Rosas
Moreno,
A pesar de que el nombre de José Rosas Moreno aparece en todos los recuentos canónicos de la literatura mexicana, su obra es muy difícil de encontrar. Tres o cuatro de sus poemas y unos cuantos apólogos aparecen en las antologías de poesía y de fábula, y todos alguna vez hemos pasado por calles que llevan su nombre, pero (y este pero abre muchas reflexiones sobre la literatura y el comercio del libro) hace mucho que sus obras desaparecieron de las librerías y no figuran en las listas de las bibliotecas. El mundo es ansí, diría el clásico moderno.
La lápida fue elaborada en una fundición de la ciudad de Irapuato, Guanajuato. Los obreros que la hicieron no cobraron nada. La gente del pueblo apoyó la causa porque todos lo recordaban con cariño y su nombre revivía los dulces años escolares. No imaginaban que en poco más de cien años su obra sería tan difícil de encontrar como su cuerpo entonces. Y no porque se trate de un autor desconocido. Su nombre aparece en casi todas las historias literarias de México e Hispanoamérica. Se le reconoce como uno de los poetas románticos más importantes de México y como el más grande fabulista de América. En muchas ciudades de México alguna calle, parque, biblioteca o escuela lleva su nombre. El hermoso teatro de su ciudad natal también lo ostenta. En las más conocidas antologías poéticas de la lengua española se encuentran dos o tres de sus poemas. En las de fábula se incluyen varios de sus apólogos. Pero los únicos estudios críticos que se han hecho sobre su obra son los de Ignacio Manuel Altamirano, Juan de Dios Peza y Francisco Pimentel. El resto de los comentarios que se ocupan de él solamente proporcionan datos biobibliográficos, algunos de ellos imprecisos, contradictorios o totalmente equivocados. Unos dicen que fue nieto del insurgente Pedro Moreno, su tío abuelo; que se llamaba José Ignacio y no José María; que era guanajuatense; que editó La Edad Infantil y no La Edad Feliz. Hay desacuerdos en cuanto a sus fechas de nacimiento y muerte, y algunas de sus obras se editaron póstumamente con diferentes títulos sin ninguna aclaración al respecto. Sabemos en qué lugar está y cuándo estuvo, pero no podemos encontrarlo de frente. El destino de su cuerpo y el de su obra ha sido el mismo. Es muy difícil, si no imposible, conseguir alguna impresión de sus obras dramáticas, salvo una de las más aplaudidas: Sor Juana Inés de la Cruz, drama escrito en verso y estrenado con extraordinario éxito en el Teatro Principal de México en octubre de 1876, o el juguete cómico en verso Un proyecto de divorcio, representado en marzo de 1868. Algunas de sus piezas dramáticas nunca fueron publicadas, pero sabemos de su existencia por referencias a ellas en las crónicas. Se considera a Rosas Moreno como el primer autor que escribió teatro infantil en México: El año nuevo, Una lección de geografía, Amor filial, son algunos ejemplos. En las últimas tres décadas del siglo xix y en las primeras cuatro del siglo xx, leer a Rosas Moreno era obligado. Una colección de sus fábulas fue publicada en 1872. Fueron tan apreciadas que el Ayuntamiento de México las adoptó como libro de lectura en las escuelas primarias, primero del Distrito Federal, y posteriormente de toda la República. Se publicaron cerca de cincuenta ediciones. Algunas se encuentran hoy en bibliotecas públicas de Estados Unidos y Europa, y muchas de sus fábulas aparecen en antologías al lado de Esopo, Lafontaine, Samaniego, Lizardi e Iriarte. Además de sus fábulas, José Rosas escribió otros textos didácticos que se editaron varias veces aún muchos años después de su muerte: Nuevo libro segundo, Recreaciones infantiles, Libro de la infancia, El pensil de la niñez, Nuevo manual de urbanidad y buenas maneras, Nuevo amigo de los niños, Libro de oro de las niñas, Nuevo compendio de historia de México y Un libro para mis hijos. Publicó sus Poesías en 1864, mismas que después aparecieron bajo el título de Hojas de Rosa (1891). Casi