De
Zodiaco
negro
Charles
Wright
Meditación
sobre la forma y la medida
La huella de la mano corrobora
las estrellas, pero, ¿qué confirma la mano?
De cada dos de mis pensamientos,
uno está dedicado a la muerte.
Nuestros días, una
incertidumbre, un caos, sin sentido.
Lo que nuestra vida es
se desdibuja como el paisaje en el agua.
Todas las estrellas son
luces, no todas las luces son estrellas.
Julio 13, el petirrojo acicala
su plumaje en la vara del tronco,
El azul de la noche comienza
a hacerse oscuro,
En fondo blanco el engranaje
de estrellas,
Una nube sobre Caribou como
pintada con aspersor,
Pájara altiva bajo
el cristal veneciano del puente peatonal.
-
Claustros de abetos-abadía,
árboles monacales, hábitos de sombras,
Guacos en los pliegues oscuros,
Rayos de un sol pálido
atraviesan las gruesas ramas,
El guaco doblemente agraciado
en un pavoneo sacrificial,
cola en abanico, lejos
De algo oculto y demasiado
joven, se contonea sobre el tronco seco.
La luna, albino hoyo negro,
atrae hacia sí la luz,
Luna creciente, cayendo
dorada,
Oscurece el cielo a su alrededor
y estalla en estrellas,
Estrellas de palabras, estrellas
guerreras, palabras guerreras
reuniendo
Acentos y destinos, la luna
atrae hacia dentro la luz.
Tiempo y luz no son sino
lo mismo en algún sitio a nuestra espalda.
Y la forma es medida.
Sin medida no hay forma:
Forma y medida se vuelven
una sola.
Tiempo y luz se hacen uno
en algún lugar más allá de nuestro porvenir.
Padre oscuridad, madre noche,
uno más uno devienen uno, otra vez.
Ahora, en su escisión,
sin embargo, sisean, canturrean,
Dulce música autodestructiva
Que acurruca nuestros cuerpos
y los regresa
A una actitud cercana a
la verdad
Donde la medida es verbal
arquitectura
y la forma esplendor.
-
Faltos de humildad nos comparamos
con los muertos,
Ecos y espejos, trueno distante,
Esas constelaciones fabulosas
que observamos sin poderlas explicar.
Nuestras vidas reflejos de
sombra, gritos
Ecos de ecos, entre fantasmas
vivimos, mirando y midiendo,
En el aire giran, como halcón
en círculo, los restos de la ceniza sobre la flama,
Grajo grisáceo non
grato en el comedero,
Golondrinas revolando como
aviones de guerra
salidos de la nublazón,
Incongruente La Traviata
Desde la cinta del casette,
graznido y aria.
La memoria es un cementerio
Que he visitado una o dos
veces, blanca
ubicua, postergada
Ninguneada por todas partes,
El petirrojo de nuevo en
lo curvo de la rama, la hembra echada
Sobre los huevos,
profundas nubes lentas: trasatlánticos sobre la tierra.
Mi vida, al igual que otras
vidas, ha transcurrido circunscrita a las estrellas.
O vaghe stelle dellorsa,
bellas estrellas de la Osa,
Lo tomé, alguna vez,
de un libro.
Esta noche, lo retomo, que
yo, como Leopardi, pueda
Algún día
sumergirme en el frío brillo del Leteo.
Tumbas
jesuitas
Canícula. Un nublado
irlandés. Cielo color avena.
La fosa jesuita. Última
misa
Para cientos cuyos nombres
están grabados sobre el mármol,
Sobre la grava y tierra
desnuda.
Sólo polvo y piedrecillas:
qué severo, qué evanescente.
Sin embargo, no apto para
ti, Padre Ave del Paraíso,
Cuyo exótico plumaje
posee
rostro y forma,
Eso que deseaste alguna
vez.
Cementerio de Glansnevin,
Dublín, Julio 3, 1995.
Para quienes se han levantado
a realizar su trabajo,
ese trabajo es andamiaje.
El sacrificio es la causa
de la ruina.
La ausencia de sacrificio
es la causa de la ruina.
Por lo tanto, la leyenda
nos enseña,
Viento del norte atraviesa
las planas hojas de los árboles guardianes,
Tres agitados montículos
en el pequeño, cuadrado recinto,
almas devoradas por Dios y por el cielo protegidas.
P. Gerardus Hopkins, Julio
28,1844 Junio 8, 1889, Edad: 44 años.
Luego, el siguiente nombre.
Y luego el que sigue,
Soldados del infortunio,
en marcha cerrada hacia el blanco disolverse de
estrellas
Préstamos de la historia.
¿Pero tú, Padre Incandescente,
Tú, Padre Fuego?
Dicen que lo que se eleva se une. Eso dicen.
