Jornada Semanal,  6 de octubre de 2002      núm. 386 

JAVIER SICILIA

Pierre Reverdy, el sufrimiento de la mirada

"Soy tan oscuro como el sentimiento." Este verso de Pierre Reverdy, sacado de las cientos de páginas que escribió, define con precisión lo que fue la vida y la obra del poeta: una lenta y dolorosa navegación por las profundidades de aquello que constituye nuestro resplandor ontológico. Pierre Reverdy fue en este sentido un poeta de la oscuridad interior y, por lo tanto, un poeta para élites espirituales. En México sólo hasta recientes fechas se ha podido acceder a él gracias a las traducciones que hizo el poeta José Luis Rivas para la editorial El Tucán de Virginia. En Francia tuvo un momento de esplendor, cuando en 1925 el filósofo Jacques Maritain, asombrado ante el misterio poético dentro de la poesía que en ese momento se escribía, se ocupó de él. Después volvió a la oscuridad. Reunió la obra que había escrito de 1915 a 1922 bajo el título Mayoría del tiempo y, tiempo después, retirado como un ermitaño cerca de la abadía de Solesmes, Calas secas (1913-1915) (hasta entonces inédito) y toda su obra producida entre 1925 y 1929 bajo el título Mano de obra.

Los que lo han seguido hablan de las afinidades que había entre Reverdy y Apollinaire y sus vínculos poéticos con el surrealismo; algunos lo han calificado de poeta cubista, y otros rememoran un extraño pleito que los seguidores del poeta chileno Huidobro y los seguidores del francés protagonizaron, acusándolos respectivamente de haberse plagiado.

Fuera del simultaneísmo que cultivaron Apollinaire y Reverdy, sus afinidades parecen mínimas. Apollinaire es juguetón, a veces ligero, su curiosa pasión lo hace moverse hacia cualquier sitio; Reverdy, en cambio, es concentrado y ascético. No lo seduce el exterior, sino la oscura luz que emana del misterio ontológico de los seres. Sobre su supuesto cubismo no encuentro, a decir verdad, el sentido de esa definición. Más parece una pedantería francesa, que intenta ver en el simultaneísmo una innovación cubista, que una evidencia. Sus vínculos con el surrealismo son de época, no de actitud. Reverdy no militó en esa ni en ninguna corriente y su poesía, como la mejor que escribieron los surrealistas, no participa de la escritura automática, de la asociación absurda o del malabar psicoanalítico. Mucho menos veo los supuestos plagios a Huidobro de los que, dicen, se le acusó. Huidobro, más cerca de Apollinaire, es un poeta de la pasión, no de la oscuridad interior. En tanto la poesía del chileno es extrovertida, la del francés es interna, "oscura como el sentimiento".

Al igual que Jouve o Supervielle, participó del gran movimiento de la poesía moderna francesa, y, al igual que ellos, asimiló sus lecciones y no se asoció con ningún grupo constituido. Siguió una búsqueda personal. 

Más que parentescos poéticos, su obra, como lo señala Albert Beguin, tiene, como la de Paul Eluard, en Francia, y la del último Villaurrutia, en México, vínculos profundos con "la pintura de vanguardia". Sus amigos fueron más los pintores que los poetas. Según Beguin, algunos de sus poemas, "aunque no se refieran en el título a tal o cual cuadro de Braque, Picasso o Derain, evocan irresistiblemente su recuerdo".

A mí, en lo personal, la obra de Reverdy, me evoca más los cuadros de René Magritte (quizá de ahí provenga el que algunos lo hayan emparentado con el cubismo y el surrealismo). Las ventanas de Magritte y sus silenciosos personajes que se miran en espejos tienen algo de la atmósfera que se percibe en sus poemas. Imagino a Reverdy sentado en una habitación, mirando el mundo a través de los cristales, imagen recurrente en sus poemas, y de los espejos. Nada entre el mundo, el cristal y el poeta, que no sea la mirada. Sus poemas son, en este sentido, dolorosamente silenciosos; son un decir de la mirada. 

¿Qué mira el poeta y qué dice a través de sus versos? Aquello que hace existir los objetos, esa realidad profunda y oscura que los llama a la existencia, esa esencia secreta, ese resplandor ontológico que siempre escapa a nuestras miradas distraídas y que prefigura lo que más tarde serán los poemas del francés Francis Ponge, del mexicano Antonio Deltoro y del egipcio italomexicano Fabio Morábito. De ahí su luminosa oscuridad; de ahí también el profundo desgarramiento que se va acentuado en sus últimos trabajos. Ese sufrimiento es lo que le da su mayor fuerza a esa poesía de la observación ontológica, pues, como lo señala Albert Beguin, "la criatura humana no está hecha para gustar desde afuera, sin un movimiento, la vida que pasa a su alcance; no la puede asir –en el doble sentido de comprender y poseer– a menos que la criatura misma se mezcle con la vida [...] Esa participación en el mundo [...] se establece en Pierre Reverdy por el sufrimiento y en el sufrimiento. Para que desaparezca el vidrio entre él y el exterior, no basta con la mirada más sostenida; es necesario que su corazón quede insatisfecho con esa comunicación inhumana para que en él despierte el dolor que lo pondrá en la cadencia de todas las cosas".

El propio Reverdy lo dice maravillosamente en el poema "El corazón que gira", con el que abre su libro Chatarra: "Te amo sin nunca haberte visto más que en la sombra/ En la noche de mi sueño donde yo solo puedo ver/ Te amo y tú aún no has salido del número/ Forma misteriosa que se mueve en el atardecer// Porque lo que yo amo en el fondo es lo que sucede/ Una vez solamente sobre este espejo sin azogue/ Que desgarra mi corazón y muere en la superficie/ Del cielo cerrado ante mi deseo que se apaga."

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos y evitar que Costco se construya en el Casino de la Selva.