Mi padre se emborrachaba
y le pegaba a su mujer/ora
yo lavo los platos y le pego a mi mujer.
Maldita Vecindad y los Hijos del Quintopatio
Empezó con
una cachetada, después los golpes fueron más fuertes,
hasta que un día Germán le clavo un cuchillo en la pierna
izquierda a Bertha, fue entonces cuando ella pidió ayuda. Mujeres
que están en el mismo caso de Bertha continúan junto al
golpeador, sin admitir que ellas son parte de ese juego violento.
Casos como el anterior hay muchos: el marido que le perforó el
pulmón a su esposa; el que le provocó quemaduras de segundo
y tercer grado; el que casi la deja paralítica; el que le zurcía
las medias con la blusa (como cinturón de castidad) y dejaba
sólo un orificio para que Irma pudiera ir al baño.
La violencia ha estado presente en todas las civilizaciones, no respeta
raza ni clase social, es como una epidemia social que ataca a miles
de hogares a lo largo y ancho del planeta.
El tiempo sigue su marcha pero para la violencia es como si no hubieran
pasado los años. Las Leyes del Manú (uno de los libros
sagrados del hinduismo) señalan: 舠durante la infancia una
hembra debe de ser sometida a su padre, en la juventud a su marido y
cuando su señor ha muerto, a los hijos; una mujer no debe de
ser nunca independiente舡.
Hace dos años el clérigo musulmán Mohammed Mostafa
escribe un libro sobre cómo golpear a las esposas 舠para
disciplinar a una esposa desobediente se puede recurrir a las advertencias
verbales seguidas por un período de inactividad sexual, sin embargo,
en algunos casos lo adecuado son los golpes, siempre y cuando los puñetazos
no dejen cortadas y moretones舡.
La violencia contra las mujeres esta vinculada al desequilibrio en las
relaciones de poder entre los dos sexos. Problemática que representa
un costo social alto. No conoce fronteras culturales ni económicas,
por lo que resulta difícil cuantificarla y erradicarla. Es un
mal que ha existido silenciosamente, dentro de las cuatro paredes del
hogar.
En siete de cada diez mujeres que sufren violencia, ésta la provoca
un familiar que vive bajo el mismo techo.
La violencia es de diversa índole y adquiere diferentes matices
de acuerdo a quien la ejerce, contra qué tipo de mujer y la circunstancia
en que ocurre: física, psicológica, económica...
Implica gritos, maltrato, humillación, secuestro, golpes, tortura
y en ocasiones la muerte.
En pleno siglo XXI, en algunos países es normal que por el simple
hecho de sospechar que su mujer le es infiel, el marido tiene el derecho
de matarla y ser protegido por la ley. Es como si se regresara a otros
tiempos cuando Catón afirmaba: 舠si sorprendes a tu esposa
en adulterio, la matarás sin proceso, impunemente; si eres tú
el que traiciona, ella no te tocará ni siquiera con un dedo舡.
En Bangladesh han cobrado auge los ataques con ácido, que dejan
ciega o desfiguran a la mujer.
Si bien el alcohol y las drogas pueden ser detonantes de conductas delictivas,
la realidad refleja que los casos de agresiones contra mujeres regularmente
se llevan a cabo de manera consciente por parte del agresor y el porcentaje
de estos delitos bajo la influencia de drogas y alcohol son menores.
La mujer tolera la violencia doméstica porque su desigual posición
económica y social no le deja alternativas. Históricamente
el sexo femenino ha tenido menos oportunidades en todos los aspectos:
económico, político y social.
Los nuevos estudios que se han realizado al respecto, están acabando
con el mito de que a mayor ignorancia mayor golpiza. Varones con estudios
superiores, en ocasiones hasta con doctorados, no se comportan de la
misma manera en su desarrollo profesional que en su casa; mujeres igualmente
preparadas, a veces con puestos ejecutivos, son cautivas de la violencia
en sus hogares. Son sometidas por los hombres, por su marido, pareja,
hermano.
El psiquiatra Alfredo Whaley Sánchez señala que los golpeadores
habituales suelen insultar, humillar, avergonzar y maldecir a sus esposas;
a diferencia de aquel que lo hace de una forma aislada, los primeros
lo hacen con el propósito de debilitar su autoestima y volverlas
舠más manejables舡, mientras que los segundos lo hacen
de una forma aislada incontrolada y sin un fin predeterminado.
