La Jornada Semanal,   domingo 6 de octubre del 2002        núm. 396
Francisco Haroldo Alfaro

Juan Diego en el Lindavista


A las viejas salas Jalisco, Victoria, Lux y Estadio, entre otras, se suma el cine Lindavista en la triste suerte de cambiar el propósito para el que fueron creadas por otro que las convierte en templos provisionales e incluso, en el colmo de la incuria, en rodeos estilo texano. El arquitecto Alfaro documenta el despropósito de “salvar” salas de cine volviéndolas santuarios, en menoscabo de un esplendor urbano y sociocultural cada vez más exiguo.

El cine Lindavista antes y después de San Juan DiegoLa Ciudad de México contará con un nuevo santuario, dedicado a San Juan Diego y se hará historia, al transformar un "templo" laico (el cine fue el sitio ideal para admirar y adorar imágenes) para convertirlo en un templo católico. Esto no es novedad, ya que ha sido común que algunos viejos cines se utilicen como recintos para culto religioso de diferentes iglesias. Podemos mencionar las salas Jalisco, Victoria, Lux, México, Estadio, entre tantas, que son o han sido utilizados para tal fin. Sin embargo, será la primera vez que esto suceda con la Iglesia católica.

Lo significativo es que este nuevo templo estará asociado con la imagen religiosa más importante de México: La Virgen de Guadalupe. Juan Diego cobra relevante presencia al haber sido canonizado y elevado al altar de los santos mexicanos. No teniendo un sitio propio para la oración, a menos que se le haga una capilla en la Basílica, la nueva santidad "obligaba" a contar con un recinto cerca de la Guadalupana... y ahí estaba el cerrado, y en venta, cine Lindavista.

EL PAISAJE URBANO CAPITALINO

Se propone reflexionar nuevamente sobre el papel que juegan las viejas salas cinematográficas de México. En la ciudad capital se construyeron cientos de ellas entre 1920 y 1970, recintos que se significaron por la enorme importancia social, por la cotidiana costumbre de ir al cine que desarrollamos en el siglo pasado y por el perfil urbano que bordaron.

Ensayo fotográfico de Barry Domínguez/CophiaEs desafortunado que pocos cines hayan sobrevivido al siglo xx. De los que lo lograron, la gran mayoría están en el abandono, como el Ópera, Maya, Variedades, Latino y varios más. Las salas Hipódromo, Manacar, Mariscala, Diana, por mencionar algunas, han sido subdivididas; o muestran las transformaciones propias de los nuevos usos y una remodelada imagen, como el caso de los teatros Metropolitan y Ópera (cerrado hoy en día); otras modificaciones han sido verdaderas aberraciones (rodeos, bares, discotecas, bodegas, etcétera). Quizá el resultado extremo es el de aquellos que fueron desmantelados para convertirlos en amarillas tiendas de electrodomésticos.

Sin embargo, aún existen inmuebles que pueden ser estudiados para buscar su conservación y uso, para que no suceda como con el Real Cinema, que en 2001 fue brutalmente destruido bajo el cínico letrero de "cerrado por remodelación", para construir un múltiplex, camino seguido por el Dorado 70. Y sin ir más lejos está el Olimpia, que habiendo sido el cine capitalino más antiguo aún en pie (originalmente inaugurado en 1921), su interior fue tristemente demolido en este 2002, sin mayor consideración que mantener la fachada. Lamentable situación, ya que la historia pierde ejemplares, la ciudad pierde memoria y sus habitantes, algunos refugios para convivir.

EL LINDAVISTA

Regresemos en el tiempo a la zona norte de la Ciudad de México, en las cercanías de la villa Guadalupe Hidalgo. Como parte de la ampliación urbana de los años treinta y cuarenta del siglo xx, surgieron fraccionamientos como el caso de la colonia Tepeyac-Insurgentes. Ahí, en la esquina de Montevideo e Insurgentes, se construyó el conjunto del cine Lindavista.

El proyecto fue encargado al arquitecto S. Charles Lee, norteamericano de relevante importancia en su país, por haberse dedicado al diseño y construcción de salas cinematográficas (más de 250), especialmente en el área de California. Seguramente empujado por la situación de la segunda guerra mundial, Charles Lee abrió una oficina en México y apoyado por la Fox, entró en contacto con empresas del país dedicadas a la exhibición cinematográfica.

En el despacho de este arquitecto se realizaban proyectos con formas de un variado catalogo, en donde no podía estar fuera el spanish colonial, con sus toques pintorescos, particularmente neobarrocos. Su amplio trabajo en California se vio imbuido por esa corriente de remembranzas hispanas, muy bien recibido por el público.

En México, Lee trabajo propuestas con tintes locales y un sabor regional. De acuerdo con Valentine (1994), Charles Lee realizó varios proyectos en la ciudad de México, identificándose a la fecha las salas Lido (1942, en Tamaulipas 202), Lindavista (1942, Montevideo 96), Tepeyac (1943, Fortuna 79) y Chapultepec (1944, Paseo de la Reforma 503). Por otro lado, es posible que haya participado en el diseño de los Estudios Cinematográficos Tepeyac (1946, Ticomán 149, ya desaparecidos).

