Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 13 de diciembre de 2002
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Economía

ECONOMIA MORAL

Julio Boltvinik

Donde come uno, comen dos

Aportaciones de una tesis de licenciatura
Corregirá cálculos de pobreza hechos hasta ahora

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

DONDE COME UNO, comen dos, dice el dicho popular. Aunque la afirmación literal es falsa, expresa la verdad de que el costo de manutención de una persona adicional es relativamente pequeño. Este hecho es fácilmente comprobable en la vivienda. El costo de un departamento de tres recámaras (rentado o propio), que con las normas de personas por recámara puede alojar adecuadamente a seis, no es tres veces mayor al de un departamento de una recámara que puede alojar sólo a dos personas, porque los espacios de uso común (sala-comedor, baño, cocina, pasillos) no cambian, o cambian muy poco. Por tanto, el costo por persona de la vivienda se va reduciendo al crecer el número de ocupantes, adecuadamente alojados, de la vivienda. En la jerga de los economistas, hay economías de escala en el consumo de algunos bienes y servicios.

LOS SATISFACTORES DE las necesidades son específicos por grupos de edad y sexo. Además son cuantitativamente diferentes. Los requerimientos calóricos y proteicos, por ejemplo, varían en función de la masa corporal del individuo y, por tanto, son mayores (en promedio) entre los varones que entre las mujeres, los menores y los bebés. Por tanto, el costo de satisfacción de las necesidades individuales es específico por sexo y edad. La manutención de un hogar de cuatro adultos resultará más costosa que la de dos adultos y dos niños. La solución para enfrentar este hecho se conoce como las equivalencias adulto.

LOS MÉTODOS USUALES de medición de la pobreza no toman en cuenta ni las economías de escala ni las equivalencias adulto (es el caso de los estudios de la Cepal, Banco Mundial y del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza de la Sedeso, donde la línea de pobreza se define por persona). La OCDE es una excepción. En mis mediciones de pobreza por el MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza) he tomado en cuenta las equivalencias adulto, pero no las economías de escala, usando líneas de pobreza por adulto equivalente. Al usar líneas de pobreza per cápita, y también por adulto equivalente aunque en menor grado, se subestima la pobreza de los hogares pequeños (particularmente los de una y dos personas) y se sobrestima la de los hogares grandes. Igualmente, con las líneas de pobreza per cápita se sobrestima la pobreza de los hogares con muchos menores y se subestima la de los hogares sin menores.

HAY UNA AMPLIA bibliografía internacional sobre estos problemas no sólo de la medición de la pobreza, sino también del bienestar y de la distribución del ingreso1. En general, en tal bibliografía se juntan los dos problemas y se trata de construir escalas de equivalencia entre hogares de diferente tamaño y composición.

EN COPLAMAR, AL construir la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE)2, instrumento que ha sido fundamental para la medición de la pobreza, cuyo diseño original y desarrollos posteriores he venido describiendo en esta columna (véanse las entregas del 22/11/02, 29/11/02 y 06/12/02), no enfrentamos estos problemas, ya que decidimos construir la CNSE para la familia promedio nacional tanto de tamaño como de estructura de edades y sexos. Dado que la CNSE define requerimientos detallados por persona, según su sexo y su grupo de edad (bebés, niños, adultos), los elementos para replantearla y extraer las escalas de equivalencia estaban ahí. Pero se requería un trabajo minucioso.

ALEJANDRO MARIN DECIDIO llevar a cabo tal trabajo en su tesis de licenciatura en economía3. En ella señala que la CNSE "empezó con la cantidad por persona y por familia. Lo que no abordó fue el desarrollo de canastas para diferentes tamaños de los hogares, ni la existencia de las economías de escala en el consumo, asociadas con el tamaño del hogar". El procedimiento que siguió Alejandro Marín lo describe él mismo de la siguiente manera: clasificamos la lista de bienes y servicios de la CNSE en artículos de consumo individual y familiar. Los individuales son aquellos que no pueden utilizarse al mismo tiempo por dos personas. Algunos ejemplos son los alimentos, el vestido, la cama individual, el calzado. En cambio, los bienes familiares se refieren a aquellos en los cuales no es posible excluir a nadie de su disfrute en el hogar (como televisión, radio, estufa, licuadora) y fueron clasificados en dos subgrupos: los familiares fijos y los familiares variables. Los segundos son los que aumentan al incrementar el número de personas, pero menos que proporcionalmente, mientras los segundos no cambian aunque se eleve el número de personas (entre límites razonables).

