La Jornada Semanal,   domingo 15 de septiembre del 2002        núm. 393
Pedro Ángel Palou

Regreso a La región más transparente

Cada quien tiene al Carlos Fuentes que se merece. En México, gazmoños y pacatos, envidiosos y ególatras nos han impedido leer sus últimas obras con desparpajo. Con placer. Ahora vuelvo a La Región con gusto, para que les duela.

Carlos Fuentes nació el 11 de noviembre de 1928. Treinta años después publicó La región más transparente en el Fondo de Cultura Económica, Colección Popular. Poco después aparece publicada en Nueva York, París, Oslo, Estocolmo, Praga y Varsovia. En 1958 Fuentes empieza a colaborar en el suplemento del diario Novedades, México en la Cultura, a invitación de Fernando Benítez. Ese año inicia fructífera amistad con Arnaldo Orfila Reynal, Joaquín Diez Canedo, José Luis Martínez, José Alvarado, Alí Chumacero y Abel Quezada.

Cuando salió a la luz pública La región más transparente, Fernando Benítez escribió en México en la Cultura: "Cualquiera que sea el destino del libro mexicano ya no le espera el miserable y caduco ninguneo." Cardoza y Aragón calificó a este libro inconformista como uno de los de mayor significación de los últimos años. Elena Garro señaló que el libro hablaba de un espíritu confuso que no se daba más que en Hispanoamérica. García Ascot, Carballo, todos hablaban y escribían de la novela. ¿Quién tuvo el valor para escribir páginas tan dolorosas, tan enfebrecidas y tremendas? Allí estaba, en primer término, una creación literaria, con fervor por lo suyo, sin señoritismo, decía Cardoza y Aragón, sin hipocresía, con furia. Y como resultado de este barullo, de este hito en nuestra historia cultural que hacía significar socialmente al escritor por primera vez, que le daba al escritor un lugar indiscutible que no tenía o no había sabido ganarse en una sociedad básicamente anticultural.

Después de la aparición de La región más transparente, Carlos Fuentes declaró: "En este libro se pueden notar fácilmente las influencias que tengo, hay mucho de tipo formal, evidente, de Dos Passos, de Joyce, de Faulkner, y están subrayadas como homenaje a esos autores. Pero quizá lo que más profundamente ha influido en mí es, en primer término, la lectura de la infancia; en mis sueños se siguen apareciendo Edmundo Dantés y el Abate Faría en las mazmorras del Castillo de If, el pirata Long John Silver con su pata de palo y su perico al hombro, Tom y Huck sobre una balsa en el Mississippi. Después el Siglo de Oro y por supuesto Shakespeare." "Un tropel de caballos desbocados": así definió, sucinta y certeramente, Elena Poniatowska, alguien que conoce bien a Carlos Fuentes, a partir de la aparición de La región más transparente, una obra llena de colores diversos, brillantes hasta la estridencia, llamativos y seductores, en la cual el escritor maneja las ideas de progreso, cambio, actualidad, devenir, futuro, como si fueran otros tantos personajes.

Y, quizá, valga apuntar que los propios mexicanos hemos tenido una gran dificultad en leer a nuestro máximo novelista, sea por gazmoñería o por pura envidia no se ha podido valorar su excepcionalidad –Aura me sigue pareciendo una obra maestra, Terra nostra en su propia megalomanía el gran fasto de nuestro barroco–, y su gran peso como renovación de la novela mexicana toda: La región… y La muerte de Artemio Cruz no sólo clausuran una forma de hacer narrativa, no son sólo el signo de defunción del género –que Ibargüengoitia parodiará en Los relámpagos de agosto; son antes bien las dos grandes novelas de nuestra modernidad literaria: el que no voltee a verlas perecerá, inevitablemente, por ceguera.

