Jornada Semanal, domingo 13 de octubre del 2002                 núm. 397

LUISTOVAR
UN DIRECTOR DE TANTOS

Se llama Jorge Aguilera, nació en la Ciudad de México hace treinta y tres años, un día se fue a estudiar dirección cinematográfica en las ciudades de Los Ángeles y Nueva York, después volvió a México y se matriculó, hizo más estudios y egresó del Centro de Capacitación Cinematográfica, y hace una década filmó su primer y hasta el momento único documental, titulado Pero sigue viviendo, con el que ganó el premio al mejor documental en el Festival de Escuelas de Cine.

A los veinticuatro años de edad dirigió el cortometraje Esperando la lluvia (1993), mismo que presentó en un buen número de festivales internacionales y que no se tradujo en ningún otro reconocimiento crítico. Por una mezcla de gusto, necesidad de mantener caliente el ojo y de hacerse de los necesarios bilimbiques para sostener la mala costumbre de comer en la que muchos porfiamos, los siete años siguientes Jorge se alejó del cine, que es como decir las ligas mayores para alguien que como él ha pasado más de la mitad de su aún corta vida a aprender cómo se hace el bien llamado séptimo arte, y se enroló en las menores, es decir, en la filmación de videoclips, así como en las que vienen después de las menores –ayúdeme y defina usted qué sentirá un cineasta, en ciernes o no, cuando voltea y detrás de sí mira sus últimos cinco años profesionales y se encuentra consigo mismo metido hasta las orejas dirigiendo comerciales.

Como quiera que sea, Jorge obtiene del ámbito videoclipero el aval premiador más codiciado, a saber: la empresa mtv califica a Gimme tha Power, su clip alusivo a la conocida canción homónima del grupo Molotov, como el mejor video latinoamericano, mientras que la filial latina (donde latino quiere significar lo que en Estados Unidos entienden por esa palabra) lo premia como el mejor director.

En 2001, es decir, tras una década de trayectoria inicialmente cinematográfica, luego videoclipera y comercialosa, Jorge Aguilera concluye Seres humanos, con el auspicio de una batería de productores entre los que se cuentan, claro que sí, el siempre conspicuo IMCINE y el no tanto CCC, además de los Estudios Churubusco Azteca y los particulares Ángeles Castro y Hugo Rodríguez. (La ficha técnica incluye las siglas FFCC, que antes del des-gobierno de Ernesto Zedillo significaban "ferrocarriles" y que ahora quién sabe qué querrán decir.) Como distribuye el imcine, si no pescó Seres humanos en el recién concluido vigesimosegundo Foro Internacional de la Cineteca, puede usted estar seguro de que no le resultará sencillo encontrarla más adelante en la cartelera.

EL ABISMO SE LLAMA ESPERA

Irónico y socarrón, Miguel Mora, otro egresado del ccc, autor de un par de cortometrajes, premiado por uno de ellos, alguna vez asistente de dirección de Jaime Humberto Hermosillo y de Alejandro Pelayo, y cuyo proyecto Cardina 10 30 está parado –el Foprocine lo apoyó, pero ha sido imposible encontrar el sesenta y cinco por ciento de recursos que faltan para ponerse a filmar–, afirma que a ese paso ya no tendremos problemas con la censura, sencillamente porque no se filmará nada.

Tiene y no tiene razón Mora cuando se molesta porque un proyecto como el suyo no puede realizarse. Lo primero porque las condiciones deberían estar dadas para que él y quien quiera puedan filmar sus películas. Lo segundo porque culpa de torpes a "los dirigentes del cine" y a renglón seguido dice que el "cine de calidad no ha sido apoyado y que eso atiende a la política de los panistas". Y digo lo siguiente con el permiso que me da no haber recibido nada por atacar ni defender a nadie: que yo sepa, ni Joskowicz ni ningún otro "dirigente" de cine es panista. Es verdad que cada Estado apoya la producción cinematográfica de su país, pero actualmente en ninguno dicho apoyo es del cien por ciento y qué bueno que no lo sea, porque cuando lo ha sido los resultados son francamente deplorables (recordar el franquismo, el estalinismo y el echeverrismo, para no abundar demasiado).

También es cierto que no se trata de que los cineastas tengan que ponerse a filmar cualquier cosa –el propio Mora dirigió para la televisión una copia de una serie gringa que aquí titularon Una familia con ángel–, o hundirse en ese abismo llamado espera. Sin embargo, los Seres humanos de Jorge Aguilera recién demostraron que hay modos de no contaminarse de la publicidad y los videos sino más bien de servirse de ellos en varios órdenes: desde la simple supervivencia hasta el aprovechamiento profesional de ciertos elementos formales que, utilizados con mesura y gracia, no desvirtúan ni degradan sino que suman. En este sentido Aguilera no es el único ejemplo, sino sólo un director de tantos: ahí están González Iñárritu, Gerardo Tort, Alejandro Rossof y varios más que lo confirman. Y en otro sentido –en el de no esperarse hasta que la chichi estatal suelte más leche, para decirlo floridamente–, están Benjamín Cann, Beto Gómez, Eva López Sánchez, Leopoldo Laborde, y otros que ni filman todo el tiempo, bendecidos por la mano privada (eh, Sariñana), ni sólo cuando los dineros dejan de ser problema (digamos Gamboa), y párele usted de contar.