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La última y nos vamos ¡Si pierdo, mañana
me recupero!
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Del femenino juego en grupo y en casa al solitario y clandestino juego
en el Yak
María
Esther Espinosa Calderón -- La existencia de los juegos
de azar, que ofrecen la posibilidad de obtener algún tipo de rápida
ganancia, ha estado presente en todas las culturas desde tiempos inmemoriales.
Algunos historia-dores señalan a Sófocles como el primero
que jugó a los dados. Se dice que el Rey Enrique VIII perdió
en una partida las campanas de la catedral de San Pablo.
Para las mujeres, el juego ha sido visto principal y tradicionalmente
como un acto de carácter social, de reunión, entretenimiento
y convivencia con las amigas y realizado en espacios privados. Es el caso
del famoso juego semanal de canasta. Allí, además de vivirse
importantes intercambios entre mujeres, quedaban también escondidas
posibles adicciones o compulsiones al juego y a la apuesta.
Aunque en casinos y lugares públicos de juego ha habido siempre
algunas mujeres solas jugando compulsivamente a la par con los varones,
lo más frecuente era que su asistencia fuera ocasional, como un
acto de compañía más que como algo individual, solitario
o clandestino.
En fechas recientes esto se ha ido revirtiendo. El aumento de mujeres
en el mundo y en las jornadas del trabajo remunerado ha disminuido las
posibilidades de juego en grupo y en casa, mientras la aparición
de los centros públicos de juego y apuesta rápida conocidos
como el 舠Yak舡 han abierto a las mujeres nuevos espacios y
nuevas formas para el juego.
Amadita, una señora de 79 años de la Colonia del Valle,
dice que se sigue reuniendo con sus amigas, pero ya no juegan tantas horas,
prefieren ir a estos centros que han tenido tanto éxito. 舠A
mí marido no le gustaba que jugara, ahora que soy viuda me desplazo
libremente, a mis hijos no les importa, por lo general ellos vienen por
mí舡.
Por lo general, durante las primeras horas el porcentaje de mujeres, sobre
todo amas de casa, que acude, es mayor que el de hombres debido a la disponibilidad
de tiempo que tienen después de dejar a sus hijos en la escuela.
En las horas subsiguientes las cifras se equiparan.
Pablo, es un hombre maduro, juega fuerte, pero también así
gana, se ha sacado la lotería en dos ocasiones. Le gusta compartir
su mesa con mujeres, porque dice 舠tienen buena vibra, además
de que siempre llaman a la suerte舡.
A diferencia de Pablo para quién las mujeres son su amuleto, ellas
llegan con sus propios elementos y rituales para la suerte, le dan vuelta
a la mesa, rocían alguna loción, acuden a las limpias, sacan
sus ranitas, rezan, acarician los cartones, prenden incienso, invocan
a Birjan (Dios del juego). El objetivo es ganar. Si pierden, los remordimientos
vendrán después.
Carmen va una hora antes de entrar a su trabajo, hace tiempo que no gana
y siempre dice: 舠mañana será otro día舡,
sufre y goza esos momentos y promete que no regresará más,
sin embargo no es así. El juego tiene algo de mágico, de
excitante 舠es el castillo de la locura, pero también es el
castillo de los sueños舡, dice Celina, jugadora empedernida
y a quien la suerte nunca la ha traicionado. Conoce los Yaks tanto del
Distrito Federal, como los del interior de la República. En sus
vacaciones va a Las Vegas.
Muchas
de las mujeres que acuden día con día a estos centros de
juego que han proliferado por toda la ciudad, aseguran que pueden controlar
su forma de jugar y se ofenden cuando se les llama ludópata o jugadoras
compulsivas.
Ahí están día a día, la mayoría son
los mismos rostros, aunque también día a día llegan
nuevos. Se sientan en los mismos lugares, ya se conocen, se pelean por
las mesas o se prestan dinero cuando alguna ya no tiene. 舠Como cada
cual va a lo suyo舡, aseguran que no hay 舠preocupación
de ser molestadas por los hombres舡.
