Los poemas de amor de Guillén
Pero ya desde que en 1930 comienza su aventura con la poesía negra o mulata, como él prefiere llamarla, comprendiendo la dualidad cubana, el poeta nos propone un modelo de texto en el que conjuntamente con la pasión y la sensualidad, están expresándose valores que se corresponden con la identidad cubana. En algunos textos de Sóngoro cosongo (1931), Nicolás está vulnerando los esquemas de belleza que los hispanoamericanos heredamos de Europa, y haciéndonos ver la otra cara de nuestro ser: Tu vientre sabe más que tu cabezaEn este "Madrigal", Guillén nos presenta una belleza que niega aquellos "ojos claros, serenos", que Gutierre de Cetina nos imponía en su canónico texto desde el siglo xvi. Canónico por el modelo de belleza que proponía, pero también por el tono elegante, suave, delicado con que se presentaba esa belleza, y que desde entonces iba a definir al madrigal en la retórica al uso. Los madrigales de Nicolás nos proponen un canon de belleza femenina que es de Cuba, del Caribe. E incluso un acercamiento mucho más sensual, más lúbrico, por el modo en el que el poeta se relaciona con ella. Y no es que Nicolás estuviese negando la existencia o incluso la legitimidad de esa belleza que hemos admirado desde los cuadros de Sandro Botticelli, pero sí nos estaba llamando la atención sobre el hecho de que no era esa la única belleza y, ciertamente, no la más próxima a nosotros. En West Indies Ltd., su libro de 1934, la lubricidad de un nuevo "Madrigal" alcanza un clímax: Sencilla y vertical, ![]() En La paloma de vuelo popular (1958), hay un texto de un sugerente misterio, en el que Nicolás recupera cierto espíritu de aquel tratamiento del tema en su juventud, entre romántico y modernista. Me refiero a la "Pequeña balada de Plovdiv": Una larga mirada verde ![]() Hay allí textos que merecerían ser reproducidos, lo que no permite el breve espacio de este artículo. Como el lector mexicano tiene al alcance la muy buena antología que es Donde nacen las aguas, editada por el Fondo de Cultura Económica justamente este año del centenario del poeta, me permito recomendarle que busque allí textos como "A Julieta", para ver a Guillén derrochar la gracia y el ingenio que caracterizó a la poesía conversacional tan en boga por los años sesenta; el juego de rondel de "Teresa" y la maestría de "Un poema de amor", que es para mí un texto imprescindible en una antología de la poesía de amor de la lengua. Hace ya algunos años, apareció En algún sitio de la primavera, largo y personalísimo poema de amor, prácticamente una más entre sus elegías, que Guillén mantuvo inédito en vida y que ha venido a engrosar ese caudal del erotismo poético de Nicolás. Pero hasta su último momento estuvo
Nicolás Guillén cortejando al amor, que acaso por esa fidelidad
del poeta nunca lo abandonaba. Había quien se alarmaba o se burlaba
de ese hombre de setenta años que andaba aconsejándonos así:
búscate una muchacha que toque viola,
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