De los cines mencionados, el Chapultepec ya fue demolido y sólo fue arrebatado su nombre para apropiárselo en la construcción de la Torre Chapultepec. En el caso del Tepeyac, se encuentra abandonado desde hace varios años, con peligro de que sea demolido. El Lido, después Bella Época, está abandonado y es parte de un indefinido proyecto de fortalecimiento del cine mexicano, con una alta posibilidad de que sea subdividido, perdiendo las cualidades espaciales de origen (¿qué tal películas de calidad en cines de calidad?). El cine Lindavista se inauguró el 25 de diciembre de 1942 (al igual que el Lido, está por cumplir sesenta años) y ahora está cerrado.

Valdría reflexionar la relativa vecindad de ese cine con la Basílica Vieja y particularmente con la Capilla del Pocito, referencias barrocas que pudieron ser influencias para el diseño de la sala. Como anécdota, el proyecto original consideraba el nombre de Tepeyac (algunos dibujos del autor muestran ese título en la torre y marquesina del cine) que fue sustituido por el de Lindavista.

El conjunto recuerda un esquema tradicional de monasterio, próximo a las misiones novohispanas en los territorios del norte. Se aprovechó la esquina para que, mediante una gran torre, se levantara una especie de faro urbano, referencia en el entorno de la zona. Dicho elemento se elevaba sobre una rotonda-marquesina, que albergaba en su parte baja a la taquilla, y en conjunto formaban la gran puerta de ingreso a un espacio abierto.

El conjunto del Lindavista generó una explanada delimitada a manera de atrio, que le da profundidad y perspectiva a la sala cinematográfica. La propuesta es de características sencillas en composición, y saturada de detalles neocoloniales, casi barrocos, que recuerdan los templos católicos del virreinato. Quizá de ahí la elección para convertirse en santuario.

Un gran arco definía la puerta de ingreso a la sala, y junto con dos volúmenes laterales, a manera de capillas coronadas con cúpulas (que albergaban algunos servicios del cine), componían la gran fachada. Un detalle significativo está en la cartela que remata al arco labrado del acceso, donde quedó grabado el nombre del "benefactor" de la época, "Gildred", quien con motivo de la doble inauguración del Lido y el Lindavista, escribió:

Lo hicimos con el propósito de dar cumplimiento a los anhelos del distinguido y culto público de esta capital y con el deseo de cooperar en el desarrollo de la industria cinematográfica de México. Creo que todos mis esfuerzos y sacrificios puestos al servicio de esos anhelos, han quedado compensados... [con los cines]... que de ahora en adelante constituirán un positivo motivo de orgullo para México.

En el costado, sobre avenida Insurgentes, se vinculaba en desnivel a un patio con fuente, y se unía volumétricamente con el conjunto del restaurante que formó parte del proyecto original. A la sala se ingresaba a través de un vestíbulo de medianas dimensiones y de densa ornamentación. El lunetario era de isóptica continua con 1,310 butacas, todo ello dentro de un ambiente con tintes regionalistas, ya que en los costados se integraron murales que representaban parejas en posición de bailes y con trajes regionales, generando una atmósfera festiva, nacionalista.

La ficción cinematográficamente inundaba a la sala

SANTUARIO SERÁ

Ese panorama muestra el glamour de los cines del México de mediados del siglo xx. El Lindavista es un recuerdo de ello y sus vicisitudes lo han dejado marcado. Un cambio importante se dio cuando fue transformado, ya en los años setenta, para convertirlo en centro para cine infantil, disfrazando a la torre de castillo disneylandesco y cambiando los decorados regionales al interior, por caricaturas del mundo animal.

Poco después, y enfrentado a la crisis de la exhibición, la competencia de la televisión y el video, los nuevos esquemas de proyección y comercialización, la inconsistencia en la propiedad y las problemáticas de la ciudad, el cine fue abandonado, cerrando sus puertas a fines del siglo pasado. Esta fue una sala de sólida presencia, que merecería mejor suerte.

Hoy en día, con la reciente designación de este cine para que sea el Santuario de San Juan Diego, y ya habiendo sido bendecido como tal por el papa Juan Pablo ii, el antiguo cine ha sido declarado difunto en forma definitiva. El edificio permanecerá y esperemos que el santo que albergará le conceda el milagro de no ser demolido.

Es necesario que se conserve este inmueble, y que no sea sustituido por una carpa de concreto. Si el edificio permanece, cambiará su significado lúdico para transformarse en un sitio de peregrinación y veneración. Ya perdió su original torre, y ahora alberga una efímera cruz atrial de madera. Su nueva imagen requerirá de diseño y obras de remodelación, que deseamos valoren al edificio y no generen un adefesio. Si esto se consigue, poco a poco se irán sustituyendo butacas, dulcerías, pantalla, cabina y recreación por sillería, altares, nichos, imágenes y devoción.

Sin duda, el mundo es una continua ficción.