La violencia es un asunto que concierne a todos porque trasciende a
la vida pública, al trabajo, al desarrollo integral de quien
la sufre o la padece. No sólo lesiona a los más débiles:
mujeres, niños, ancianos, discapacitados, sino a la misma sociedad.
El artículo 343 bis del Código Penal para el Distrito
Federal considera como violencia el uso de la fuerza física o
moral así como la comisión grave que se ejerce en contra
de un miembro de la familia, por otro integrante de la misma, contra
su integridad física, psíquica o ambas, independientemente
de que pueda producir o no lesiones.
El maltrato comienza a echar raíces a muy temprana edad con la
educación diferente que reciben los niños y las niñas.
Mientras que el hombre es enseñado a dominar con fuerza y a no
mostrar signos de debilidad: 舠los hombres no lloran舡, 舠compórtese
como un macho舡, las mujeres aprenden a ser sumisas y dependientes:
舠sírvele a tu hermano舡, 舠respétalo,
no ves que es el hombre de la casa舡.
Se tienen cifras, pero son mínimas para lo grave del problema,
Olamendi explica (Fem, junio de 1997) 舠romper el silencio y contarle
a un extraño su vida es una decisión difícil de
tomar, hay que hacer a un lado los prejuicios sociales y religiosos,
culturales y hasta refranes populares, por ejemplo: 舠la ropa sucia
se lava en casa舡.
Según algunas estadísticas, en Estados Unidos alrededor
de dos millones de mujeres son golpeadas cada año por sus compañeros.
La violencia conduce en muchas ocasiones a la muerte o al suicidio.
A finales de los años setenta, cuando cobra auge el feminismo,
es que empieza a salir a la luz pública la violencia doméstica
como un problema de impacto social. En la década de los noventa
se retoma como un objeto de estudio. El Centro de Investigación
y Lucha contra la Violencia Doméstica (Cecovid) realiza por primera
vez una investigación, la cual revela que un 33.5 por ciento
de mujeres mayores de 15 años eran maltratadas.
Según datos del Banco Mundial, la violencia se ha convertido
en la primera causa de muerte en mujeres productivas, más muertes
de las que ocasiona el cáncer, los accidentes automovilísticos
y el paludismo. Un fenómeno que solo en Estados Unidos hace perder
a las empresas 100 millones de dólares anuales en salarios, licencia
por enfermedad y productividad.
El Banco Interamericano de Desarrollo indica que uno de cada cinco días
de ausencia en el trabajo, es producto de los golpes o vejaciones que
sufren las mujeres.
En el país, 49 por ciento de los homicidios que se cometen contra
las mujeres es a manos de su pareja; en tanto que 30 por ciento de quienes
están casadas son forzadas por sus maridos a tener relaciones
sexuales.
La Primera Encuesta Nacional sobre Violencia Intrafamiliar 1999, realizada
por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI), revela que uno de cada tres hogares del
área metropolitana vive este tipo de violencia.
Martha Torres Falcón, investigadora del Colegio de México,
coincide con las cifras anteriores al señalar en su ponencia
Maternidad y Violencia que una de cada tres mujeres ha sido golpeada
en su vida conyugal y de estas el 20 por ciento fue agredida con el
vientre preñado.
De acuerdo con cifras de las Naciones Unidas, en nuestro país
el 85.6 por ciento de los casos atendidos de violencia corresponden
a maltrato hacia las mujeres. En la ciudad de México siete de
cada 10 fueron agredidas por su esposo o ex esposo.
Entre tres y cuatro
millones de mujeres son golpeadas anualmente en el mundo; una de cada
seis son víctimas en países desarrollados y entre 25 y
50 por ciento de la población femenina mundial ha experimentado
violencia doméstica.
Es tiempo de que se rompa el silencio y denunciar lo que perjudica no
sólo a la familia sino a la sociedad. Hay que conocer los derechos
para poder defenderse; hay que correr la voz de la existencia de los
centros de apoyo. Hay que poner límites y decir ¡basta!,
no más golpes, no más violaciones, se deben plantear nuevos
métodos de educación, convivir hombres y mujeres pacíficamente,
como iguales pero diferentes a la vez.