Zodiaco
negro
Ensombrecidos por el tiempo,
los maestros, como los recuerdos, se mezclan
Y confunden,
y se apoltronan en los sillones de jardín, como un aire
Disperso, aire en la claridad
de la nada.
¿Qué podríamos
decirle a cada uno?
¿Cómo pueden
ser tan claros y oscuros a la vez?
Nos sacan de quicio,
desaliñan las hojas de los árboles de agosto.
De pronto se detienen, abruptamente,
como el viento.
Regresan las moscas y el
calor:
¿qué podemos decirles?
Sólo el cielo es
infinito.
Las moscas vuelven, y la
tarde
Se estremece suavemente
en sus verdes orillas
luego se asienta como peso
muerto
Junto a nuestros recuerdos,
y las gastadas bastillas de los maestros.
Los que buscan al Señor
elevarán su plegaria en alabanza.
Quizá. Pero quizá
no,
somos polvo y ceniza,
Algunos se alejarán
sin aliento, algunos
Escucharán el camino
de entrada con sus bocas
Donde los ponga el dolor,
unos cuantos centímetros sobre el suelo.
Y algunos, por amor y profundo
desdén
lo injuriarán.
Como un eclipse las puertas
de la misericordia nos ensombrecen
por dentro.
Hileras de tumbas reafirman
nuestros pasos,
la humedad de agosto
Resplandece como el aura
de nuestro cuerpo.
Y algunos pronunciarán
las palabras,
hablando en miedo y lenguas,
Odiando sus vestiduras manchadas
por la carne.
Esos son los afortunados,
los ninguneados, los dos veces borrados.
Dante y Juan Crisóstomo
Pudieran esta tarde encontrar
una carta estelar,
Una guía para el
peregrino...
Quizá tú también
Bajo el amarillento esbozo
de la luna menguante,
Nubes cinglando cielo abajo
como una narración para la incertidumbre,
Lo que no ha sucedido
que está por suceder
Ocultándose todavía
tras las estrellas,
agosto 31, 1995...
La vida después de
la vida de los insectos, graffiti del espacio,
hoyos blancos
En el paisaje,
tales cosas, avenidas que conducen al polvo
Y cuidan de nuestro dolor.
Cielo azul, azul de infinito,
azules
aguas sobre la tierra:
¿Por qué las
grandes historias ocurren siempre en el pasado?
-
La vida sin examinar no es
distinta a
una vida examinada.
Preguntas sin respuestas,
comentarios sin importancia,
Teoremas por probar, argumentos
ya sin interés,
Hay que escribirlo todo:
El paisaje, las marinas,
lo que dure la luz sobre los siempreverdes,
La orilla oscura de la noche,
tienes que escribirlo.
El pañuelo de la
memoria, el sueño de la muerte y el automóvil,
El sueño de Dios,
aún debes escribirlo,
Luna medio vacía,
luna medio llena,
Noche sin estrellas y sin
yo, noche negra de sangre y oscura plegaria,
Araña hilando entre
los setos,
Última llamada del
ave,
sapo en sitio húmedo, rana de árbol en lo seco...
Nos vamos a nuestras tumbas
con sentimientos triviales,
Satisfacciones heredadas,
con sólo la mitad del alma,
cartas estelares ya sin atracción.
Nos vamos en nuestro mejor
traje. Los pájaros vuelan. Las nubes pasan.
Seguros de nuestro frío
e intocables,
pero sin abrigar el mal.
Ningún apetito en
armonía con el rencor de la escisión,
vivimos fuera de aquí y somos dulce carne.
Calígrafos de lo
incorpóreo, custodios de la palabra de Dios,
¿Qué letras
iluminaremos?
Sobre nosotros, la atmósfera,
La nada que está
en ninguna parte, sin discutir, espera una señal
y llama.
Por encima de nosotros,
las grandes constelaciones se recogen y ocultan,
Las letras resplandecen,
se acercan,
Tu X y mi X.
Las letras resplandecen, se aproximan.
-
Evasores de la memoria, sueño
nocturno de invernadero,
Espíritu de deslices
y silencios,
Mano Invisible,
Da testimonio y avanza.
Señores de lo discontinuo,
señores de los pequeños gestos,
Socórranme en mi
esfuerzo y sálvenme...
Toda la tarde la lluvia lloviendo
en mi mente,
Y en los jardines y la orquídea
enana.
Toda la tarde
El lexicón del verano
tardío ha revisado sus páginas
Bajo la lluvia,
abstrayendo la palabra necesaria.
El otoño está
sobre nosotros.
La lluvia llena nuestros
angostos lechos.
La descripción es
un elemento, como el aire o el agua.
Eso es la palabra.
VERSIONES
DE JEANNETTE L.
CLARIOND
|