Jornada Semanal,  12 de enero de 2003         núm. 410

JUAN DOMINGO ARGÜELLES

“¡MALDITO EL QUE CREA QUE ESTO ES UN POEMA!”

Aunque la primera parte del poema fue escrita en 1961 y publicada en 1962, y la segunda vio la luz en 1965, la edición definitiva de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines se publicó en 1973 bajo el sello de Joaquín Mortiz; de modo que en este año que recién empieza se está cumpliendo el trigésimo aniversario de uno de los libros más trascendentes de la poesía mexicana, cuyo autor, Jaime Sabines (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1926-ciudad de México, 1999), se consagró con esta obra que, como sus demás páginas, consiguen el milagro de la poesía como un pan multiplicado en la emoción de todos.

"Algo sobre la muerte del Mayor Sabines –le dijo el poeta chiapaneco, en 1983, a Marco Antonio Campos– salió como un borbotón de sangre y fuera absolutamente de toda pretensión literaria. Lo digo con claridad en algún verso: ‘¡Maldito el que crea que esto es un poema!’ Lo escribí porque era necesario, porque estaba allí, se me imponía. No tiene mayor complicación temática: es el proceso de la enfermedad y la muerte de mi padre... Me lastima, me duele recordarlo. Es un poema que no puedo leer. Ni a solas ni en público. Lo he leído dos veces en público y me he puesto a llorar."

Tal como lo dice, precisamente, el poeta, en la tercera estancia de la parte inicial del poema: "¡A la chingada las lágrimas!, dije,/ y me puse a llorar/ como se ponen a parir. [...]/ ¡A la chingada la muerte!, dije,/ sombra de mi sueño,/ perversión de los ángeles,/ y me entregué a morir/ como una piedra al río,/ como un disparo al vuelo de los pájaros."

Algo sobre la muerte del Mayor Sabines es uno de los poemas más altos de nuestra lírica; ejemplo inimitable de la elegía de gran aliento que está más cerca de la sincera conmoción y de la espontánea descarga de dolor que de la cerebral elaboración literaria: "Escribía, escribía. Mi padre murió el 30 de octubre [de 1961] y su cumpleaños fue el 27 de noviembre. Seguí escribiendo los sonetos hasta los primeros días de diciembre, y terminé la primera parte. ¿Que si no pensaba en elegías como las de Manrique o Lorca? No, lo mío era cuestión de llorar."

La primera parte de este extraordinario poema, Sabines la incluiría en su Recuento de poemas cuya edición original es de 1962, en la colección Poemas y Ensayos de la unam. Los cinco sonetos que Sabines escribe para esta primera parte del poema se reproducirían luego en el Anuario de la poesía mexicana 1962 (inba, diciembre de 1963). Sobre la concepción y la escritura de la segunda parte del poema, en una entrevista de 1969 el autor explicó: "Después de que desalojé la emoción inmediata –el Viejo murió en octubre y yo escribí todo lo que consta en la primera parte de Recuento durante noviembre y diciembre–, al año siguiente yo seguí escribiendo periódicamente cada ocho, diez o quince días, pero ya con cierta vergüenza de mí mismo, de seguir escribiendo sobre aquello. Hasta que un día, casi dos años después, me dije: es necesario enfrentarme, seguir pero ya sin vergüenza y terminar el poema. Entonces destruí todos los poemas que había escrito durante ese lapso de indecisión y en ocho días escribí la segunda parte. Entonces sí ya me sentí colmado, liberado."

En el mismo poema, que es una especie de bitácora de las emociones encontradas que produce el acto de escribir sobre un hecho cercano, íntimo, el poeta expresa: "Me avergüenzo de mí hasta los pelos/ por tratar de escribir estas cosas."

Varios años más tarde, en una entrevista que le hiciese Pilar Jiménez Trejo, Sabines refiere lo que podría explicar el título del poema: "En diciembre de 1961, al terminar lo que es la primera parte, yo creí que era ya el poema. Me dije: ‘Ya no vuelvo a hablar más de la muerte... Basta. No vuelvo a escribir sobre este tema.’" Sin embargo, "los tres años siguientes escribía, escribía, escribía, y todo era un fracaso. Estaba pendiente algo." Relata, también, que fue luego de una conversación con Alberto Gironella, a propósito de la muerte, que escribió la segunda parte del poema; una segunda parte que, como excepción a la regla, es tan magistral como la primera: "Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos,/ poco a poco te acabas./ Yo te he ido mirando a través de las noches/ por encima del mármol, en tu pequeña casa."

Poeta libérrimo por excelencia, en la primera parte de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, sintomáticamente Jaime Sabines incluye cinco de los siete sonetos que publicó en vida (los dos restantes están en el "Paréntesis" de sus "Poemas sueltos"), y es que esta especie de camisa de fuerza se la impuso ante el dolor del desgarramiento. Así lo explicó: "León Felipe me decía que a él le parecía estupendo el poema, pero que no se explicaba por qué había escrito esos sonetos. Yo le decía que los sonetos fueron escritos precisamente porque su forma era una forma establecida; y que yo recurrí a ella para concretar mi emoción. Esos sonetos fueron escritos día tras día, uno tras otro. Era para mí un vaso para contener la emoción, porque si no, no hubiera escrito nada; sobre todo en aquellos primeros días en que yo sentía la muerte de mi padre como mi propia muerte."

Otros momentos extraordinarios del gran poema de Sabines son las cuatro letanías consecutivas de la primera parte que corresponden a una especie de novenario contra la muerte: "En tu pecho vacío/ no podrás morir./ En tu boca sin fuego/ no podrás morir./ En tus ojos sin nadie/ no podrás morir./ En tu carne sin llanto/ no podrás morir./ No podrás morir./ No podrás morir./ No podrás morir."

Entre los más logrados poemas extensos e intensos de nuestras letras, Algo sobre la muerte del Mayor Sabines ocupa su lugar junto al "Idilio salvaje", de Othón; "La suave patria", de López Velarde; "Muerte sin fin", de José Gorostiza; "Décima muerte", de Villaurrutia"; "Piedra de sol", de Octavio Paz; "El manto y la corona", de Rubén Bonifaz Nuño, y "El Presidente", de Jorge Hernández Campos.

Las tres décadas que han transcurrido desde su primera edición completa no han hecho sino acentuar su excepcionalidad.