Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 20 de diciembre de 2002
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Cultura
REPORTAJE /ARTE POPULAR

Tlalpujahua: vidrio, viento y fuego adquieren forma de esfera

En Navidad todo el tiempo

El proceso pareciera un conjuro alquimista en el que intervienen diamantina, barnices y esmaltes. Con soplos, giros y pinceladas, artesanos michoacanos crean 900 adornos cada día. Son piezas de cristal que atrapan noches, estrellas y ángeles, en un acto de regocijo estético. Esta actividad prodigiosa se inició en este municipio en 1965. Y ni la competencia de China desanima a estos creadores a ''llevar un pedacito de su corazón'' a los hogares

ROSARIO JAUREGUI NIETO ENVIADA

Tlalpujahua, Mich., 19 de diciembre. Rodeado por los cerros Lacolot, Fuerte del Gallo y Somera, al oriente de Michoacán se erige -mágico y acogedor- el pueblo de Tlalpujahua. Minero desde el siglo XIII y hasta finales de la década de los cincuenta, hoy su nombre está relacionado con la sensibilidad de transformar el vidrio en arte. Desde 1965 el calor de su gente alimenta literalmente con su aliento materias primas frágiles que, una vez sopladas y luego de pasar entre las llamas, se convertirán en una burbuja transparente que las manos de otros artesanos revestirán de plata y color, acto creativo multiplicado en millones de esferas navideñas realizadas cada año.

Tlalpujahua: en nahua Tlalli, tierra, y Poxohuac, cosa esponjada o bofa.

Este lugar de encantamiento está construido sobre una loma. Si uno camina cuesta arriba puede disfrutar de la hospitalidad y sencillez de su gente. Al final del ascenso se llega a uno de los principales lugares donde se produce la magia de las esferas: la fábrica Fimave, del señor Francisco Mora Huitrón y doña Isi, su esposa, para quien esta actividad es de grata satisfacción, porque "parece que estamos en Navidad todo el tiempo y hacemos felices a muchos cuando adornan sus árboles; también llega un pedacito de cada uno de nosotros a los hogares de miles de personas".

A este gusto por convidar no le hace mella el descalabro de este año, pues Estados Unidos, país al que venden casi 85 por ciento de la producción, en este 2002 prefirió encargar el trabajo a China, afectando en consecuencia a los pequeños talleres que usualmente laboran para esta empresa.

Si uno camina en esta fábrica puede gozar de una experiencia lúdica: la gente y el ambiente son cálidos, sonrientes. Como en los cuentos de hadas, su trabajo cobra sentido y significado: una razón de vida. A la manera de la fábula del mundo contenido en un grano de arena, en una gota de agua, estos artesanos concentran la fuerza del planeta en una esfera navideña, breve obra de arte anónima que, multiplicada a la manera en que un artista de renombre ve reproducirse sus litografías en un taller de impresión, no irá a parar a los museos, sino que hará reflejo de sentimientos y emociones en los árboles de Navidad de a saber cuántos hogares.

La Navidad está relacionada con las fiestas agrícolas que se iniciaban con el solsticio de invierno, explica Cristina Barros, autora, junto con Marco Buenrostro, de la columna Itacate, que se publica en La Jornada. "Los germanos celtas adoraban a su dios Odín en diciembre con una fiesta que tenía lugar en el bosque, alrededor de un roble al que le colgaban sus escudos; después lo hicieron con velas y posteriormente con esferas brillantes y luminosas lo cual habla de la luz. El solsticio de invierno es como el nacimiento de la luz. En México el primer arbolito adornado se registra durante el porfiriato, a principios del siglo XX.''

La magia de hacer esferas comienza en el primer salón de Fimave; allí los artesanos sentados al frente de un gran soplete dan principio al juego: sus manos, fuertes como la suerte, hacen girar rapidísimo el tubo de vidrio entre las llamas, pasados unos segundos lo desprenden delicadamente y de un soplo forjan la figura, redonda, transparente y con una larga cola que servirá de soporte para continuar el proceso. Los diseños más complicados, como una campana o una especie de espada, requieren un poco más del aliento de su creador. Así nacen unas 900 esferas al día, según explican Eleno, Carlos y Guillermo, que llevan más de treinta años de soplar, hacer girar, pintar y hacer rodar por el mundo las esferas.

