La Jornada Semanal,  domingo 27 de octubre de 2002                399
(h)ojeadas
PARA VOLVER A REMENDAR LOS CALCETINES

GUILLERMO VEGA ZARAGOZA

Henning Mankell,
La quinta mujer,
La falsa pista,
Asesinos sin rostro,
Tusquets,
España, 2000, 2001 y 2001.

En un artículo publicado en A Quemarropa, periódico de la Semana Negra de Gijón, en julio del 2001, Paco Ignacio Taibo ii aventura algunas hipótesis para tratar de explicar la reciente decadencia de la novela negra norteamericana. Es probable que no exista una respuesta única sino que se deba a la conjunción de varios factores, entre ellos: la muerte de ciertos autores importantes, el exilio de algunos más, la apuesta por la literatura no genérica (el dichoso mainstream) de otros tantos, el fin de la Guerra Fría, la ausencia de relevos generacionales, la predominancia del "bestsellerismo" y la reiteración de fórmulas hasta el cansancio (o el aburrimiento).

Esta decadencia podría ayudarnos a explicar, en parte también, el inusitado éxito que las novelas del escritor sueco Henning Mankell (Estocolmo, 1948) están teniendo no sólo en su país (donde sus nueve novelas policiacas han vendido más de dieciocho millones de ejemplares) sino en toda Europa, e incluso en Asia, donde han tenido aceptación inusitada en naciones tan disímiles como Finlandia, Italia, Alemania, Francia, Portugal, Inglaterra, Japón, Corea del Sur y España. En ésta última, en 2000, la editorial Tusquets agotó diez reimpresiones de La quinta mujer en menos de seis meses, obligándola a publicar paulatinamente todo el catálogo Mankell, incluso aquellas novelas que no son policiacas, como la recientemente editada Comedia infantil, sobre la vida de un niño de la calle en Mozambique.

Narrador, dramaturgo y director de teatro, yerno de Ingmar Bergman, Mankell ha escrito cerca de veinte novelas, las primeras de ellas abiertamente políticas y nueve dedicadas a contar las aventuras del cincuentón inspector Kurt Wallander, radicado en el puerto de Ystad, provincia de Escania, al sur de Suecia. Hasta el momento, han aparecido en español tres de estas nueve novelas: la ya mencionada La quinta mujer (que es la sexta de la serie, de 1996); luego Asesinos sin rostro (que en realidad es la primera de la serie, aparecida originalmente en sueco en 1991) y recientemente La falsa pista (que es en realidad la quinta, de 1995). La editorial ha prometido que próximamente aparecerán todas las novelas del ciclo: Los perros de Riga (1992), La leona blanca (1993), El hombre sonriente (1994), Un paso hacia atrás (1997), Muro de fuego (1998) y Pirámide (1999). En español también se pueden conseguir dos de las novelas de Mankell dirigidas al público juvenil: El perro que corría hacia una estrella y Las sombras crecen al atardecer, ambas publicadas por Editorial Siruela en España.

Aunque las novelas se pueden leer en desorden, lo mejor es hacerlo en forma cronológica, ya que el personaje de Kurt Wallander evoluciona a través del tiempo. No se trata del típico detective norteamericano, cínico e incrédulo, alcohólico y mujeriego, con su propio código de ética (generalmente muy torcido). Wallander es un excelente policía "chapado a la antigua", que vive en una sureña campiña sueca, alejado del ajetreo de la metrópoli. En ese gélido edén, donde la investigación más intrincada se deriva del robo de automóviles, empiezan a suceder crímenes atroces. En Asesinos sin rostro (que en 1991 fue considerada la mejor historia policiaca del año por la Academia Sueca de Novela Negra y la mejor novela criminal por la Asociación Escandinava de Novela Negra y ganó el Premio escandinavo Llave de Cristal), una pareja de ancianos aparece brutalmente asesinada, luego de ser torturada con inusitada crueldad. Agonizante, la mujer balbucea una palabra: "extranjero", con lo que la provinciana población de Escania inicia una xenófoba cacería de brujas en contra de los refugiados foráneos que han empezado a llegar por miles, huyendo de las deplorables condiciones de las naciones del recién caído "socialismo real".

