo, este nuevo título, más que integrarse a los últimos, retoma una producción anterior que no privilegiaba un tema único y un rasgo formal determinado (el exilio, las voces apócrifas, la poesía sefardí, los místicos españoles, etcétera), sino que nombra desde una atmósfera cotidiana. Entre retratos, nietos y vecinos, aparecen Kosovo, los compañeros muertos, el amor, el otoño, la lluvia, los gatos, los agujeros de la palabra. En este sentido, a ratos se asemeja a Cólera buey, uno de los vértices de su obra.

En Valer la pena –poemas escritos entre 1996 y el 2000– están todas las marcas de su poesía, se juntan todos los Gelman: el que reflexiona preguntando, el que compendia en un remate sorprendente esos versos que eran apenas un temblor, el que introduce imágenes fulgurantes en un aire de conversación informal, el tanguero, el de trazo irónico, el que cuenta lo que escucha de otros y se ubica como correa trasmisora en medio de una convención callejera; y sobre todo el Gelman dinamizado por una lucha de contrarios, ese hacer repujado por la antítesis y la paradoja. La poesía misma se alimenta de antinomias, ya que es, según sus palabras, "un árbol sin hojas que da sombra". La paradoja apresa el carácter contradictorio de la realidad y devela lo esencial: "lo único que no se pierde es la pérdida"... "el corazón pasajero no es/ pasajero del corazón", dice. 

Hay una urgencia por las cosas que valen la pena; es el detonante de preguntas que funcionan como engranajes y que ponen a funcionar la gestualidad del que inquiere, interpela, exhorta. Julio Cortázar dijo que cuando Gelman pregunta "nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para ser más lúcidos frente al futuro".

En una urdimbre que liga lo habitual y lo irracional, dialogan en este libro un grabado erótico y un amplio reportaje a la realidad. Uno dice: "el esplendor del tiempo respira/ en el hombro de una mujer"; el otro: "hay miedo en la memoria prohibida". Dialogan la historia y la esperanza. Una dice: "rostros perdidos en el tiempo para que el tiempo tenga rostro"; la otra dice: "¡Ah, vida, qué mañana cuando termines de escribir".

Siempre la búsqueda y su razón de ser: aquello que vale la pena. En libros anteriores, además de la indagación formal había una suma de búsquedas: personas, países, recuerdos. En Valer la pena el poeta va a encontrarse consigo mismo: dice: "es hora de preguntar quién soy"; tiene una certeza : "seré yo para mí"; una pena: "el que soy para mí es un error furioso", una duda: "no sé si soy el fantasma que me visita", un consuelo: "he sido, al menos", y una presunción: "lo que mi infancia no sabe/ yo tampoco lo sé". La fluctuación revela espacios intercambiables de una plenitud con espacios borrados que busca su sí mismo en aquello que vale la pena; la belleza de la verdad y la verdad de la belleza. 

Dijo Gelman, "confiar en el misterio" y escribió este libro, Valer la pena. Lo que vale la pena, es el misterio.