Fuentes vive en el presente nervioso e inestable, a la vez triunfador e inseguro, de todas las nuevas olas, las vanguardias, los movimientos literarios o políticos más novedosos, no solamente está al corriente de estos nuevos movimientos, sino que asiste a su creación, contribuye a darles forma y sentido. Fuentes impone inmediatamente su personalidad, sus ideas, su voz, su lenguaje –o los distintos lenguajes en que se desdobla a través de sus personajes. Octavio Paz señaló al respecto: "El mundo no se presenta como realidad que hay que nombrar, sino como palabra que debemos descifrar. La divisa de Fuentes podría ser: dime cómo hablas y te diré quién eres. Los individuos, las clases sociales, las épocas históricas, las ciudades, los desiertos, son lenguajes: todas las lenguas que es la lengua hispanomexicana y otros idiomas más. Una enorme, gozosa, dolorosa, delirante materia verbal que podría hacer pensar en el barroquismo del Paradiso de José Lezama Lima, si es que el término barroco conviene a los escritores modernos."

Cronológicamente, La región más transparente es la primera novela de Carlos Fuentes, en ella la Ciudad de México ocupa el primer plano. El título es irónico, pero para reflejar la vida caótica, violenta y (a los ojos de Fuentes) absurda de la capital, el relato se rompe, se fragmenta, se vuelve un rompecabezas gigantesco con miles de pedazos esparcidos, yuxtapuestos sin orden lógico ni cronológico. Novela-collage sin héroes, es la historia de un ser colectivo. El relato se hace picadillo, aquí puede estribar la influencia del Dos Passos de Manhattan Transfer o de la trilogía U.S.A., para convertirse en un conjunto descabellado de canciones populares, de comunicados de prensa, de trozos de discursos, de anuncios luminosos, recreando las horas agitadas y violentas de la Revolución de 1910 o el falso brillo de la dictadura de Porfirio Díaz.

En "este mundo donde el hombre sólo existe aplastado", como escribió André Malraux acerca del universo faulkneriano, Fuentes distingue dos niveles de lectura: el primero, el más inmediatamente inteligible para el lector, es un vasto fresco crítico de la sociedad mexicana de los años cincuenta. Cierto número de personajes socialmente representativos –un banquero enriquecido por la Revolución, su mujer advenediza que disimula sus orígenes plebeyos, una heredera arruinada...– evolucionan en una ciudad donde, desmintiendo la leyenda (y el título del libro), la atmósfera está viciada y el sol ahogado. La pluma acerada de Fuentes penetra en la atmósfera sofocante de los barrios populares, en el mundo silencioso de los indios que vagan a los pies de los edificios ultramodernos, en la pajarera dicharachera y perfumada de la dolce vita de México, en los círculos de los negocios y la especulación.

En el centro de la novela y de las preocupaciones de los personajes: la Revolución de 1910. Pero la novela no es una novela de la revolución, suplementaria. Es a la vez un balance y un libro prospectivo que escapa a la esclerosis con la que esta forma romántica parecía golpeada desde hacía muchos años, como ha subrayado Manuel Pedro González. Cuarenta años después, Fuentes formula la pregunta: "¿Ha sido traicionada la revolución?" y frente al desajuste entre el entusiasmo del pasado y la palidez del presente, cada personaje se siente más o menos culpable. Las palabras "compromiso, revelación, justificación, demostración, prueba" vuelven constantemente.

Se trata de una novela-búsqueda de las responsabilidades de cada cual. Todos, aun aquellos que han llegado a la cumbre de la gloria y del triunfo, están conscientes del fracaso y de la pérdida de una especie de pureza inicial. Aun Ixca Cienfuegos, el incorruptible, fiel a los mitos antiguos, enamorado del regreso a los orígenes, terminará por renunciar. En cuanto al pueblo, alimentado con las imágenes revolucionarias de Epinal, su vida se desliza ruidosa y vana entre la semana agotadora y la noche del sábado en que a veces termina con una cuchillada en el amanecer frío del domingo. 