En su primera aparición también conocemos la patética vida personal de Wallander: recién divorciado, con una hija adolescente que no le habla y con un padre medio lunático que se la pasa pintando una y otra vez el mismo cuadro con un único motivo: el amanecer con un urogallo. Para acabarla de amolar, se está poniendo gordo y siente que está por dar "el viejazo"; trata de seducir a la nueva fiscal y ésta lo manda a volar. Todo ello se aúna a la intrincada investigación de los asesinatos, durante la cual Wallander se cuestiona profundamente el sentido de su trabajo y de su vocación. Ante lo descabellado de los crímenes (en uno de ellos, luego de matar a las víctimas, uno de los asesinos le da de comer a los caballos del establo), Wallander concluye: "Si he de seguir como policía, tengo que entender el por qué."

En La falsa pista (Premio a la Mejor Novela Negra sueca en 1995), que transcurre en el verano de 1994, mientras todo mundo está atento al Mundial de Futbol que se lleva a cabo en Estados Unidos, una joven de origen latino se prende fuego con gasolina en un campo de coles ante la mirada atónita de Wallander, que no puede hacer nada para evitarlo. En los días siguientes, se suceden una serie de asesinatos en los cuales las víctimas son ultimadas con especial saña y a todas les arrancan un pedazo de cuero cabelludo.

La referencia a Estados Unidos no es gratuita: el singular asesino serial, el primero que se registra en la antes plácida Escania, se cree poseído por el espíritu del indio Jerónimo y se hace llamar a sí mismo Hoover, como Edgar J. Hoover, el legendario jefe del fbi. Aparentemente el suicidio y los asesinatos no tienen nada que ver entre sí, y mientras las evidencias empujan la investigación en una dirección, Wallander se emperra en encontrar puntos de contacto. Su obstinación y, sobre todo, su gran olfato policiaco, le llevarán a revelar una extensa red de prostitución juvenil, que involucra a integrantes de las altas esferas políticas del país.

La quinta mujer transcurre meses después, durante el otoño y el invierno de 1994, por lo que está íntimamente ligada con la anterior, no sólo en trama sino en estructura. Agotado por la investigación anterior, Wallander decide irse de vacaciones a Italia con su padre, quien se encuentra muy enfermo y con quien desea reconciliarse. Al regresar a Ystad, Wallander se encuentra con una nueva serie de asesinatos, donde hombres aparentemente tranquilos y pacíficos son asesinados con saña y crueldad extrema, como si se tratara de una venganza. En medio de la investigación, muere el padre de Wallander, lo cual le complica aún más la situación. En diversas ocasiones, Wallander está a punto de mandar todo al carajo, y frecuentemente lo asalta el deseo de volverse a casar (con Baiba, la viuda de un policía de Riga que conoció, precisamente, durante la investigación de Los perros de Riga, la segunda novela), cambiarse de casa y comprarse un perro labrador negro. En su afán de entender lo que está sucediendo en la sociedad, por qué se presentan estos casos de inusitada violencia, una vez atrapada, Wallander dialoga con esa quinta mujer del título, cuyo nombre, intencionadamente, es el mismo de la última persona ejecutada en Suecia en 1912.

Mankell ha confesado públicamente su admiración por Ágata Christie y, sobre todo, por John Le Carré. De la "Dama del crimen", ha heredado el talento para la trama meticulosamente bien armada y el suspenso siempre ascendente. Mankell afirma que le interesa tratar de trabajar en la vieja tradición que viene desde los antiguos griegos: usar el espejo del crimen para reflejar a la sociedad en su conjunto. En efecto, las novelas de Mankell están armadas siguiendo la estructura aristotélica, como genuinas tragedias griegas. La minuciosidad lo lleva a detallar fechas y horarios con una exactitud pasmosa. Inclusive, cada una de las novelas contiene un mapa de la región de Escania para que el lector identifique las rutas que sigue Wallander en sus aventuras.

Del autor de El espía que llegó del frío, aprendió algo que parecen haber olvidado muchos de los escritores policiacos de los últimos años: el proceso mental, la labor psíquica que lleva al detective a resolver el misterio. En efecto, a muchos lectores de novela policiaca les resultará sorprendente encontrarse enfrascados en novelas donde, prácticamente, no hay acción física o casi nada. Es decir, no hay peleas cuerpo a cuerpo ni balazos ni persecuciones ni bombas de tiempo ni nada por el estilo. Los crímenes no están descritos explícitamente, sino apenas insinuados, lo que los hace más horripilantes aún, pues es el lector, con su mente cochambrosa, quien completa el cuadro. De hecho, por lo menos en estas tres novelas, Wallander dispara su arma una sola vez. Y estamos hablando de cerca de mil doscientas páginas.

