La tierra de oportunidades estaba en otra parte TEXTO Y FOTOS: AGUSTIN ESCOBAR LEDESMA Guanajuato, la llamada Tierra de las Oportunidades, es más bien un punto de salida hacia el Norte, donde los migrantes esperan encontrar la verdadera tierra de las oportunidades. En el pequeño poblado de La Luz, cercano a Celaya, la migración comenzó, como en tantos otros lugares de la República, con el Programa de Braceros. Al principio, pues, fueron al Norte con papeles, más tarde, de mojados. J. Carmen Rodríguez es uno de los contados habitantes de La Luz que no ha emigrado a Estados Unidos. Sin embargo, lleva 28 años viajando todos los fines de semana al DF. Rodríguez da gracias a la Virgen de La Luz porque no le ha ocurrido nada en el tiempo que tiene de ir y venir al DF, al igual que a sus paisanos que se aventuran al Norte: "Bendito sea Dios, de aquí no ha habido muertos en el desierto ni en el río Bravo. Aquí tenemos una virgenzota bien grandota que nos ha protegido y amparado a todos"
-QUIUBO MACARIO, ¿de dónde vienes? -¡Vengo de Houston! -¡Entonces has de ser el representante de Salinas de Gortari en Houston! -¡N'ombre, cómo creen! -¿Qué no eres tú quien va ha a hacerle la barba a los gringos? -¡N'ombre yo voy a que los gringos me hagan la barba a mí! -¡Ahhh, entonces tú allá eres el jefe! -¡Pos claro, yo allá soy cónsul! -¡Pos entonces aquí será La Luz, Texas! -¡Pos sí, aquí es La Luz, Texas, porque allá somos los meros grandes!
El señor Rodríguez es uno de los contados habitantes de La Luz, Celaya, Guanajuato, que no ha emigrado a la Unión Americana, sin embargo, lleva 28 años viajando todos los fines de semana a la ciudad de México pues labora en la Universidad Autónoma Metropolitana-Atzcapotzalco. J. Carmen está orgulloso de pertenecer al grupo de fundadores del Situam y da gracias a la Virgen de La Luz porque nunca le ha ocurrido nada en el tiempo que tiene de ir y venir a la ciudad de México, al igual que a sus paisanos que se aventuran al Norte: "Bendito sea Dios, de aquí no ha habido muertos en el desierto ni en el río Bravo, del que yo sé es de un señor que ya llevaba mucho tiempo allá, se llamaba José Carmen Durán, pero él murió atropellado. Aquí, lo que sea de cada quien, tenemos una virgenzota bien grandota que nos ha protegido y amparado a todos". La Luz está situada a escasos cinco kilómetros al sur de la ciudad de Celaya, cerca de la carretera a Salvatierra, Guanajuato. A la entrada de la pequeña población rodeada de alfalfares, perteneciente a la zona rural del municipio cajetero, está "La Migra", changarro ubicado en una de las calles por donde circulan camionetas americanas acarreando forraje para las vacas lecheras de los corrales que los lugareños tienen en la parte posterior de impecables y coloridas casas estilo americano. El lugar cuenta con aproximadamente 2 mil 500 habitantes, en tanto que otros mil emigran temporalmente o de plano se han establecido en la Unión Americana, Houston y Chicago, especialmente. El inicio del fenómeno migratorio está situado en los años cuarenta del siglo pasado, cuando Estados Unidos necesitó de mano de obra mexicana durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, después de más de 60 años, la migración no sólo no se ha detenido, sino que ha adquirido nuevas modalidades pues hay personas que van contratadas, otras cruzan de ilegales por el desierto o por el río Bravo, las menos pasan la frontera con documentos falsos o vuelan con visa de turistas para visitar a su parentela pues no hay persona de este lugar que no tenga familiares en "el otro lado". Orígenes Los habitantes de La Luz se establecieron en este lugar en el año de 1922, según los testimonios de los ancianos que mencionaban que fue durante una época en la que ni el estiércol de los animales les pertenecía. Era un sitio yermo en el que ni los perros encontraban dónde protegerse de los inclementes rayos solares. "Estábamos muy fregados", decía Margarito Martínez, "vestíamos calzón de manta y camisas que les decían de seno, patío, faja y guaraches, todos éramos peones de la hacienda Santa María". El dueño del lugar era el hacendado Felipe Galatovar, quien les vendió pequeños lotes, según refería el finado Margarito, quien fue el encargado de buscar la cooperación de los nuevos colonos para adquirir una imagen divina que protegiera y diera nombre al nuevo asentamiento. Fue así que en una tienda religiosa Margarito Martínez compró la imagen de la Virgen