Jornada Semanal, domingo 27 de octubre del 2002        núm. 399

CULTURA, GLOBALIZACIÓN Y UNIVERSALIDAD (II)

Es claro que la cultura, en su visión más amplia y totalizadora, es toda acción humana que modifique, mejore y, en general, incida sobre la naturaleza. Esta noción incluye la historia de las mentalidades, el desarrollo del pensamiento filosófico, el estudio del pasado, las ciencias puras y aplicadas, las distintas manifestaciones artísticas, los sistemas políticos, el orden jurídico internacional, los derechos nacionales y sus mecanismos de relación con la economía, la planeación social, el entretenimiento, los medios de comunicación e información y todas aquellas reglas, usos y costumbres hechas para sostener la fábrica de la vida civilizada, mejorar la convivencia social y garantizar el desarrollo y la superación de las vidas individuales.

Siendo el arte, como afirma Marx, una dimensión esencial de lo humano, la cultura artística debe ser considerada como una actividad de primera necesidad que debe recibir el apoyo desinteresado de las instancias públicas y privadas. Las sociedades civiles y los buenos gobiernos deben sostener los esfuerzos permanentes para incrementar los niveles de humanización. La cultura académica y la artística son fundamentales en ese proceso que busca hacer a los hombres más humanos. Por lo tanto, cualquier forma de control o de censura conspira en contra del libre desarrollo de las artes y de las ciencias e interrumpe el proceso humanizador y universalista.

Hasta este momento me he referido casi exclusivamente a la superestructura académica y artística. Conviene, por lo tanto, referirnos a la base de esta pirámide: la educación. La crisis educativa que agobia a nuestro país y el aumento de las necesidades y de las exigencias en los niveles elementales, medios y superiores de la educación, han provocado interrupciones graves en el desarrollo de la vida sociopolítica. Por eso nos preocupa de manera especial la crisis económica que sufren todas las instituciones de la educación pública y gratuita, particularmente las universidades que requieren del apoyo financiero del Estado para poder cumplir sus funciones sustantivas: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. Sobre este tema, es preciso reconocer que, a pesar de sus penurias y limitaciones, las universidades públicas siguen cumpliendo sus obligaciones, pues gran parte de la investigación en ciencias puras y aplicadas es realizada por la unam, el Politécnico y algunas universidades de provincia. La difusión de la cultura tiene también en ellas la mejor y la más experimentada de sus sedes. En el cuadro general de la difusión, la unam ocupa un lugar especialísimo entre todas las universidades del mundo. Algo parecido sucede con su intensa actividad editorial. Por todas estas razones es necesario defender a la universidad pública que “si cae, digo, es un decir” (gracias a Vallejo por las palabras tomadas de su poema sobre la guerra civil española), provocará un desplome social de consecuencias irreparables.

Frente al pobre concepto de globalización debemos levantar la idea de la universalidad de la cultura. Esto significa proponer una utopía, es cierto, pero lo único que vale la pena proponer es lo utópico, pues de esta actitud, desprestigiada por la “racionalidad tecnocrática”, dependen el mejoramiento social y la humanización de la convivencia en un mundo duramente golpeado por el terror, la violencia institucional, la ignorancia, los prejuicios, la mentira y los aniquiladores fundamentalismos.
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA
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