Con estas influencias, Mankell combina perfectamente los elementos de la novela policiaca clásica (el whodunnit), con el thriller moderno. El lector apenas sabe un poco más que Wallander y su equipo acerca del asesino, pero tampoco el autor revela todo ni se saca respuestas de la manga. Conforme se avanza y al terminar el libro, el lector experimenta esa edificante sensación, provocada únicamente por las novelas policiacas de buena factura, en la que se sabe un poquito (sólo un poco) más listo que el detective y que no ha sido esquilmado y tomado por un tonto por el autor: "¡Claro, si ya decía yo!"

Resulta fascinante la forma en que Wallander y su equipo de detectives (el imperturbable Hansson, el despistado Svedberg, el nervioso Martinsson, el irascible y efectivo forense Nyberg, su meticulosa protegida y colaboradora Ann-Britt Höglund y el fiscal Per Åkeson, entre muchos otros) emprenden cada investigación. No sólo por la meticulosidad del proceso de levantamiento de pruebas y pistas, los interrogatorios, la recopilación de datos, sino por la forma en que sacan conclusiones a partir de la información recabada. No se trata del superagente que con su talento e inteligencia personal resuelve todos los casos, como sucede en la mayoría de las novelas policiacas norteamericanas. Los detectives pasan horas (¡horas!) discutiendo, pensando, proponiendo, estudiando las evidencias y sus posibles conexiones. Y luego salen a la calle a investigar más. Si se retiran a sus casas es tan sólo para comer y dormir un poco y a veces ni eso. Wallander es el líder del equipo, y todos lo respetan como tal porque lo demuestra con hechos y predica con el ejemplo, pero él no sería nada sin el trabajo de los demás. (¿Se imagina el lector a nuestros ínclitos policías judiciales mexicanos llevando las investigaciones de esta manera; por ejemplo, Kurt Wallander al frente del caso Digna Ochoa? Yo tampoco pude.)

Quizá esa sea una de las causas por las cuales, se dice, las novelas de Mankell son la lectura preferida del Primer Ministro sueco y la mitad su gabinete. Sin embargo, hay otros aspectos que no han de ser mucho del agrado de la clase política de ningún país. Las novelas de Mankell hablan de una sociedad en descomposición. Más que eso: de un mundo en descomposición. En las palabras sencillas del diálogo de Wallander con su hija Linda queda explicada perfectamente la causa: "Cuando yo era pequeño, Suecia era un país en que uno zurcía sus calcetines. Yo aprendí incluso en la escuela cómo se hacía. Luego, un día, de pronto, se terminó. Los calcetines rotos se tiraban. Nadie remendaba ya sus viejos calcetines. Toda la sociedad se transformó. Gastar y tirar fue la única regla que abarcaba de verdad
a todo el mundo. Seguro que había quienes se empecinaban en remendar sus calcetines. Pero a ésos ni se les veía ni se les oía. Mientras este cambio se limitó sólo a los calcetines, quizá no tuviera mucha importancia. Pero se fue extendiendo. Al final se convirtió en una especie de moral, invisible, pero siempre presente. Yo creo que eso cambió nuestro concepto de lo bueno y lo malo, de lo que se podía y lo que no se podía hacer a otras personas. Todo se ha vuelto mucho más duro. Hay cada vez más personas, especialmente jóvenes como tú, que se sienten innecesarias o incluso indeseadas en su propio país. Y ¿cómo reaccionan? Pues con agresividad y desprecio. Lo más terrible es que, además, creo que estamos sólo al principio de algo que va a empeorar todavía más. Está creciendo una generación ahora, los que son más jóvenes que tú, que van a reaccionar con más violencia aún. Y ellos no tienen el menor recuerdo de que, en realidad, hubo un tiempo en el que uno remendaba los calcetines. Un tiempo en el que no se usaban y tiraban ni los calcetines ni las personas."

Para entender lo que le está pasando a su país y al mundo, Mankell ha tenido que alejarse de él y residir en Mozambique, desde hace treinta años, donde es el director del Teatro Avenida de Maputo desde hace quince. "Necesitaba construirme una torre fuera de Europa, como un cazador que construye torres para ver mejor los movimientos de los animales. Nunca podría entender el mundo sin esa perspectiva", declaró en una entrevista a The Guardian en enero de 2002. Mankell regresa a Suecia una vez al año para entender lo que está sucediendo en esa sociedad, antes idílica y ahora igual de violenta como todo el mundo. Sin embargo, asegura que no habrá una décima novela con Wallander como protagonista. En cambio, anuncia que la hija de éste, Linda, se convertirá en mujer policía y narrará sus aventuras. Mientras esto sucede, nos queda el consuelo de leer estas tres recomendables y disfrutables novelas y esperar que aparezca toda la serie en español•