Jornada Semanal, domingo 27 de octubre  de 2002           núm. 399

MARCELA SÁNCHEZ

QUIATORA MONORRIEL

Quiatora Monorriel se ha mantenido en los escenarios a lo largo de diez años gracias a la persistencia de su trabajo. Sus directores, Evoé Sotelo y Benito González, irrumpieron en el mundo de la danza con propuestas excepcionales por su gran originalidad. En 1992, año de su fundación, Quiatora fue finalista del Premio Nacional de Danza con la obra ¿Estoy de acuerdo con el obeso? –¿Por qué le dice Ud. Obeso? Se llama Juan Carlos, una deliciosa pieza cómica. Por ubicación generacional, al grupo se le puede considerar heredero del movimiento posmodernista, representado en sus inicios por Merce Cunningham. Este movimiento se caracterizó por su afán de romper con las estructuras dramáticas tradicionales de tiempo y espacio, clímax y final, además de incorporar el azar como un elemento primordial. La noción de independizar el movimiento corporal de la música fue uno de los puntos más distintivos de su propuesta. Fueron notables los trabajos de Cunningham con la colaboración de John Cage, Marcel Duchamp, Andy Warhol y Kandinsky. La improvisación, la libertad de movimiento, componentes importantes de la danza posmoderna, han sido retomados por varios grupos de nuevos creadores, aunque con distintas orientaciones. Los miembros de Quiatora Monorriel se han asumido herederos de quienes los antecedieron, pero también se han lanzado a la búsqueda de una identidad propia. Representantes de una época, con gran imaginación han asimilado a su trabajo al cómic, la ciencia ficción, la física cuántica, lo dark, el juego y el humor. Quiatora Monorriel ha tomado riesgos y se ha convertido en un grupo que se apoya en una auténtica investigación del movimiento corporal. La energía y las formas que se generan en el espacio se enlazan con el lenguaje de los diversos mundos creados en cada una de sus obras. Entre sus trabajos destacan: Verde del avispón verde, de Sotelo y González; B.L no está muerto, de González, homenaje al movimiento dark; Noctámbula, de Sotelo, digresión sobre la noche, el insomnio y el sueño; Malpaso, de González, una danza en torno a lo maltrecho y Cuatro Lágrimas, de Sotelo. Cada coreografía se convierte en la representación de la realidad y lo imaginado, cada cuerpo se sacude del movimiento cotidiano para convertirlo en ironía. El acierto del quehacer de Evoé y Benito es la creación de mundos absurdos en los que todo es posible. En Lejos Neptuno (2001), Benito González asumió el reto de utilizar el tema espacial para abordar distintos emociones como la curiosidad, el miedo y la nostalgia del regreso.

El trabajo más reciente de Quiatora Monorriel, y con el cual festejan su x aniversario, es Los radicales libres (desesperadamente buscando un electrón). La obra sirve de pretexto a Sotelo y González para construir un universo propio, en donde el juego y el azar son primordiales. Aquí, la realidad grotesca es representada por un carro de supermercado cuyas mercancías son personajes ficticios, como esa pequeña mujer con un gorro puntiagudo que habla en un lenguaje indescifrable, arrastrada por un especie de Cuasimodo posmoderno cuya tarea es llevar y traer cosas que parecen imprescindibles. En el mismo carro aparece una fémina con adornos grunch, ataviada con unos minúsculos pantalones cortos mostrando el abdomen; de manera meticulosa, esta fémina coloca cuadros en rojo y negro, unos encima de otros, que irán acotando el espacio a otro grupo de autómatas-bailarines que trazan cada uno sus pequeños universos. Con su aparente neutralidad, estos personajes nos remiten a la máscara o al gran títere. Al intensificarse, la simulación de lo humano provoca la risa. Los radicales libres se convierten en máscaras corporales que plantean un doble juego. Son ejecutantes humanos despojados en apariencia de emoción, autómatas del juego teatral, del artificio, que nos devuelven la magia de otro mundo, en mucho semejante al nuestro. La ambigüedad del autómata se centra en dos contrarios: la espontaneidad del movimiento y su mecanización, un contraste que acaba por fascinar al espectador. Dos universos encontrados, el mundo de lo grotesco y el mundo de lo mecánico, actúan en un juego de espejos. Cada uno se convierte en el reflejo radical del otro para resaltar su propia ambigüedad.

Los radicales libres cuenta con la interpretación de Tzitzi Benavides, Lena Díaz, Emir Meza, Ana Sofía Sordo, Gregorio Trejo, Nadia Zenteno, Evoé Sotelo y Benito González. La obra se presenta en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario del 12 de septiembre al 12 de noviembre. Quiatora Monorriel ha participado en diversos festivales internacionales y nacionales. Recién participó en la Feria de Danza de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, que coordina Rosa Romero, aunándose así a la promoción de la danza en provincia.