La Jornada Semanal,   domingo 5 de enero de 2003        núm. 409
Efrén Calleja Macedo

Celebrando

En diez minutos se cumplen dos años. Aquel día era martes, hoy es jueves. Todo pasó en media hora. Llegaron a las once y media; por supuesto, lo ignorábamos. Estaban grabando. Extrañamente, querían un arresto irrefutable, con pruebas sólidas. Claro, ya habían decidido desaparecernos por un tiempo, mientras jugaban a doblarnos el alma. Cuando decidieron que habíamos ofendido suficiente a quienes los ahuman de poder, le dieron un balazo a la cerradura y entraron apuntando. Tenían escopetas y pistolas. Ninguno fue golpeado, no hubo gritos, casi un trato comercial. Pusieron capuchas, metieron la camioneta al patio, nos subieron con delicadeza y comenzaron nuestra repartición. Aproximadamente cada veinte minutos bajaban a uno. No hablaban, sólo tocaban el hombro y dirigían los pasos con jalones suaves. Fui el tercero. Todavía ignoro el orden en que el vacío nos tragó. Dejé cuatro compañeros en la camioneta. 

–Bienvenido, Valentino –dijo una voz.

Me hundieron la cabeza en los hombros y entré a un auto. Sonaron dos portazos y arrancamos. 

Valentino era mi nombre desde año y medio antes. El otro se me olvidó, lo fui enterrando a tiros y discursos.

Después vino lo acostumbrado, agua y electricidad, golpes y escándalo, llanto y rabia, humillaciones y risas, farsas y metales, pesadillas y maldiciones. Sólo aporté silencio, sin adjetivos ni fanfarrias, vil silencio.

Ahora sé que fueron veinte días. 

Hicieron su espectáculo ante grabadoras y cámaras. Recibí sentencia y entré a mi celda. Cuatro de mis compañeros están repartidos por el país, cada uno en una cárcel diferente. De acuerdo con lo informado por los periódicos, nos atraparon justo cuando habíamos decidido separarnos para formar frentes en toda la República. A veces lo creo. Del resto no hay señales.

El grupo se mantiene, sesionamos tres veces por semana, los ocho. En ocasiones falta alguno por estar en la celda de castigo, haciendo trabajos inevitables, o reclutando elementos en la región. Elegimos el mediodía como hora de reunión. Es una simple rebeldía, vanidosa regresión correctiva. 

Gracias a las visitas, definimos la mecánica de las juntas. Yo no recibo visitas, pero la esposa de otro preso escuchó mi petición, llamó a la madre de Viviana y ésta se lo comunicó a su hija. Con el mismo procedimiento se informó al resto. Mulón y Genaro están presentes, a pesar de que lo ignoran. 

Pasó un mes antes de recibir las respuestas afirmativas de todos. El único requisito de mi propuesta era la aceptación general. Quince días después, todos sabíamos la fecha de la primera sesión. Iniciar fue un poco difícil. Todos queríamos hablar, se había relajado la disciplina. Poco a poco recuperamos el orden, y en la tercera reunión ya éramos capaces de discutir con la rudeza habitual. 

Vinicio Reyes, Sin títuloEl método es muy sencillo, nos hacemos de ideas, lecturas y vivencias por medio de las visitas, quienes ya han establecido una red que muy pronto será imitada por otros grupos. Así, sé que Roberto hablará de ese libro de poesía tan coloquial; Elideth lo interrumpirá para recordar la importancia de centrarnos en estudios serios de la situación política; Camilo se levantará, ondeando el incontrolable índice, y explicará por enésima vez la incomprensible trascendencia de la literatura decimonónica en su adquisición de conciencia social, conminando a dejar correr la plática de Roberto; Violeta, como siempre, apoyará tibiamente a Elideth, cumpliendo con su papel de feminista tolerante; Genaro pedirá escuchar a Mulón, con quien ha tenido una plática previa, y éste resumirá los avances de ambos en su trabajo de concientización y captación de cuadros. Siempre al final, yo definiré las próximas acciones del grupo. Por seguridad, éstas son absolutamente confidenciales.

Eso explica que ya esté parado a medio metro de la pared. Ahí los veo llegar con las quejas y sonrisas habituales. Ante su respectivo muro, cada uno me escucha decir "seguimos, compañeros, seguimos". Dentro de cinco minutos comenzaremos. Hoy no hablaremos del trabajo, simplemente haremos fiesta por dos años más de libertad. Seguramente desafinaremos a mitad de "Venceremos", como siempre.