![]() MARY SHELLEY, POLIDORI, FRANKENSTEIN,QUIRARTE, RUIZ SAVIÑÓN Y OTROS GÓTICOS Viendo la puesta en escena de la obra de Vicente Quirarte, Retrato de la joven monstruo (Mary Shelley & Cía), dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón, uno se pregunta en donde está la Villa Diodati en la que deben reunirse, en noches tormentosas, los contertulios del teatro gótico mexicano. Muchos hemos pasado por los aquelarres teatrales encabezados por el talentoso Eduardo Ruiz Saviñón. Recuerdo a Manuel Nuñez Nava, a Alejandro Camacho, Patricia Bernal, Helena Guardia, Nicolás Nuñez, José Ángel García, María Clara Zurita... y pienso en los autores que, de manera misteriosa, participaban en los ritos: Lovecraft y su círculo, Edgar Allan Poé (acompañado de Claudio Aquiles Debussy, autor de la adaptación para ópera de La caída de la Casa de Usher que nunca pasó de ser un hermoso proyecto), Gil Vicente, Calderón de la Barca, Henry James, Bram Stoker, el Conde Alucard (no olvide el espejo), el autor del tierno y patético fantasma de Canterville, el fotógrafo aficionado a las imágenes de ninfetas, maestro, señor de los espejos y creador de la cada día más portentosa y sensata (Auden dixit) Alicia, y una larga lista de autores y personajes. Ahora, de las reuniones en la Villa Diodati mexicana, salió un texto poético de Vicente Quirarte que cumple su función teatral en medio de la niebla victoriana (pea soup) en la que yace el cementerio de Saint Pancras en Londres, el año de 1836. Muchos fueron los convocados por Quirarte para que acompañaran la soledad de Mary Shelley: en primer lugar el monstruo que, en esta puesta en escena, es hijo, madre y padre. Hijo de Mary Shelley y de Víctor Frankenstein, nieto de Mary Wallstonecraft, madre insegura y titubeante y de William Godwin, el reformador social, el pensador de utopías, el socialista generoso, el anarquista enamorado de la libertad y, en el fondo, el pequeño burgués victoriano temeroso del sexo y extrañamente respetuoso de las convenciones sociales. Su pensamiento sociopolítico despertó el entusiasmo de poetas como Coleridge y Wordswoth, así como de su yerno, el inmenso poeta romántico Shelley. Quirarte y Eduardo convocan además, a John William Polidori, el autor de El vampiro y a su maestro y jefe, Lord Byron. Todos ellos, los presentes, y las presencias, se juntan en la noche de San Pancras, regresan a la vida y renuevan sus ideales, sus miedos, su consagración a la belleza, su valor sin medida, su insobornable amor a la verdad. Elena de Haro es una insuperable Mary Shelley, Gastón Touset es la criatura (la palabra inglesa creature tiene una connotación más rica), la madre y el padre. Adalberto Parra hace un Polidori que se aproxima a la caricatura, pero logra superar ese peligro gracias a su flexibilidad actoral y al preciso texto de Quirarte. Los tres presentes y las presencias convocadas se entrelazan para definir los rasgos esenciales del horror, ese horror que obligara al lector a sentir miedo de voltear la cabeza, que helara su sangre y acelerara los latidos de su corazón. El texto de Quirarte y la puesta en escena de Ruiz Saviñón evitan cualquier forma de terror rudimentario y nos proponen una reflexión sobre la literatura fantástica y de horror que se enriquece con una forma de actuación y con una dirección escénica que, con el paso del tiempo, ha ido creando un estilo y una serie de convenciones (digamos mejor, ritos) que su público asume haciéndolos suyos. Todo esto parte de los principios del teatro gótico que nace entre los muros del mítico castillo de Otranto perdido y encontrado en medio de la niebla novelística de Horace Walpole. Se trata, por lo tanto, de un horror metafísico como el que sitia y conquista a Bly, la casa de Otra vuelta de tuerca de Henry James (Eduardo llevó a escena, hace muchos años, la adaptación que de la novela hizo William Archibald. Todos recordamos que la película de Clayton con el guión de Truman Capote, basado en la misma adaptación de Archibald, fue una de las cumbres mayores del cine de horror). Quirarte, Ruiz Saviñón, Elena
de Haro, Gastón Touset, Adalberto Parra, Armando Maturano, Flavia
Hevia y Nuria Marroquín, nos han dado una buena muestra de teatro
gótico. En su puesta en escena los temores que nacen de nuestra
naturaleza, los monstruos y criaturas engendradas por el sueño
de la razón anuncian lo que ya este nuevo siglo ha empezado a tramar,
pues, como dice Polidori, al hablar del porvenir: Habrá monstruos
más crueles que el tuyo. Tan crueles que harán palidecer
de terror a Frankenstein, la criatura de Mary Shelley, una mujer que, según
Emily W. Sunstein (citada por Vicente Quirarte), fue fuego bajo la nieve,
joven rebelde, erudita, moralista, heroína de una gran historia
de amor y de una vida tormentosa y agitada.
HUGO
GUTIÉRREZ
VEGA
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