de La Luz para convertirla en patrona de la comunidad; la campana del centro ceremonial fue adquirida a cambio de un Remington que la comunidad dio a los hacendados, quienes la tenían abandonada desde que les fueron expropiadas las tierras para formar los ejidos de la zona. Con la campana todos los jueves los severos capataces llamaban a los peones para proporcionarles la habilitación de grano. Ahora la capillita de adobe techada con materiales vegetales sólo subsiste en el imaginario colectivo. Hoy, La Luz cuenta con una moderna y funcional iglesia estilo americano edificada con los dólares que los migrantes aportaron para tal fin. Por su parte, José Guadalupe Muñiz Martínez, dueño de la única vinatería del pueblo, también conserva una parte de la memoria histórica de la población que tiene que salir en busca de la vida: "Aquí la gente tiene poco terreno pero lo trabaja bien, no hay problemas de agua. Ahora todas las casas son buenas. Aquí la gente siempre ha sido muy unida; en 1947 cuando la fiebre aftosa, le pidieron mucho a la patrona que les cuidara a sus animales y sí les hizo el milagro; aunque en todas las comunidades del alrededor se los mataron, aquí se los respetaron y fue así que con las vacas la gente se fue pa'rriba porque la leche era bien vendida en Celaya. Los animales empezaron a valer más. Eso fue una gran ventaja porque todos los demás ranchos se quedaron sin ganado y aquí nadie perdió nada. "En los cuarenta, los hombres se iban contratados por tres o por seis meses al llamado Valle Imperial. Iban a la pizca de algodón, fruta, tomate, uva; por el intenso calor y por las difíciles condiciones de trabajo de aquel lejano lugar, le decían Valle de Lágrimas. Posteriormente los gringos suspendieron las contrataciones de braceros y así inició la peregrinación de mojados. La mayoría de la gente de aquí ahora va a Houston y a Chicago, ya no se van al campo a los trabajos mal pagados. Yo estuve allá en 1966 en dos ocasiones en Laredo y Brownsville, Texas. Trabajé seis meses pero no me gustó el ambiente, el trato que los gringos dan a los mexicanos al darles empleos que no quieren o no pueden hacer, por ser mal pagados, no me gustó. Ya no iré al otro lado porque, de estar jodido allá y de estar jodido aquí, mejor aquí". Mano de obra
Son pocos los de La Luz que laboran en las maquiladoras de Celaya; los bajos sueldos y las escasa prestaciones no impiden que continúe la emigración. Las maquiladoras se asentaron aquí debido a que las autoridades municipales les han proporcionado todas las facilidades, regalándoles el terreno en donde están ubicadas, sin importar la contaminación que generan, según los vecinos. La principal preocupación de los habitantes de La Luz es el alto grado de alcoholismo y drogadicción de la juventud. Los preocupados lugareños refieren que la situación ya casi se vive igual que en Estados Unidos pues de algunos años a la fecha existen muchos adictos a la cocaína, cuando antes por aquí no existía esa droga. Ahora los adolescentes desde los 12 años se drogan con cocaína, cuando antes a lo más que llegaban era a la marihuana. El problema no cuenta con un programa preventivo por parte de las autoridades municipales, que combaten la situación incrementando los rondines de la guardia municipal. J. Carmen Rodríguez describe la radiografía del fenómeno migratorio y sus implicaciones familiares: "Son muchas las personas que se van al otro lado por la falta de oportunidades en el municipio, aunque existen fuentes de trabajo en las maquiladoras de Celaya, éstas pagan sueldos miserables con los que no alcanza para comer. Desde hace algunos años ya no sólo se va a la Unión Americana el jefe de familia, incluso hay muchachos que regresan aquí, se casan y se van con la novia, esa gente ya no la vuelve uno a ver. Ya la gente no se va sola como antes, ahora salen en parvadas, dejan sus casas abandonadas o las prestan a sus familiares o las rentan. Ya no es como antes cuando sólo los hombres se iban al otro lado a trabajar y en que el único que permanecía aquí era el "amapolo" (así le decían al delegado municipal por quedarse rodeado de puras mujeres). "El esposo de una de mis hijas se fue a trabajar a Estados Unidos dejando a la familia sola casi un año; regresó y se llevó a mi hija con sus cuatro niños pagando un dineral con tal de estar juntos, se arriesgaron mucho pero ya están bien, bendito sea Dios 'orita están bien, rentan un departamento en Houston".