Es tal el éxito de estos juegos que el 27 de noviembre abrieron
otro localizado en Juárez y Balderas. Dos empresas dominan estos
centros en el país: Caliente que encabeza Jorge Hank Rhon y Administradora
Mexicana de Hipódromos.
Lugares amplios y elegantes, mesas con 7 sillas, por aquello de la suerte.
舠Un día pusimos una más e inmediatamente nos la quitaron舡,
comenta Ana Laura.
Al marido de Coco no le gusta que ella juegue, dice que va a 舠tirar
su dinero a lo pendejo舡, le urge encontrar trabajo 舠para que
no le cante lo poco que le da para su diversión舡. Algunas
mujeres van a escondidas de sus maridos o de la familia, la atracción
por el juego es más poderosa que los problemas que les pueda ocasionar.
舠La última y nos vamos舡, ni modo, es partida especial,
舠nada más este y ya舡, es lo que repite Leticia. Claudia
juega cinco cartones y se va corriendo porque le dijo a su marido que
iba a la tienda 舠si se entera, que vengo al Yak, se enojaría舡.
Aunque en el transcurso de la semana Ana perdió la mensualidad
de su auto y la renta de su casa, nos asegura: 舠pronto lo recuperaré舡.
Verónica dice que su perdición fue ganar la primera vez
y Cecilia ha tenido problemas en la escuela de sus hijos 舠por recogerlos
tarde舡.
De acuerdo con el psiquiatra Alfredo Whaley, el juego en tanto conducta
adictiva -como puede ser el uso y dependencia del alcohol- y que se encuentra
dentro de la categoría diagnóstica de trastorno de control
de impulsos, no es cuestión de género; sin embargo, las
consecuencias son distintas sobre todo en aquellas familias donde el hombre
es el principal proveedor, los efectos económicos son más
notorios y se aúnan a las culpas por dejar solos a los hijos y
a la idea de que gasta un dinero que ella no ganó con 舠el
sudor de su frente舡.
La mujer vive de manera diferente su ludopatía, en un principio
entra con miedo, a veces con vergüenza o temor de llegar sola a ese
lugar, sabe que su presencia en ese lugar tiene una sanción social
diferente, en especial si pierde. En tanto para el hombre, es una actividad
más de su rol masculino asociada al riesgo y la conquista, propias
de la idea de masculinidad.
Cuando acuden parejas, por lo general el hombre se va a las computadoras
-donde se apuesta más fuerte- y la esposa se queda en la mesa jugando
舠sólo dos cartones舡.
El juego consiste en comprar un cartón o varios, de acuerdo al
nivel económico (si son más de seis lo juega en la computadora),
o de lo que se esté dispuesta a gastar. El precio de los cartones
va de 10 hasta 50 pesos. De su valor y de los cartones vendidos depende
el monto del premio mayor que va desde 600 y mil pesos hasta 40, e incluso
100 mil pesos. Con esa misma tarjeta se puede llevar el acumulado, por
lo general entre 200 mil hasta más de dos millones de pesos.
A esos lugares llegan mujeres (y hombres) de todo tipo y de diferente
condición social: intelectuales, artistas, oficinistas, tianguistas
y amas de casa todas van a la búsqueda de la adrenalina, de esa
descarga (para muchas parecida al orgasmo) de gritar línea o Yak.
Angélica, Silvia y Tere, asistentes asiduas a esos lugares, explican
que en el Yak, encuentran 舠una manera de distraerse con la posibilidad
de ganar舡. La sensación de ganar tampoco es cuestión
de género. Es adrenalina pura, se siente 舠una especie de
descarga eléctrica que recorre el cuerpo, es una felicidad indescriptible舡
asegura Blanca.
Según un estudio realizado por la Asociación Psiquiátrica
de Estados Unidos, las mujeres tienden a volverse adictas a los juegos
de azar casi tres veces más rápido que los hombres debido
a que se usan más para escapar de problemas de depresión
y ansiedad y comienzan a jugar a una edad más tardía que
los hombres. Características semejantes al fenómeno del
alcoholismo femenino, en que la adicción comienza tardíamente
para avanzar más rápido en las mujeres que en los hombres.

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