Salgari, tigre y corsario Conviene, a veces, no saber nada sobre las vidas de nuestros héroes literarios juveniles. Sin embargo, es necesario tener algunos datos sobre su paso por el mundo, pues así entenderemos mejor su universo literario. No estamos muy convencidos de que este ensayo de Roberto Di caro arroje nuevas luces sobre la descomunal obra de Emilio Salgari, pero, si no lo hace, nos autorizará a afirmar que el Salgari hombre nada tenía que ver con el Salgari que procreó a Sandokan, Yáñez, el Corsario Negro, la Capitana del Yucatán, Yolanda y tantos y tantos personajes que, de una misteriosa manera, se unen al Almirante y al Capitán Altieri, que fueron algunos de los alter ego del Corsario de Verona.
Salgari era un alcohólico hosco, perverso, probablemente sifilítico, y su esposa fue ninfómana. En 1909 intenta el suicidio arrojándose sobre una espada. Finalmente lo logra, dándose de navajazos, en 1911, seis días después de la muerte de su esposa internada en un manicomio. Mentiroso. Despilfarrador. Consumido por el abuso del alcohol. Irascible hasta el grado de desafiar en duelo al cronista veronés Giuseppe Biasioli, que se había permitido llamarlo mozo, a él, a Emilio Salgari, fallido "capitán de gran cabotaje". Antisocial, inclusive en los años turineses, en los que tuvo como únicos compañeros a los parroquianos de la Hostería de la Amistad, a quienes desafiaba a carreras de gatos. Además fue una víctima del amor por su esposa Ida Peruzzi, actriz caprichosa, escandalosa, mujer exuberante e indiferente a las convenciones sociales. Alcohólica, contagiada de sífilis, ninfómana según sus médicos, y obligada por su esposo a disfrazarse de "Perla de Labuán", cuando los estudiantes llegaban de visita a la casa del padre de Sandokan y del Corsario negro.
Esta imagen, en concordancia con sus héroes llenos de vida incluso en las desventuras, siempre ha sido defendida por los estudiosos salgarianos, inclusive por los poquísimos que tuvieron acceso a su historia clínica y a la de su esposa Ida. Ésta, sin que él se opusiera, fue internada el 19 de abril de 1911 en el manicomio de Collegno, cerca de Turín, donde murió. Seis días después, en la madrugada, el escritor se suicidó desgarrándose a navajazos la garganta y el abdomen.
Salgari llamaba Aida a su esposa Ida, y la amaba profundamente. Era morena, bonita, acaudalada, y de joven recitaba en la Filodramática Paolo Ferrari. La historia clínica de Collegno, en la sección "condiciones que causaron el internamiento", dice: "Fue en ese tiempo que (Salgari) se enamoró de manera tal que no pudo contenerse. El resultado fue el parto que la joven tuvo a los diecinueve años"; uno de los secretos que los herederos mantuvieron más oculto.
Finucci Gallo afirma exactamente lo opuesto a quienes, fieles a Salgari, continúan sosteniendo la escisión entre el hombre y el escritor: "Ida no era sólo la Perla de Labuán, Ida era todos los héroes de Salgari. La relación entre ellos era muy fuerte y estaba inmersa en la ficción; para ellos, la fantasía en la que escogieron vivir se había vuelto realidad. Con el internamiento de Ida, fue como si una esponja hubiese borrado a los héroes de Salgari y los hubiese regresado al lugar de la fantasía. Queda el hombre, que no puede más y ya no sabe narrar: y se mata." Algo parecido opinaba también el médico de Collegno, que al referirse a Ida dice: "Muy inteligente, ayudaba a su esposo a componer sus novelas." A LA CAZA DE LA NOVELA PERDIDA
La represión del Salgari maldito empezó durante su vida, por exigencias editoriales. Claudio Gallo, historiador y curador del Fondo Turcato en la biblioteca cívica de Verona, cuenta que el primer Sandokan "chupaba el cerebro de sus enemigos", frase que luego fue borrada. El estudio de sus papeles está destinado a otras sorpresas. Ya la búsqueda respecto al Salgari político, lo revela no sólo como un ferviente partidario de la aventura colonial italiana, sino también como un anglófilo, lo contrario a nuestros recuerdos del heroico Tigre luchando contra el pérfido James Brooke y el Imperio de su majestad británica. Sin embargo, lo mejor está en la
caza de la novela extraviada de Salgari, titulada Il leone del Trasvaal,
que trata de la guerra de los Boers de 1899 a 1902. Aparece como escrita
y pagada por el editor Donathal, cuando Salgari trabajaba ya para el editor
más rico, Bemporad, que le pagaba el doble que a su escritor de
cabecera, Luigi Capuana. Las pistas de la novela, probablemente publicada
con seudónimo, nos llevan al extranjero, a Alemania o Hungría.
Pero, apunta Claudio Gallo, "podríamos encontrarla en cualquier
archivo perdido de Italia". La cacería está abierta.
Traducción
de Annunziata Rossi
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