La imaginación, herramienta que interroga la vida Julio Cortázar dijo que cuando Gelman pregunta nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para ser más lúcidos frente al futuro. De esto mismo hablan Jorge Boccanera, Marco Antonio Campos y Hugo Gutiérrez Vega en los textos que acompañan a los poemas inéditos que el propio Juan ha entregado a este suplemento, y que forman parte del libro País que fue será. ha entregado a este suplemento, y que forman parte del libro País que fue será.
De nuevo Gelman adentra al lector en su respiración ondulante y naufraga con él, como esos prestidigitadores que se apoyan en el atisbo y se asombran junto al espectador a medida que sucede lo inesperado. Y lo inesperado remite a una frase suya confiar en el misterio que es a la vez una propuesta: internarse en esa selva de palabras que palpita y se renueva en cada lectura, con la pasión de quienes dialogan, autor y lector, envueltos en una red de interrogantes. Así, este nuevo libro ya desde el título propone lecturas diferentes.Valer la pena dice que lo que cuesta vale, y su precio es la pena. Dice: uno anda penando por aquello que vale la pena. Uno a veces consigue su propósito, a duras penas. Dice que el alma en pena quiere trascender la pena. Y que valer la pena es encontrar un sentido a las cosas, a la vida. Remite a merecer. Lo que vale la pena para Gelman asume siempre un lenguaje de riesgo. El poeta trata de eludir una retórica cristalizada y ante la hoja en blanco desbarata sus propias certezas. Autor de una obra que "desarma los jamases del mundo" (la frase le pertenece y está dedicada a Olga Orozco), lejos de apoyarse en fulgores pasados sigue magnetizado por aquello que se presenta como desafío, a sabiendas, como él mismo sostiene, de que "la poesía es lenguaje calcinado". La contundencia de sus imágenes se da en un marco de despojamiento; como si los grandes ademanes que a ratos tiene la poesía pudieran interferir sobre aquello que quiere expresar. Lenguaje calcinado, entonces, que remite a búsqueda de lo esencial, de decir solamente aquello que valga la pena. Si una imaginación tiene la capacidad de poner a trabajar a otra imaginación, esa imaginación vale la pena. Expresa Gelman que la relación entre imaginación y memoria es tan intensa que crea otra memoria. De este modo, esa imaginación frondosa es la herramienta con la que interroga pasado, presente y porvenir. Las formas expresivas que le son propias a su poesía van montadas a pelo sobre la obsesión y dan, según estén orquestadas, un libro distinto cada vez. Lozano y todo, este nuevo título, más que integrarse a los últimos, retoma una producción anterior que no privilegiaba un tema único y un rasgo formal determinado (el exilio, las voces apócrifas, la poesía sefardí, los místicos españoles, etcétera), sino que nombra desde una atmósfera cotidiana. Entre retratos, nietos y vecinos, aparecen Kosovo, los compañeros muertos, el amor, el otoño, la lluvia, los gatos, los agujeros de la palabra. En este sentido, a ratos se asemeja a Cólera buey, uno de los vértices de su obra.
Hay una urgencia por las cosas que valen la pena; es el detonante de preguntas que funcionan como engranajes y que ponen a funcionar la gestualidad del que inquiere, interpela, exhorta. Julio Cortázar dijo que cuando Gelman pregunta "nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para ser más lúcidos frente al futuro". En una urdimbre que liga lo habitual y lo irracional, dialogan en este libro un grabado erótico y un amplio reportaje a la realidad. Uno dice: "el esplendor del tiempo respira/ en el hombro de una mujer"; el otro: "hay miedo en la memoria prohibida". Dialogan la historia y la esperanza. Una dice: "rostros perdidos en el tiempo para que el tiempo tenga rostro"; la otra dice: "¡Ah, vida, qué mañana cuando termines de escribir". Siempre la búsqueda y su razón de ser: aquello que vale la pena. En libros anteriores, además de la indagación formal había una suma de búsquedas: personas, países, recuerdos. En Valer la pena el poeta va a encontrarse consigo mismo: dice: "es hora de preguntar quién soy"; tiene una certeza : "seré yo para mí"; una pena: "el que soy para mí es un error furioso", una duda: "no sé si soy el fantasma que me visita", un consuelo: "he sido, al menos", y una presunción: "lo que mi infancia no sabe/ yo tampoco lo sé". La fluctuación revela espacios intercambiables de una plenitud con espacios borrados que busca su sí mismo en aquello que vale la pena; la belleza de la verdad y la verdad de la belleza. Dijo Gelman, "confiar en el misterio" y
escribió este libro, Valer la pena. Lo que vale la
pena, es el misterio.
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