Cristina Arroyo, esposa de J. Carmen, relata que en mayo viajó a la Unión Americana: "Fui a Houston por vez primera el pasado 10 de mayo. Uno de mis hijos me consiguió una visa de residente. Me fue bien, fui a visitar a mis dos hermanos y a mis dos hermanas, un hijo y una hija que 'orita está de indocumentada. Mis hermanos ya tienen casa propia y también un negocio de limpieza de albercas; uno de mis hijos es supervisor en una fábrica en donde hacen tubos para petróleo; mi hija trabaja en las hamburguesas de McDonalds y su esposo es yardero (jardinero). Ninguno de ellos piensa regresar a México porque allá sí tienen oportunidades de trabajo y sobre todo por la escuela de sus hijos, son escuelas buenas en donde también les dan alimentos".
"Yo no he sentido la discriminación de los gringos en Houston -afirma Raúl-, en general la actitud hacia nosotros es de indiferencia; en Chicago todavía hay menos racismo, los güeros no te distinguen, te tratan bien". Actualmente, para cruzar la frontera, quienes por vez primera lo intentan tienen que recurrir a los coyotes de Santa María y El Sauz, poblaciones vecinas, que cobran mil 800 dólares. El recorrido inicia al abordar un autobús en la Central Camionera de Celaya a Nogales, Sonora, y cruzar por el desierto a Waco y de allí, en Phoenix, subir a un avión con destino a Houston o Chicago, según sea el caso. Lo más difícil es el cruce, porque estando allá la misma gente de aquí les ayuda. También hay migrantes que se van de manera legal en programas del gobierno, por contrato, pero los tratan muy mal porque les prometen, por ejemplo, pagarles a 10 dólares la hora, alojamiento y comida y no les cumplen. El rebaño descarriado Los habitantes de La Luz recuerdan con mucho afecto al cura José Villagómez Navarrete, sacerdote y guía espiritual de la comunidad, quien, según J. Carmen Rodríguez, se quitaba el bocado de la boca con tal de que la gente del lugar no se quedara sin comer. El padre José le echaba muchas ganas, animaba a la gente que, en reciprocidad, cooperaba en todo lo que él solicitaba. El iba tras su rebaño de migrantes para apoyar a quienes lo necesitaran y también organizaba fiestas y kermeses en Houston y Chicago con los oriundos de La Luz establecidos en aquellas ciudades, con la finalidad de recabar fondos para la construcción de la iglesia en la tierra de origen. En homenaje al padre José, fallecido en 1993, los vecinos de La Luz bautizaron la calle donde se encuentra la iglesia con su nombre, cambiando el de Benito Juárez, que tenía antes, a otra calle. El señor Rodríguez afirma que los habitantes de La Luz son priístas, razón por la cual el municipio los mantiene marginados, casi no han sido apoyados por las dos últimas administraciones panistas; en seis años, la única obra en la comunidad ha sido una cancha de basquetbol en esta población de calles asfaltadas y limpias en las que se encuentra el changarro "La Migra", en cuyo interior existe una advertencia que manifiesta la influencia de la cultura norteamericana en los hábitos de sus moradores: "Don't smoking". |