La Jornada Semanal, 20 de octubre del 2002            398

 R E L A T O


DE CUENTO EN CUENTO

HUMBERTO PÉREZ MORTERA

Quim Monzó,
Ochenta y seis cuentos,
Editorial Anagrama,
Madrid, 2001.
En los ochenta, Madrid se puso de moda en todo el mundo por su famosa "movida", un comportamiento social generado por la primera generación de jóvenes que se hacían adultos después de la caída del franquismo. Sin embargo, en los últimos diez años, la capital cultural de España se ha desplazado hacia el sureste; es entre las construcciones estilo Gaudí, el Colón que apunta a la Nueva Tierra y el recuerdo de la Olimpiada del ’92, donde ha surgido un bufón moderno, un sarcástico retratista de la sociedad, que empieza a ser reconocido como renovador del relato corto moderno. Se llama Joaquím Monzó, peros todos lo conocen como Quim.

Quim nació en Barcelona, en 1952. Pasó toda su infancia alejado de los infames discursos de Franco, disfrutando de una mayor libertad bajo cuatro paredes, cientos de libros, y una herencia cultural bilingüe (catalán y español). Apenas entrando a la pubertad se embarcó en un buque comercial y cruzó mares y océanos para conocer Africa y América. A su regreso a Barcelona, a los veinticuatro años, publicó su primer libro L’udol del griso al caire de les clavegueres. Pero es realmente en 1978 cuando Monzó le demuestra al mundo literario el género para el cual su pluma está hecha: el cuento. Y de entonces a la fecha, tres novelas, siete libros de cuentos y siete de artículos, todos ellos escritos en catalán y con una cantidad enorme de reimpresiones y traducciones (tanto al español como a una decena de lenguas más).

En ochenta y seis cuentos, su más reciente libro, se recopilan sus cinco primeros volúmenes de ficciones breves. En la escritura de Monzó, se percibe, antes que el talento y el oficio del escritor, la paciencia del observador minucioso, y la certeza del imaginador inagotable. Como en el cuento "El secuestro", donde un novel escritor se vuelve famoso por su primer libro de poemas, pero las entrevistas, las citas, y todos los pedidos inagotables de colaboraciones subsecuentes, le impiden volver a escribir otra cosa. O el relato "Sobre la volubilidad del espíritu humano", donde bajo una clara influencia surrealista (constante en toda su obra) nos cuenta: "Claro que de pequeño había comido letras en la sopa, pero comerse una A recortada en papel blanco le produjo una sensación desconcertante..."

Estos dos cuentos forman parte de un universo construido en poco más de dos décadas y, al igual que en el resto de los relatos dejan sentir la influencia (y afinidad) con tres autores especialistas del género. Kafka y su particular manera de desaparecer al autor: "En tercero de biológicas, Grmpf está enamorado de Pti y Pti de Grmpf. Pero como Pti tiene un no sé qué, entre tímido y orgulloso, no le dice nada a Grmpf..." ("El ciclo menstrual"); Borges, padre de la literatura fantástica y desmoronador de las viejas certezas tradicionales: "Consciente de su papel en la historia, el caballero la besa con dulzura... Y entonces, mientras la muchacha se incorpora, el caballero se da cuenta de que hay otra muchacha dormida, tan bella como la que acaba de despertar, igualmente acostada en una litera de ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores" ("La bella durmiente"); y del lenguaje simple, pero contundente de Raymond Carver: "El miércoles al mediodía cerró todas las puertas y ventanas de la cocina, encendió el gas y se tumbó en el suelo, boca arriba; murió un rato después" ("La carta").

Los cinco libros que componen Ochenta y seis cuentos (Uf, dijo él, Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury, La isla de Maians, El porqué de las cosas, y Guadalajara, forman la imagen de uno de los mejores escritores nacidos en Europa en los últimos cincuenta años, y que se ha hecho adulto en la Barcelona multicultural, desenfrenada y antisolemne que es ahora •