Nada de extraño que la capital tenga un lugar cada día más grande en la novela mexicana. Azuela abrió el camino con La malhora, en 1923, pero su perspectiva se limitaba a la descripción realista y sarcástica del ambiente crapuloso del mercado de Tepito. A partir de La región más transparente, la visión se amplía y se profundiza simultáneamente: a través de la descripción de la vida urbana, es el alma, la personalidad, la identidad de México lo que se trata de encontrar y definir. Centrada en México, la novela es global. En varias ocasiones en la obra, los personajes diferentes plantean la interrogación esencial: ¿quiénes somos? Y cada cual trata de dar su respuesta con más o menos convicción y satisfacción: el banquero Robles, los intelectuales Manuel Zamacona y Rodrigo Pola, el misterioso y omnipresente Ixca Cienfuegos, cuyo papel parece ser precisamente el de conducir a los personajes a "revelarse"; la masa de los macehualli, el pueblo, los eternos jodidos. En esa búsqueda de la identidad se ha planteado el dilema: ¿debe México volver a los primeros tiempos de los grandes mitos precolombinos, debe de nuevo hacer sacrificios al culto de Quetzalcóatl y restaurar la herencia cultural y religiosa de los aztecas, a fin de resistir la ola del materialismo y arribismo que revienta en el país, debe proclamarse, con Ixca Cienfuegos, que "México es algo fijado para siempre, incapaz de evolución"? ¿Se debe, por el contrario, como lo sostiene Federico Robles, hacer tabla rasa en nombre del capitalismo triunfante y adorar a esa diosa moderna del consumo y de la alineación que Fuentes a bautizado con todo el sarcasmo del que es capaz Pepsicóatl y sobre la cual volvió en posteriores ensayos? "Los carcomidos muros de adobe de los jacales en el campo mexicano ostentan, con asombrosa regularidad, anuncios de la Pepsi-Cola. De Quetzalcóatl a Pepsicóatl; al tiempo mítico del indígena se sobrepone el tiempo del calendario occidental, tiempo del progreso, tiempo lineal." (Tiempo mexicano). El porvenir y la evolución del país se sitúan entre esos dos polos: "¿Qué es este país, Ixca, hacia dónde camina, qué se puede hacer con él?", pregunta Rodrigo Pola.

A esta cuestión Fuentes responde con otras interrogantes, con esa virulencia que le distingue. Encuentra en la ocasión la verba satírica que no es solamente acción de los escritores, sino que pertenece asimismo a la tradición de los pintores y grabadores mexicanos. Esta violencia y esta virulencia traducen la alineación que es, a los ojos de los escritores y artistas, el sello del México actual. En esta novela se traslucen esencialmente a nivel del lenguaje, a la vez brutal y tierno, plagado de norteamericanismos (de Gabriel y sus compañeros), desabrido y anquilosado por una acumulación de expresiones francesas y norteamericanas en el caso de la fauna intérlope que frecuenta los cocktails-parties

A propósito del lenguaje, Fuentes precisó en una conferencia que ofreció en 1965: "El lenguaje popular es la máscara defensiva de las violencias sofocadas, un lenguaje de emboscadas permanentes, que quema la lengua, que exige su amortiguador, su diminutivo, su albur, para mantener un equilibrio entre el mutismo verbal y la violencia física, y el lenguaje culto es otra máscara, la de un medio tono, una elegancia pegada con saliva, un falso pudor y una expresión anémica que pretende una vez más, disfrazar y ordenar la violencia circundante." Además, Fuentes aborda en La región más transparente el problema de la cultura mexicana, se ve en la necesidad de hacer un balance y plantear la gran pregunta: la Revolución de 1910 a la cual el poder se refiere constantemente en los discursos oficiales, ¿no ha sido finalmente traicionada? En esta novela donde confluyen las obsesiones prehispánicas y la angustia existencial contemporánea, Fuentes trata de hacer caer las máscaras con las cuales se cubren los mexicanos y que terminan por servirles de identidad. "Puede ser que el juego, el artificio a base de reiteraciones, llegue a serlo auténtico 
–dice Rodrigo Pola– y que la personalidad original se pierda para siempre, atrofiada por la ausencia de función. No sé. Lo cierto es que, llevado por esta dialéctica personal, yo ya no sé cuál es mi verdadera máscara." 