El siguiente movimiento de esta sinfonía redonda consiste en bañarlas en plata y lo hacen mujeres que se calzan tres pares de guantes, dos de hule y uno de tela, para tomar entre dedos las esferas desnudas y bañarlas en nitrato de plata. El enjuague se sucede a 300 grados centígrados en un caso con agua hirviente, para hilvanar otro baño, esta vez con agua y jabón y luego una inmersión más en agua y finalmente el cuerpo redondo escurre para finalmente ser secado con un paño.

Tal es el proceso casi mágico por el que nacen estas obras de arte. Como si Sandro Boticcelli hubiese elegido ser artesano creador de esferas navideñas e hiciera entonces su versión de El nacimiento de Venus, emergiendo aún semidesnuda de un baño de mar, pero esta vez en forma de esfera de Navidad.

El hechizo del vidrio soplado, técnica cuyo descubrimiento se desarrolló en las costas fenicias en el siglo I a.C. y fue traída a México por los españoles en el siglo XVI, continúa en el salón de pintura de Fimave, en el que las esferas, después de ser pasadas por botes con lacas de diversos colores, son colocadas entre aserrín, donde bajo el calor de unos focos permanecen durante unos 15 minutos hasta secar; entonces están listas para reposar un rato sobre las manos de los expertos, que atrapan el profundo azul de la noche, estrellas, ángeles y los intensos rayos del sol para plasmarlos en ellas.

Los ojos del profano se pasman y brillan de emoción ante la rapidez y sensibilidad estética de estos artesanos. ''Es una actividad que relaja, además me gusta mucho pintar'', dice, pincel en mano, Antonia entre las esferas y sus compañeros de labor.

En algunos casos, con un pincel y pegamento se dibuja la figura, los puntos y líneas muy finos se trazan con una jeringa, hecha también de vidrio de distintos grosores, la cual se carga de pintura succionando con la boca. Después se les espolvorea diamantina blanca, que da la apariencia de azúcar, coco, nieve, o dorado y plata. Otros dibujos se realizan con barnices y esmaltes. Algunas esferas que se saltan el paso por el nitrato de plata son vestidas de colores mates, quizá más modernos o novedosos, o transparentes, o lo que surja de la imaginación del artesano.

Llega el momento del toque final: los ojos del profano captan, en big close up amplificado aún más por delicadeza del movimiento de las manos artesanas que cortan la cola a las esferas con pequeñas piedras. Dijérase parteros de fantasías esféricas. Enseguida otras manos igualmente delicadas las colocan los casquillos y otras más las pondrán en sus cajas a manera de juguetes. Ya están listas para salir al mundo.

La tradición de hacer esferas nació en el poblado gracias al señor Joaquín Muñoz, propietario de la fábrica más grande del lugar, Adornos Navideños, que hoy es la principal fuente de empleos en Tlalpujahua, cuna de otros artistas como Cenobio Paniagua, creador de la primera ópera romántica mexicana.

La calidad y confección artesanal de las esferas de Tlalpujahua las hace atractivas al mercado internacional, explica don Pancho Mora. La materia prima es importada, el tubo de vidrio se compra en Brasil y Estados Unidos, de este último país también se importan las anilinas, las diamantinas y los casquillos. "Además cada una está hecha con calor humano. Las esferas no son para guardarse toda la vida, pero una de aquí le dura intacta, con sus colores vivos, hasta tres años."

Pero las esferas no son el único encanto de esa población michoacana, que ha crecido al amparo de la Virgen del Carmen, obra de arte pintada sobre un muro de adobe en 1625 y venerada en su parroquia, construida en la primera mitad del siglo XVIII. Las calles empedradas conducen a diferentes puntos de encuentro con la historia del lugar, habitado en sus inicios por indígenas mazahuas, con sus artesanos en orfebrería, cerámica, alfarería, con la fantasía del arte plumario, con sus museos, como el de la Mina Dos Estrellas, y con la belleza natural de su bosque y de su presa.

Si uno camina cuesta arriba en Tlapujahua topará con el mundo -esa obra de arte tantas veces repetida, mágica y acogedora- condensado en una esfera navideña.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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