Jornada Semanal, domingo 20 de octubre del 2002        núm. 398

NAIEFYEHYA
LA DOCTRINA BUSH (II)

El problema es aún Palestina
La revelación de la doctrina Bush coincide con que Ariel Sharon ha emprendido nuevas incursiones homicidas en los territorios ocupados causando destrucción sin precedentes y grandes cantidades de bajas. Estas acciones, de las cuales habrá más según Sharon, han sido en represalia por los últimos atentados suicidas. Cualquiera que tenga cerebro y una mínima noción de la historia sabe que estas acciones militares tan sólo producirán más candidatos gustosos de convertirse en bombas humanas. No puede ser una casualidad que en esta atmósfera de destrucción y crisis extrema Washington haya reconocido súbitamente a Jerusalén como la capital de Israel, contradiciendo décadas de política en el Medio Oriente. Mientras, millones de palestinos languidecen en los gigantescos campos de concentración de alta tecnología que son sus ciudades, pueblos y aldeas.

Guerra y propaganda

El hecho de que tropas israelíes disparen mísiles en contra de barrios densamente poblados en la franja de Gaza no incomoda al congreso estadunidense ni los hace pensar que un misil es una arma de destrucción masiva, especialmente si se dispara en contra de civiles. Pero el congreso se encuentra muy ocupado "exigiendo" a Bush que le pida autorización para llevar a cabo acciones armadas unilaterales contra Irak y otros blancos, a pesar de que en su mayoría demócratas y republicanos han aceptado la lógica bélica de Bush y tan sólo quieren tener una oportunidad para mostrar su patriotismo al firmar el cheque en blanco que pide Bush. Como han dicho muchos, declarar la guerra al terrorismo, como a las drogas o al cáncer, es un recurso meramente retórico, discurso inflamatorio que no se puede traducir en victorias en el campo de batalla sino en efímeros golpes sensacionalistas con la intención de manufacturar el consentimiento del público (como diría Noam Chomsky). Ahora que el Pentágono siente que ha terminado con el talibán y que la lucha contra Al Qaeda se ha tornado extremadamente compleja y no ofrece triunfos fáciles ni buen entretenimiento televisivo, Bush y su gabinete necesitan una verdadera guerra (es decir un bombardeo devastador sobre un enemigo muy inferior), para seguir distrayendo al público de sus manejos siniestros de la economía así como sus obvias intenciones de apoderarse de la segunda reserva petrolera más grandes del planeta.

Evidencia chatarra

El 26 de septiembre pasado Bush afirmó una vez más (ya que a fuerza de repetirlo quizás se torne verdad) que existen vínculos y relaciones entre el régimen de Hussein y el grupo Al Qaeda. Bush volvió a afirmar esto la noche del 7 de octubre, pero en esta ocasión añadió información absolutamente delirante y ridícula, como fotos aéreas de supuestas instalaciones donde se fabrican armas nucleares (las cuales han sido descalificadas como evidencia). También afirmó que Irak podía enviar aviones a control remoto para atacar a Estados Unidos con armas biológicas, químicas o nucleares. Algo imposible dado que estos aviones no puede recorrer esas distancias. Si algo caracteriza a la doctrina Bush es el profundo desprecio por las evidencias. Basta ver los resultados de la más reciente campaña bélica para imaginar el tipo de consecuencias que traerá "el cambio de régimen en Irak": Afganistán se encuentra devastado, el régimen de Hamid Karzai se tambalea mientras los caciques locales se aniquilan, la red terrorista no fue ni remotamente destruida, nadie sabe donde está Osama Bin Laden ni el fundador del talibán, el mulah Omar, ni la mayoría de los dirigentes de Al Qaeda. Las relaciones entre el régimen de Hussein y Bin Laden nunca fueron buenas, de hecho la ruptura de Bin Laden con su familia y su país, Arabia Saudita, se debió a que él quería desalojar al dictador iraquí de Kuwait, en vez de que lo hicieran las tropas aliadas que pelearon la Guerra del Golfo.

Redención del crimen
por la diplomacia

La campaña que está conduciendo el régimen de Bush para convencer a la opinión pública estadunidense y al resto del mundo es sin duda una curiosidad histórica. Por un lado tenemos a la línea dura representada por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario del ejército, Donald Rumsfeld, quienes quieren atacar e invadir Irak cuanto antes y sin apoyo de nadie más y, por el otro, a los moderados, como el secretario de estado Colin Powell, que quieren hacer lo mismo pero con la bendición de las Naciones Unidas. Lo aterrador de este supuesto debate es que una masacre va a ser avalada con el voto de ciertas naciones en el Consejo de seguridad de la onu, en cierta forma la propaganda ha logrado hacer creer que es justificable bombardear civiles para eliminar armas de destrucción masiva. Una vez más lo único que está ausente del "debate" belicista es la inminente certeza de la devastadora tragedia humana que es toda guerra.