Así, ha traspuesto al plan novelesco una serie de temas que estaban en el aire desde mucho antes de que escribiera la novela y que los ensayos de Samuel Ramos, Leopoldo Zea y Octavio Paz habían poco a poco cercado y determinado: la tensión entre el mito 
y la historia, entre el tiempo subjetivo y objetivo, entre el pasado y el presente, entre la identidad personal y la colectividad, entre la vida interior y las relaciones sociales. Por eso es por lo que no se puede verdaderamente hablar aquí de la psicología de los personajes; la perspectiva de Fuentes es ontológica, sobrepasa al individuo para expresar una realidad humana que tiene a la vez prolongaciones sociológicas y metafísicas. Pero esa novela de ideas donde algunos personajes de intelectuales como Rodrigo Pola o Manuel Zamacona entregan aún por escrito sus reflexiones sobre la realidad mexicana, se apoya desde las primeras páginas en un deslumbrante virtuosismo técnico destinado a cercar la realidad. "Yo no creo –dice Fuentes– en la literatura o en el arte que, bajo el signo de lo que sea, se fundan en la asimilación sentimental, en la cosquilla emotiva. Creo, por el contrario, en la literatura y en el arte que se oponen a la realidad, que la agreden, la transforman y, al hacerlo, la revelan, la afirman."

La región más transparente se abre y se cierra con dos grandes visiones líricas, de imágenes flameantes y distorsionadas. Tras el panorama crítico se dibuja la evocación extrahistórica de las grandes líneas de fuerza de México: omnipresencia de la muerte, conciencia de la culpa, necesidad del sacrificio, intemporalidad... "México es el país del instante –explica Carlos Fuentes–. El mañana es absolutamente improbable, peligroso: pueden matarlo a uno en un bar a la vuelta de la calle... El sentido permanente del sacrificio para mantener el orden del cosmos ha sido en México el triunfo final del mundo indígena."

Esta es la novela de una ciudad y de una sociedad que penetran en la era industrial y neocapitalista arrastrando tras ellas su pasado mítico y tratando de conquistar su pasado histórico. Lo irracional de algunas situaciones sólo puede explicarse por una especie de maldición que pesa sobre el país y que va hasta sus orígenes. Poco ha reparado la crítica con, en ese sentido, la respuesta que significa frente al Acto preparatorio de Al filo del agua, de Yañez, y es que quizá La región… no es sólo la gran novela de la ciudad, sino la épica del tránsito del campo a la ciudad, como construcción de la modernidad burguesa de López Mateos.

En una entrevista al respecto de La región más transparente, que data de 1965, Fuentes comentó: "En mi novela hay simplemente un marco de referencia social cuyo sentido es revelar un fondo, una carga de otro tipo." Esta carga son los mitos eternos, intemporales, omnipresentes; es en un cuadro mítico donde es necesario ubicar esta derrota secreta que abruma a México y que hace que Robles, Rodrigo Pola, Manuel Zamacona, Garbriel, Ixca, terminen por fracasar. México, nación en eternas vías de desarrollo, donde la Revolución de 1910 provocó un choque benéfico, pero que después se alejó de su camino, vive aún al ritmo de una serie de cataclismos cíclicos que han ensangrentado su pasado y comprometido su porvenir.

En esa suerte de Summa Teleológica que es En esto creo, Fuentes dedica un apartado sustancial a la novela, no sólo para explicar su "ciclo del tiempo", sino sobre todo la inserción del sujeto en la historia, materia de la novela. En La región… Fuentes se ha contestado también a la interrogante de Broch: lo que cuenta sólo puede ser narrado en forma de novela-collage, epopeya cuyo origen en la literatura mexicana acaso haya que buscarlo en un excepcional texto de Salvador Novo, El joven. Celebrar los cuarenta años de esta obra es, en realidad, homenajear su vigencia, su contemporaneidad. ¡Larga vida a Carlos Fuentes!