Jornada Semanal, domingo 29 de septiembre del 2002                 núm. 395

LUISTOVAR

DOS TOROS
NO TAN PASADOS

Razones de espacio impidieron que se diera la simultaneidad del público encabronamiento que da materia a estas líneas, con el doble asunto que lo motiva. Pero como se trata de algo que desgraciadamente puede repetirse, y que se manifiesta bajo ciertas variantes todo el tiempo, se hablará aquí de un par de toros no demasiado pasados.

LA GOLONDRINA PATRIOTA

Tricolores hasta el cogote con tanta bandera, banderín, estandarte y toda suerte de colguijo; tanta gorra, llavero, y "adorno" para colgar de los espejos retrovisores; tanta oferta comercial "muy mexicana", entre los innumerables restaurantes que hicieron de sus menúes un homenaje al lugar común disfrazado de chiles en nogada y los igualmente innumerables vendedores de cualquier cosa que llamaron a nuestra independencia, por ejemplo, ¡comprando un Chevy!; con tanto espacio en medios masivos ponderando "el mes de la patria", no podía faltar el creativo que saliera con la puntada quesque buena onda de instituir ni más ni menos que el día del cine nacional, a saber: la cadena Cinemark declaró, convocó y se congratuló de hacer del 12 de septiembre el día del cine mexicano, ofreciendo aquel jueves exclusivamente películas producidas en este país que muchos miran tricolor.

De entrada no parece sonar mal, ¿verdad? Una de las principales cadenas de multisalas cinematográficas poniéndonosla fácil a todos –diez bilimbiques costó la entrada al Cinemark ese día–, para que fuéramos a ver toda aquella cinta nacional exhibida antes, en corrida comercial, pero que no habíamos visto o queríamos volver a ver. Algo así como un ciclo de cine mexicano relámpago y en grandote. A muchos podrá seguir sonándoles bien, y no es por aguar la fiesta (mexicana), pero a un servidor este tipo de eventos le suena como el día del niño, el del amor, el de la madre, el del compadre, el sin tabaco y todos los venidos y por venir que, a querer o no, terminan siendo útiles sólo para que quien los instituye y quien los ejecuta tengan tranquila su conciencia. Hoy no fumo, pero mañana me desquito; hoy veo cine mexicano y mañana me desempacho viendo la última de Austin Powers o el churrazazaso Entre cien mujeres. Hoy ofrezco todo ese cine que no es el que me llena las salas y mañana vuelvo a desentenderme de lo que como exhibidor me corresponde hacer para que el cine mexicano pueda ser visto siempre, no un solo día.

THE UNITED STATES OF MÉCSICOU

Al día siguiente, viernes 13 de septiembre, nadie ofreció nada patriotero. Pero el sábado 14, esos dechados de conocimientos, versatilidad y buen gusto que son los programadores de cine de Televisa, ofrecieron en el Canal 5 de televisión abierta lo siguiente: "Hoy, antes que nadie, pasa una noche muy a la mexicana con la trilogía ‘Feliz cumpleaños México.’" Y cuando uno, ingenuote que es, pensaba por lo menos en ¡Vámonos con Pancho Villa!, en alguna de las dos versiones de México de mis recuerdos, o ya de perdida en México, México, ra, ra, ra, resulta que los programadores lo superaron a uno y encontraron la filmografía perfecta para enseñarnos ese hermoso país llamado Mécsicou: tres películas tres, comenzando con Wild, Wild West –aquí rebautizada como Las aventuras de Jim West–, continuando con The Mask of Zorro –o séase La máscara del que te dije–, prosiguiendo con Selena y concluyendo con un pilón llamado Stand and Deliver –retitulada cursimente así: Con ganas de triunfar.

Despepitando: ninguna de esas cuatro cintas es producción mexicana. Ni siquiera coproducción de México con algún otro país. A excepción de Salma Hayek, ninguno de sus protagonistas es mexicano. Ninguna fue dirigida por ningún cineasta mexicano. Las historias que cuentan no se desarrollan en territorio mexicano. ¿Qué tienen de tricolor, por decirlo de algún modo? Me esfuerzo, pero todavía no le hallo el mexicanismo al afroamericano Will Smith, a los sajones Kevin Kline y Catherine Zeta-Jones, ni al ibérico Antonio Banderas. No es tan difícil encontrárselo a los chicanos Edward James Olmos y Lou Diamond Phillips, así como a los latinos Jennifer López y Andy García, pero el problema –y la confusión que lo genera– va más allá, pues se está confundiendo el cine chicano con el mexicano, y a éste con el peor cine gringo que alude a nuestro país desde la imperialista perspectiva del mexican curious.

Me pregunto –preguntón que es uno– si despropósitos así de monumentales obedecen a la simple estulticia o manifiestan un subliminal deseo de que un día nos convirtamos en la estrella número cincuenta y uno.