todos sus poemas están salpicados de nostalgia y melancolía. Los más conocidos son aquellos en los que añora a su tierra natal: "El valle de mi infancia" y "La vuelta a la aldea". Entre su producción poética destacan los sonetos en los que imita a Petrarca. Otra colección de sus poemas se publicó también en 1891bajo el título Ramo de violetas. De su producción lírica se puede conseguir hoy alguna edición. Cultivó la narrativa de manera más mesurada. Se le conocen dos novelas de corte infantil: Excursiones por el cielo y por la tierra y Un viajero de diez años, además de varias comedias infantiles. También incursionó en el periodismo. Colaboró en El Búcaro, El siglo xix, La Ilustración Potosina, La Orquesta, El Renacimiento, El Eco de Ambos Mundos, entre otras publicaciones de la época. Fundó en México el semanario La Edad Feliz, el diario Los Chiquitines y La Ciencia de la Dicha y en León, Guanajuato, El Tío Canillitas, La Discusión, La Madre Celestina, El Hombre que Ríe, La Educación y El Álbum Literario de León. Estuvo a cargo de El Boletín Municipal, órgano informativo del Ayuntamiento de México, que bajo su dirección vivió su mejor época. A los seis años de edad se marchó con su familia de Lagos, al parecer por motivos laborales de su padre. Se mudaron a la ciudad de León, pero Pepe Rosas como le llamaban amistosamente nunca se desligó por completo de la tierra que lo vio nacer y pasaba ahí largas temporadas visitando a sus amigos y familiares. Este amor por el terruño es una de las características constantes de su vida y se refleja en su obra, sobre todo en su poesía. De León se traslada en 1851 a la Ciudad de México para continuar sus estudios. Fue alumno del Colegio de San Gregorio y de la Escuela de Minería. Simpatizó con el partido liberal y ocupó en varios periodos la diputación federal por el estado de Guanajuato, donde estuvo preso durante el tiempo que ocupó el poder el gobierno conservador. Huyó a la Sierra de Santa Rosa pero fue capturado en el pueblo de Dolores y encarcelado algunos días. Luego se refugió en Lagos mientras dejaban de perseguirlo. Su participación en los debates del Congreso denota una profunda preocupación por la educación y una fe inquebrantable en el federalismo y en la democracia. Fue un activo precursor de la Ley electoral. Formó parte del grupo de escritores reunidos en torno a Ignacio Manuel Altamirano bajo el nombre de la "Bohemia Literaria". Fue miembro también del Liceo Hidalgo. En Lagos, su tierra natal, se organizaban tertulias literarias en casa de don Ignacio Torres Lomelí, a las que asistías con varios de sus amigos que habían sido Constituyentes de 1857. La personalidad de José Rosas Moreno es injustamente valorada. En contraste con las elevadas opiniones sobre su vida y su obra, se encuentran otras que lo señalan como "poeta de tono menor", "novelista de menor talla", "escritor de vida atormentada a quien nunca la suerte le sonrió". Como si existiera algún sistema para calcular el tamaño de los poetas y el lirismo profundo descartara la posibilidad de alegría, de realización, de felicidad. Lo describen como una persona triste y apagada, pero nadie que ame a los niños de tal manera puede vivir amarguras. En algunas crónicas que se ocupan de él se atreven a asegurar que, pese a la predilección que mostraba por la niñez, nunca tuvo hijos, cuando en realidad fue padre de tres: Fernando, José María y Eugenio, a quienes dedicó gran parte de su obra. Su vida no fue del todo desafortunada, pues probó el éxito y recibió el reconocimiento a su obra antes de su muerte, ocurrida tras cinco años de una penosa enfermedad. El tono melancólico que se respira en su poesía es producto, más bien, de su insatisfacción ante la corrupción del mundo. La virtud, la infancia, la educación, la historia nacional y la nostalgia son los grandes temas de José Rosas en su poesía, en sus obras teatrales, en sus novelas, en sus textos didácticos, en sus fábulas y en su trabajo periodístico. |