Ojarasca 67  noviembre  2002


umbral Una utopía recurrente de la que no acabamos nunca de curarnos es la de que algún día ya no habrá guerras. La inmoralidad infinita de la ofensiva de Estados Unidos contra Irak, después de una década de aplicar sobre ese pueblo la política económica más genocida de la historia humana, es sólo un síntoma más de que las civilizaciones dominantes están lejos de haberse curado del mal de la destrucción.

Hoy comandan los bandos enemigos una punta de enfermos mentales acostumbrados a matar. Bush II, Putin, Saddam Hussein, Sharon, Bin Laden, y los esmerados séquitos de cada uno, ya probaron la sangre en sus respectivos terrenos (la silla eléctrica de Texas, las matanzas en Afganistán, Chechenia, Kurdistán, Sabra y Chatila, etcétera) y les gustó. Ellos garantizan que el negocio de la guerras siga creciendo.

Lo más globalizado en la globalización son los daños que la guerra provoca en las sociedades desiguales, en los pueblos del fondo, en la sal de la Tierra. Antes de "empezar" la invasión de Irak, Estados Unidos ya mató medio millón de personas (en su mayoría niños). Las sanciones económicas son usadas hoy "como armas de destrucción masiva", afirma la investigadora Joy Gordon (en Harper's, noviembre, 2002). En el caso de Irak, los gobernantes estadunidenses "han convertido un programa de gobernabilidad internacional en un acto de asesinato en masa".

La estrategia criminal de los bloqueos, un invento geopolítico relativamente moderno, se aplica a escala global y a escala local, dentro de las naciones, para asfixiar a los que sobran.

A mucha gente no le gusta que le recuerden que en México hay una guerra. Habiendo conflictos bélicos verdaderamente espectaculares y "ejemplares" en horario triple A, ya quién se acuerda de la guerra contra los pueblos indios del sur mexicano. Un "conflicto latente" que cobra continuas vidas (como todos los "conflictos latentes").

Mientras el gobierno foxista, avestruz engarrotada, no intente siquiera cumplir acuerdos y darle a la paz un chance en Chiapas, el riesgo de perder el control de las decisiones (como en otros rubros de su "gobierno") será muy grande. Al paso que va, podemos temer que recibiría con indolencia cualquier intromisión violenta, o reprimiría obedientemente las inconformidades ciudadanas.

La temporada estelar de los asesinos que llevan el concierto de las naciones y reparten bozales con descuento, apuntala la patraña de que todas las guerras son una y la misma, donde los mandos de la junta militar washingtoniana serán los "buenos", los "justos" que decidan las "sanciones". Y no aceptarán ser juzgados por nadie. Eso creen.

Avanza la estrategia militar estadunidense de dominación global, atribuida al general Dick (literalmente, "Pito") Cheney desde 1990, cuando era el secretario de Defensa de Washington con Bush I (ahora es el vicepresidente de Bush II).

Ojalá fuera un chiste, un recurso para el suspense de la película. Las Naciones Unidas se arrodillan ante Washington. Europa se conforma con que le dejen su parte. La guardia pretoriana puede avanzar.

La servidumbre de las naciones en tiempos así resulta criminal, y la historia nunca olvida.
 
 

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