Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 23 de septiembre de 2002
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Política

ASTILLERO

Julio Hernández López

De peces gordos y segundos pisos

Ahora se está frente a otra lenta y callada devaluación: la de la figura de Vicente Fox Quesada y de su credibilidad política

EN DICIEMBRE del año pasado, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador anunciaban, respectivamente, capturas de peces gordos y segundos pisos viales. Carentes de sustento jurídico y técnico, ambos proyectos se convirtieron en un enredo político enfadoso, costoso y dañino, al que esos funcionarios han pretendido darle salida poniendo por encima de todo sus índices de popularidad mediática.

EL 9 DE diciembre, en la ciudad de Querétaro, frente a los delegados que habían participado en la 13 asamblea nacional del PAN (eufórico, en una especie de reconciliación con su partido: el brazo presidencial levantado en alto por Diego Fernández de Cevallos, que así respondía a la "humilde" petición de Fox de que se le ayudara a gobernar), el Presidente de la República aseguró a sus correligionarios (que en privado se quejaban de la falta de cumplimiento de las promesas de campaña) que "en los próximos días" se darían a conocer los nombres "de aquellos peces gordos de los que hablamos" durante la campaña. "El cambio va a fondo" y "eliminaremos de raíz las estructuras viciadas de 71 años", ofreció Fox, quien entonces como ahora descargó en los medios de comunicación la culpa de que hubiera percepciones que no le gustan: "Que no nos hagan dudar ni los medios de comunicación ni nadie", arengó a la elite panista, que respondió con silbidos e insultos contra los reporteros presentes y con el grito de guerra de "šDuro, duro, duro!"

A NUEVE MESES de aquel anuncio optimista, el presidente Fox no ha conseguido sino colocarse en el insólito escenario de tener que escoger entre dos formas de desastre: manchar en el pantano de la complicidad con las corrupciones su plumaje no blanquecino, sino grisáceo (los Amigos de Fox serían uno de los ingredientes que han percudido el lustre aparentemente albo del 2 de julio de 2000), llegando a arreglos vergonzosos con los retadores líderes del sindicato petrolero para dejar sin castigo real una de las muchísimas pillerías que han cometido a cambio de que no haya huelga ni peores daños a la economía nacional, o seguir de frente con su capricho selectivo de castigar ejemplarmente a esos petroleros trianguladores de dinero para las campañas priístas a costo de que se vaya por el caño el único ingrediente cierto de orgullo macroeconómico que le quedaría (la estabilidad económica que le heredó Ernesto Zedillo).

ES DE SUPONERSE que en cuestión de horas, o de poquísimos días, se conocerá la elección que el Presidente haga: transar, cediendo, con el peor de los corporativismos, o encaminarse, entercado, a una crisis económica impredecible. No tiene estaciones intermedias ni escenarios color de rosa. Está instalado en la cruz que él mismo se fabricó aplicadamente con errores políticos increíbles, haciendo coincidir lerdamente los tiempos de las negociaciones salariales con las consignaciones penales y las peticiones de desafueros, contaminando de partidismos este proceso supuestamente justiciero (Francisco Barrio, por ejemplo, usando la metáfora de los peces gordos en actos panistas de campaña en Ciudad Juárez) y proponiendo componendas de última hora para que los líderes sindicales "se sacrifiquen" pidiendo licencias legislativas para ser juzgados por delitos menores que, en dado caso, merecerían penas ínfimas, de rápida excarcelación mediante pago de fianzas. Ya el peso se ha devaluado silenciosamente (en una semana perdió 35 centavos frente al dólar, es decir, 3.39 por ciento; en total, en lo que va del año, la depreciación ha sido de 8 por ciento). Ahora se está frente a otra lenta y callada devaluación: la de la figura de Vicente Fox y de su credibilidad política; una presidencia demeritada y desvencijada por un Pemexgate que se convirtió en el Pemexstein.

LOPEZ OBRADOR, por su parte, comenzó la historieta de los pisos viales el 5 de diciembre del año pasado, con una jugarreta de engaño que privó a los desmañanados reporteros de la fuente de tener la información más importante del sexenio andresmanuelista ("pueden irse tranquilos", les dijo cuando esos periodistas preguntaban si habría algún otro asunto importante ese día que se conmemoraba el primer aniversario de su toma de posesión). En realidad, el tabasqueño guardaba su mejor platillo para llevarlo como tributo apaciguador al periodista radiofónico José Gutiérrez Vivó (el de mayor importancia entre la audiencia capitalina, entonces ácidamente crítico de su gestión). Allí, en un noticiero matutino, el jefe de gobierno develó el proyecto que ni siquiera conocía el secretario de Obras Públicas, César Buenrostro. Ese mismo día quedó instalada la percepción de que la idea de los pisos viales había sido una ocurrencia sin sustento ni viabilidad, uno más de los pejelagartos disfrazados de conejos con que la chistera tabasqueña suele mantener entretenido al público chilango.

ENREDADO CON sus propias pitas, perdido entre discusiones técnicas, carente de fondos autorizados, confrontado políticamente en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, López Obrador encontró en la Enciclopedia de salidas mañosas una hoja que decía "Plebiscitos: cómo limpiar errores con la palabra Democracia". En cuanto propuso la tal medida de presunta consulta popular, la discusión sobre el fondo del asunto fue desplazada por los asuntos formales, procesales: que si había dinero para organizar el plebiscito, que si el Instituto Electoral del Distrito Federal no cumplía bien sus funciones šy debía desaparecer!, que si se podía hacer propaganda desde el gobierno o los partidos, que si los resultados obligaban a su cumplimiento o sólo obteniendo un porcentaje mínimo de votación... Al final de este plebiscito quedarán resultados de antemano sabidos: si los participantes aprueban los tales pisos viales, López Obrador dirá que obedece el mandato popular, pero que la Asamblea Legislativa debe darle el dinero correspondiente y, si ésta no saca recursos de debajo de las piedras, la culpa será de los diputados locales; si la gente vota mayoritariamente por el no, entonces Andrés Manuel será obediente frente a la voz del pueblo. Del circo en la Plaza de la Constitución al circo de los plebiscitos sin información adecuada ni suficiente: el show debe continuar cuando menos hasta por allá de finales del 2005 de los destapes presidenciales.

DOS ANUNCIOS, dos proyectos, dos figuras: Vicente López Obrador y Andrés Manuel Fox.

Fax: 55 45 04 73 [email protected]

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