La Jornada Semanal,   domingo 12 de enero del 2003        núm. 410
Poemas de Juan Gelman
(del libro inédito País que fue será)

            Materia

Hoy se ha muerto un niño de seis semanas
(perdón por la referencia forense).
Ocurrió en la Argentina
(perdón por la referencia geográfica).
Es el vigésimo séptimo del día
(perdón por la referencia numérica).
Alguno pudo haber sido Rimbaud
(perdón por la referencia poética). 
La materia del poema no es el poema
y se encuentra con su desilusión.
Esos barcos daneses que nunca navegué.
Las piedras dentro de la boca dicen
así es/fuego cubierto del sonido
de madres que no comen y
matan al hijo, esas labias perdidas.
La canción que comienza sin linares
cae en la tarde púrpura.
La materia que aleja al poema
es un mundo que hija nombres de sal.

            Lugares

El amor que rodea la muerte
es un planeta y gira
henchido de música.
Alrededor de tu noche ingrata gira
con el sentido de sus soles
y los disparos del abismo.
Nadie puede cortar tu vos, alta,
en las mañanas que pisaste.
El lugar de tus manos
se detiene para mi corazón.

            El vez en cuando

Adentro de tu normal loco hay
algo que no me digas. Para qué.
El aroma que dice vida es igual al
aroma que dice muerte y eso es todo.
Quedan cosas sin hablar, claro.
Las cárceles de la pasión, libres.
Agujeros del cuerpo presente.
La noche orgullosa de su retirada.
Eso que vive en la maldición.
Quisiera verte cantando bajito en tu niñez.
Pedazos que no se van, franjas
de algún crepúsculo al piano.
Lo no besado es una vena rota
con un poco de sol antes.

            Noblezas

El poema es pálido y noble.
No cambia nada, no curva colinas, no
da una sola fruta roja, ni
hace el ruido de quien arranca
un pedazo de pan para dar
un pedazo de pan.
Se acuclilla en un rincón y
no se queja.
Vive en todo lo que se alza
al aire y de nacer.
Ni pide que lo visiten.
Le basta con lo que no sucedió.

            Foto

El que imagina/sale de sí/corta
la lengua de algún desastre/siempre
vuelve a nada más.
Teje la foto de su padre
en un adiós a mano/y
las venas callan.
Dejé caer mi eternidad.
Ayer no fui el de hoy,
sino el recuerdo de hoy.
¿No sabías que los otoños de un violín
suenan sobre nuestra cabeza?
¿Y el país está sordo?/
No hay aceite en la palabra mordida.
Cava y cava
y nunca encuentra.

            Camarones
  
Esto se ha vuelto un poema largo,
un amor largo:
ella entra al supermercado Wall-Mart
-como hay que decir en la poesía de hoy, 
me harta la poesía de hoy,
ojalá fuera de ayer o de mañana, no de hoy, 
y evaporara gordeces, humos de la frase,
nombrar el mundo bautizado
es más triste que la tristeza, sin embargo
me doy cuenta que ella marchita el duelo entrando
al supermercado Wall-Mart y ve
los camarones en una bandeja
contra los rojos de la carne, crudos,
baratos, 30 pesos, y ve su fino gris
como un silencio de hadas, los compra
y en la cocina de la casa,
en sus aires que merecen una felicitación y 
el séquito del café lava un mundo
donde el reloj ni piensa en su catástrofe,
ella se sentó, los peló, los marinó
en soya, ajo, salsa de ostras, unos chiles antiguos,
los dejó navegar hacia una playa 
en la que Judas nunca puede entrar,
les puso un rebozo blanco de harina,
los reclamos del huevo y de la sal y
los frió mientras olvidaba
cigarrillos prendidos en una teoría política.
Me recuerda de ese modo que me ama.
Las frutas del mar viven oscuras
en la extinguida eternidad.

            Cartas

Humean cenizas tristes y no
se ve la traza o centro
que puede ser para hacer pan.
¡Panaderos del mundo, uníos!
¡Pongan sus panes sobre
los accidentes de la humillación!
Una pianola entra en la medianoche
o puente de las oscuridades de
la realidad a las transparencias de
la pesadilla. Las puertas del saloon
baten el cuerpo de la luna roto
en el umbral. ¿A dónde 
vas, furia,
con cartas que nadie lee?

           La pluma

Esta pluma que viene va
cual gana al tiempo
de cada paloma, tigre o color
o roca de género contrario,
esta guerra contra el desastre
perdida cada vez, arrastrada
al muelle donde
las olas se van, vacías,
y vuelvo a entrar en la casa que
no es un objeto demostrable, buscando 
el resto sin
encontrar nada, el coro
de los silencios, la
pasión que alza la cabeza 
como si

            Ala

Abrasando las llamas furiosas
contra el muro, la
primavera trae todavía
el sueño de las víctimas
como una flor. Huele
entre los tambores de la ciudad.
Un deslumbramiento del 
instante hiere
el ala del acantilado
donde cayeron y vivieron
la vida entera.
Nadie vio esos paisajes.
No están tristes.
Están muertos. 

            Dorso

Esta desolación escribe
al dorso de un poema
que nunca fue. Qué importa eso, dicen
las hambres de mi país. Sus tardes
nunca fingen. La página
con números cae
gota a gota y parece
una respiración del infinito.
¿Es posible tanta eternidad?,
se pregunta ella misma cansada.
Ver claro es amarte. Soy el señor
de un cuerpo desterrado. Eres
bella como una palabra.