Raquel
Tibol
La
neofiguración de Alberto Castro Leñero
El
pintor, escultor, dibujante y grabador Alberto Castro Leñero, cuyo
sitio en el ámbito artístico está fuera de toda duda,
cumplirá el próximo domingo cincuenta y un años de
edad. Con este motivo, la maestra Raquel Tibol escribe acerca de la relación
de Castro Leñero con el neofiguracionismo, corriente que le ha permitido
reflejar en sus obras la problemática contemporánea.
Yo
quisiera expresar mis sentimientos, no ilustrarlos. La técnica es
simplemente un vehículo, un método para hacer una afirmación.
Cuando pinto tengo una imagen o una noción global de lo que estoy
tratando. Puedo controlar el flujo de los colores: no hay azar, como tampoco
principio ni fin.
Jackson
Pollock
El
próximo 22 de diciembre Alberto Castro Leñero (pintor, escultor,
dibujante, grabador) cumplirá cincuenta y un años de edad.
Hace treinta y uno ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas
de la unam, donde estudió hasta 1978 Comunicación Gráfica
y Artes Visuales. En la misma enap fue maestro de Experimentación
Visual (1982-1986). Ha hecho residencias para perfeccionar o practicar
su quehacer artístico en Bolonia, Italia; Los Ángeles, California;
Albuquerque, Nuevo México; Quebec, Canadá. Tras medio centenar
de exposiciones individuales (1974-2002), actualmente exhibe en la Galería
Arcos Itattí un conjunto de pinturas, esculturas y dibujos.
La
neofiguración, surgida en Europa y Estados Unidos en la segunda
mitad del siglo xx, tiene en Alberto Castro Leñero un practicante
con su propia singularidad y su propia vitalidad. Al igual que algunos
de sus predecesores (Jean Dubuffet, Willem de Kooning, Francis Bacon, Karel
Appel...) trabaja el objeto plástico (pintura, escultura) por aproximaciones
tan complejas como ambiguas. En sus representaciones de paisajes, figuras,
espacios cósmicos, los elementos de la realidad se hacen visibles
tras un proceso de subjetivación, evocación y reconstrucción.
Esto se puede confirmar en las piezas trabajadas entre 1994 y 2002 que
ahora se han reunido para enseñar un proceso de continuidades y
cambios, con incorporación de formas geométricas, que en
las pinturas actúan con perturbadora y a veces impositiva ambigüedad,
y en las esculturas como soportes de procedimientos pictóricos.
En Paisaje con estructura (180 x 240 cm), por ejemplo, un conjunto
de diez triángulos, de vigoroso cromatismo, entabla una disputa
con el paisaje selvático al que han sido sobrepuestos sin lograr
anularlo. La delicada maraña en los tonos del término posterior
entabla una lucha con las coloridas geometrías rígidamente
delimitadas. A pesar de que comparten la misma superficie y la misma bidimensionalidad
no se funden ni conviven. Lo que sí queda planteado es un choque
de intensidades diferentes: naturaleza y abstracción racional.
En el díptico Escenario (150
x 400 cm) las figuras, elementos representacionales insinuados, han surgido
como resultado de una acción pictórica, de la cual obtienen
su fuerza y en la que deben incluirse los "bajorrelieves furtivos", de
los que hablaba Dubuffet, conseguidos con esmalte sobre el acrílico,
efecto utilizado también en las dos muy acertadas versiones de Insecto,
la pequeña (60 x 30 cm) y la grande (200 x 100 cm). En estas piezas
los aspectos externos se despliegan en favor de lo natural articulado con
una sucesión gestual cercana al informalismo.
Como
representaciones icónicas demostrativas de profundos intereses psicológicos
y espirituales pueden percibirse Cabeza gris y Reflejo (ambos
óleos de 240 x 180 cm). Aquí las pinceladas intensas y dramáticas,
así como la coloración atenuada, esencial, sin estridencias,
conjuran el grito de los personajes y se concentran en su dolorida y quizás
torturante melancolía, velada con discreción por tramas lineales
que aumentan la interioridad y la individualidad de las emociones. En lenguaje
plástico semejante está resuelto El hombre urbano
(60 x 30 cm) preso en un conjunto de letras dispersas que podrían
organizarse para resolver el enigma que esta composición plantea.
Alberto Castro Leñero ha estado
cotejando los límites de la bi y la tridimensionalidad. Claro ejercicio
en este orden es una estructura marina resuelta tanto en bronce como en
acrílico sobre tela. La diferencia más evidente estriba en
los colores, cuya calidad ornamental fluye en la tela, mientras que los
tonos verdosos y grises de la pátina en el bronce le otorgan una
presencia austera y más rotunda. A último momento el artista
prefirió evitar el cotejo en público y sólo se expone
la escultura.
A veces Alberto Castro Leñero centra
la experimentación en los contornos de la superficie pintada con
la clara intención de resaltar factores matemáticos indispensables
para la medición del espacio cósmico. Si bien acude en su
manera plástica a la indeterminación informalista, en sus
complejas aproximaciones a lo representativo resuenan conflictos de esta
época nuestra.
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