ES SENCILLO CALCULAR el costo de las canastas para cada posible combinación de tamaño y composición del hogar, una vez que los gastos han sido así clasificados. Si se toma como referencia el hogar de un hombre adulto viviendo solo, las equivalencias de cualquier otro hogar se obtienen simplemente dividiendo el costo de su canasta entre el costo de la canasta de referencia. Si dividimos el costo anual que presenta Marín (a pesos de febrero de 2000) de un hogar de un hombre, una mujer, un niño y una niña (99 mil 85 pesos) entre el del hombre solo (51 mil 922 pesos), el cociente es 1.9, mientras con el procedimiento del ingreso per cápita hubiésemos situado esta relación en cuatro a uno, cometiendo un grave error.

PARA UN HOMBRE y una mujer, los costos de los rubros individuales de la CNSE son 79 por ciento más altos que para el hombre solo, reflejando que la equivalencia de costo de la mujer en términos del hombre adulto es 0.79. El costo de los rubros familiares variables aumentan sólo en 5.9 por ciento, lo que se explica porque la vivienda sigue siendo de una recámara. En conjunto, los costos totales aumentan en 30 por ciento. Si la pareja tiene un niño (de tres a 14 años de edad) necesitarán una vivienda de dos recámaras. Los costos familiares variables aumentarán en casi 40 por ciento. Los costos individuales del niño varón, 10 mil 767 pesos al año, indican que su equivalencia con el varón adulto es 0.6. En total, el aumento de costos es de 31 por ciento. Con el procedimiento per cápita sería de 50 por ciento, lo que sobrestima las diferencias.

SI TIENEN DOS HIJOS (niño y niña), las normas de espacio les permiten mantener su vivienda de dos recámaras, por lo cual los gastos familiares variables aumentarán muy poco (2.3 por ciento). El aumento en los costos totales es de 12 por ciento y no 33 por ciento que se derivaría del método del ingreso per cápita. Nuestro autor examina el aumento de los costos en hogares con puros hombres adultos, desde uno hasta seis, lo que permite aislar el efecto de las economías de escala. Mientras los costos individuales se sextuplican, porque ahí no hay economías de escala, los costos totales se multiplican sólo por 3.24. El costo de la CNSE en un hogar con cuatro varones adultos es de 118 mil pesos anuales, 19 mil pesos más que el costo de la CNSE de la pareja con dos niños, lo que se explica sólo por diferencias en los requerimientos individuales por grupo de edad y sexo. El costo por persona pasa de 52 mil para un hombre solo a poco menos de 28 mil en el hogar con seis.

ALEJANDRO MARIN CALCULO el costo de 142 hogares según la combinación de tamaños y composición por sexo y grupo de edad. Las tablas respectivas, que presenta en un anexo, permiten mejorar los procedimientos de medición de la pobreza. El paso adicional que hay que dar es clasificar a cada hogar en una de esas 142 categorías, asignándosele así su línea de pobreza. Es una contribución a una mejor medición de la pobreza en México, sobre todo, pero no sólo para los que utilizamos la CNSE para medir pobreza.

