Jornada Semanal, domingo 17  de noviembre de 2002         núm. 402
Placeres permitidos
EVODIO ESCALANTE.

REYES Y LOS FILÓSOFOS ALEMANES

Quienquiera que revise las obras completas de Reyes se sorprenderá de ver la cantidad de veces que aparece citado ahí el nombre de Hegel. Si exagero un poco, diría que casi no hay un tomo en el que no aparezca generosamente su nombre. Reyes, ¿lector de la Fenomenología? Quizá no tanto, pero sí de las lecciones sobre la filosofía de la historia. Sólo en su libro sobre Goethe, en el mismo tenor, desfilan con toda soltura, además del inevitable Eckermann, y de Hegel –que en todos lados deja la marca del zorro–, figuras como Herder, Jacobi, Spinoza, Schelling, Kant, los hermanos Schlegel y por supuesto Schiller. ¿Propensión germanófila de quien, en el famoso Discurso por Virgilio, y en los albores de una nueva guerra mundial, solicitaba tormentas capaces de poner a prueba la reciedumbre de las naves nacionalistas? ¿O tan sólo el índice de una más o menos reprimida propensión al romanticismo?

Lo cierto es que la relación de Reyes con los pensadores germanos da para mucho. Lo mismo que su compañero de generación José Vasconcelos, quien en su Manual de filosofía se burla de una supuesta "murria" heideggeriana, recomendando una cura de aceite de ricino para evitar la angustia ante la muerte, Reyes comenta con desenfado los deslices que cree encontrar en Heidegger y hasta adelanta una parodia más bien inclemente contra Husserl, cuya filosofía no sólo le parece evasiva sino melindrosa. "La fenomenología, amigo mío, no es más que una filosofía del remilgo", así declara impertérrito un personaje en el diálogo titulado "El espejo de Husserl". Es obvio que Reyes comparte de algún modo el sentido de este juicio, que no deja de reiterarse para que no haya duda: "Es inútil –dije con despecho–. Los fenomenólogos estáis avezados a sacarle el bulto a los cuernos de la realidad."

¿De dónde este encono? ¿El siempre ponderado y equilibrado Reyes, difamando a Husserl? ¿Y además, metiéndose fuerte con Heidegger? Empiezo con el autor de El ser y el tiempo. Reyes arremete contra Heidegger cuando menos en dos ocasiones en el tomo xxi de sus Obras completas. La primera ocasión contiene una revelación tardía: los destinatarios de una crítica que habría formulado Reyes sin mencionar nombres en alguna parte de su Atenea política (tomo xi de sus Obras...) serían ni más ni menos que Ortega y Gasset y Martin Heidegger, así puestos en paquete para que salga más barato. A Reyes le parece que estos pensadores consideran que el hombre es una suerte de náufrago angustiado, al que sólo podría salvar el sistema de la cultura. Grave yerro, al menos en el caso de Heidegger, pues convierte al terco reivindicador de la ontología en algo que nunca quiso ser: un mero defensor del culturalismo.

Ahí mismo, Reyes la emprende contra lo que el tiempo ha convertido en uno de los ensayos más disfrutables del mismo autor: el que le dedicó a la poesía de Hölderlin. Para Reyes este texto "muy bien puede ser lo más endeble que Martin Heidegger ha escrito en su vida." Tal cual. Según nuestro enorme y siempre admirado prosista, el filósofo alemán ("monstruo en su laberinto") habría cometido la torpeza no sólo de sacar de contexto las palabras del poeta, sino de cortarlas y secarlas desde el punto de vista de la filosofía sistemática, metiendo a la poesía en la camisa de fuerza de sus "coherencias racionales". Increíble que uno de los textos más "líricos" y por lo mismo más libres de Heidegger le merezca este comentario.

A Husserl, como se ha visto, no le va mejor. Tildar a su pensamiento de una "filosofía del remilgo" es un golpe al hígado de consecuencias devastadoras. Sólo que aquí hay un antecedente curioso y digno de tomarse en cuenta. Si alguien ha leído en serio alguna vez a Husserl en México, ése parece haber sido Alfonso Reyes. En la primera edición de su obra teórica más ambiciosa –y la más fracasada también, podría agregarse–, El deslinde, Reyes se revela no sólo como un acucioso lector del maestro alemán sino casi hasta como uno de sus discípulos. A pesar de los leves retoques que Reyes y sus editores introdujeron en las ediciones subsecuentes, las huellas del filósofo alemán están a la vista. Voy a la médula del asunto: ¿cómo define Reyes la teoría literaria que con tantos rodeos esta tratando de edificar? La define como una "fenomenología del ente fluido". No se trata, por supuesto, de una ocurrencia o una mención ocasional. Reyes vuelve una y otra vez a su definición y hasta la complementa: es una "fenomenología del ente fluido, como hemos dicho. Pero del ente que corre y se escabulle por entre otros entes no menos proteicos".

Es cierto que más tarde Reyes decide atenuar su estentórea filiación husserliana: en lugar de "fenomenología" reescribe "fenomenografía". Lo justifica de este modo: "Para evitar confusiones con la moderna ‘fenomenología’, prefiero usar este término [...], que tiene antecedentes mexicanos en la Lógica de Porfirio Parra." Las huellas, empero, persisten tras la borradura y más allá del uso del término emblemático. De la cosecha de Husserl persisten otros términos que sólo un trabajo de negros sería capaz de arrancar de la tierra: los "contenidos noemáticos", los "movimientos noéticos", los "rumbos noéticos" que el texto prodiga a la menor provocación no me dejan mentir. En honor de Reyes, habría que decir empero que su lectura de esa época parece no sólo exacta sino muy rigurosa. Reyes no quiere pasar por un improvisado que toca de oído ni mucho menos como un pensador poco aplicado. Que ha leído con toda atención las Investigaciones lógicas de Husserl y a otros filósofos y teóricos del lenguaje, lo demuestra el aplomo de la siguiente cita de El deslinde. Prolegómenos a la teoría literaria, cuya primera edición, hay que recordarlo, es de 1944: "La fenomenología de Husserl inaugura el análisis estructural del signo. Con Ferdinand de Saussure, Bühler y Cassirer, se llega al lenguaje como sistema de signos."