ESCALAS DE EQUIVALENCIA entre tipos de hogares, tomando como 1.00 el costo de la CNSE para una pareja con dos niños, es el siguiente cálculo de nuestro joven autor. Además, compara sus resultados con los de ocho autores de la bibliografía internacional. En primer lugar, compara sus cálculos con los de Mollie Orshansky, la autora del método de medición de la pobreza vigente (desde los años 60 del siglo pasado) en Estados Unidos. Esta escala suele ser clasificada en la bibliografía de "escala experta", como será la construida por Marín. Las coincidencias son muy fuertes en casi en todos los tamaños de hogares. Se trata de diferencias menores a 4 por ciento en la mayor parte de los casos, con algunas de uno por ciento y sólo una con 11 por ciento. La similitud de resultados también es muy grande con el procedimiento de la OCDE5. Sin embargo, en este caso la diferencia con Marín es muy fuerte para personas solas (0.37 contra 0.52 de Marín). Al comparar sus resultados con los de otros autores que se basan en el comportamiento observado de los consumidores, o en sus juicios subjetivos, las diferencias se acentúan tanto en los tamaños grandes de familia como en las personas solas. Entre las primeras, la OCDE, Orshansky y Marín tienen escalas de equivalencia muy por arriba de los demás. Entre las personas solas, la dispersión entre los métodos basados en el comportamiento y en los juicios de los consumidores, es muy grande (desde 0.39 hasta 0.68).

MARIN TAMBIÉN LLEVO a cabo algunos cambios que yo había realizado durante los años 90 a la CNSE, incorporó algunos rubros (con sentido crítico) entre aquellos que más de 50 por ciento de la población encuestada consideró necesarios en la encuesta Percepciones de la población urbana sobre las normas mínimas de satisfacción de las necesidades básicas, que reseñé en este espacio la semana pasada (06/12/02).6 En contraste, no eliminó los rubros de la CNSE que la mayoría de la población no consideró necesarios, lo que hubiese requerido una explicación de su parte.

EN LAS ENTREGAS RECIENTES (cuatro con ésta) he reseñado el propósito y el método de construcción de la CNSE, su puesta a prueba con la encuesta de percepciones, que permitió confrontar las definiciones de la CNSE con las percepciones de la población, y finalmente hoy presenté el desarrollo de canastas por tamaño y composición del hogar, que permite tomar en cuenta los costos diferenciales por grupos de personas y las economías de escala. La Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE) es un instrumento vivo y coherente. Hacen falta más trabajos para mejorar sus posibilidades. En la próxima entrega haré un resumen de lo analizado hasta ahora y presentaré una agenda de investigación.

1 Una revisión con sentido práctico de las soluciones existentes puede verse en Xavier Mancero, Escalas de equivalencia: reseña de conceptos y métodos, Estudios estadísticos y prospectivos, No. 8, Cepal, Santiago de Chile. (Puede bajarse del portal electrónico de Cepal, www.eclac.org). Para una visión conceptual y teórica, véase Angus Deaton y John Muellbauer, Economics and Consumer Behavior, Cambridge University Press, Cambridge, GB, capítulo 8.

2 Coplamar: Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, de Presidencia de la República (1976-1982). La CNSE puede consultarse en Coplamar, Macroeconomía de las necesidades esenciales, Siglo XXI Editores, México, 1983, anexo metodológico 2.

3 Alejandro Marín, La medición de la pobreza. Una nueva aproximación, tesis de licenciatura en economía, Universidad Tecnológica de México, en trámite de presentación. Director, Julio Boltvinik.

4 Esto significa, en los extremos, una elasticidad tamaño del costo de la CNSE igual a 0.533. Esto es, cada vez que el tamaño crece 10 por ciento, los costos aumentan 5.33 por ciento.

5 Que define el costo del primer adulto como 1.0, añade 0.7 por cada adulto y 0.5 por cada menor que se incorporen al hogar.

6 Incluyó servicio y aparato telefónico, calentador de agua, televisión a colores (en vez de blanco y negro), ventilador para todos los hogares (y no sólo para los de climas cálidos), reloj de casa, sartén de teflón, pijamas para hombres, pañuelos desechables, paraguas, carreola para bebé, escritorio, lavadora (en vez de servicio de lavado y secado automático). Con sentido crítico, no incluyó el automóvil, que también poco más de 50 por ciento de los encuestados consideraron necesario. No incluyó, entre otros, agua de garrafón, mantel, yogur, champú, hilo dental, pantuflas y tenis para hombres.

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Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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