Jornada Semanal, domingo 15 de septiembre del 2002        núm. 393

LA INICIACIÓN DE CUATRO ESCRITORAS 

Hace algunos años di un curso de poesía latinoamericana moderna y contemporánea en el diplomado que organiza, con notable seriedad y espíritu alegre y relajado, la Casa Lamm. Supongo que mi curso salió mal parado en la comparación con las informadísimas y profundas disertaciones de los otros maestros del diplomado, pero, al final de mis charlas informales y de los juegos que propuse y fueron aceptados por las alumnas (creo recordar que en el grupo sólo había dos representantes del sexo débil. Por esta razón, decidimos que el equipo estaba formado por puras mujeres. Los dos machos –que no machines– y el dómine un poco campanudo, nos autonombramos mujeres honorarias), brotaron cuatro libros como producto muy valioso de las lecturas, esfuerzos, ejercicios, correcciones, tachones, pulimentos y otros trabajos de amor con la literatura, realizados a lo largo y lo ancho de unos meses bajo el cielo benévolo y fructífero que cubre la arquitectura de esa casa, su actividad febril y los amables contactos entre las ideas y los decires de los muchos seres humanos que por ahí pasan, por ahí piensan, por ahí dicen y, a últimas fechas, por ahí vociferan consignas fundamentalistas de todos los lados del enfermo globo terráqueo de las ideologías.

Carmen Hinojosa escribió en Entrelazos, con soltura y con un envidiable desparpajo, una serie de viñetas y de diálogos sobre las relaciones conyugales, los encuentros y los desencuentros, las infidelidades de todos los tamaños, sabores y colores, las coqueterías, las inseguridades, la necesidad de compañía y el miedo de tenerla. En fin... se trata de un libro hacia fuera que, gracias a su prosa amena, a su sinceridad antisolemne, a su capacidad de observación y a su gusto por contar y por salir a la calle, a las manos y a los ojos para buscar interlocutores que se comprometan con la autora hasta los extremos de la complicidad, cumple con naturalidad sus funciones literarias y sus deberes testimoniales. Por eso le agradecemos que se deje ganar por la risa. Así, sus reflexiones sobre la pareja y sus vicisitudes oscilan entre la inteligente seriedad de Ingmar Bergman y la ligereza reveladora de los aspectos más aparentemente irreconciliables, propia de una comedia de Preston Sturges o de un “frívolo” análisis de las relaciones amorosas escrito por Colette o por el compasivo e implacable Oscar Wilde.

Sabemos que Miss Westerink le abrió las puertas de la literatura. Gracias a sus consejos e insistencias la lectura se volvió para Carmen una actividad imprescindible. Por sus ojos y su alma pasaron Verne, Alcott, Shakespeare, Austen, las Brontë, Dickens, Flaubert, Tolstoi, Dostoievski y Scott Fitzgerald. De este caudal de deslumbramientos nació el amor por el acto literario y de las lecturas brotó, con naturalidad, una escritura en la que la risa y la ternura se mezclan para entregarnos algunos fragmentos de la vida bajo su luz más actual, tanto en el escenario oficinesco como bajo el techo conyugal o en la penumbra propicia del motel donde se refugian los pecados que a veces nos salvan de ese tedio que Baudelaire reputaba de infernal. Aunque ante el grupo de alumnas me declaré mujer honoraria, debo hablar en nombre de los machos para agradecer el hermoso retrato de un hombre que Carmen hace en su texto titulado: “Yourcenariano”. Ese amante ideal tenía la voz intensa y perfecta de un cello y sabía curvar su cuerpo para que en ese espacio entrañable entrara, con emocionante exactitud, el cuerpo de la amada. Sólo así, nos lo dice Carmen, los amores son verdaderos e inolvidables.

Dorotea Alarcón viene de la memoria y supera las limitaciones impuestas por una educación tradicional que consistía en “ver, callar y obedecer”, para reflexionar sobre temas filosóficos y literarios y para aventurarse en los terrenos del relato y de la poesía. Dorotea lucha contra el silencio impuesto y lo hace con prudencia y mesura. No hay en su protesta nada levantisco o melodramático, y es notable la presencia y la guía que le ofrece la Poética del espacio de Gastón Bachelard. En el relato titulado “Anteojos”, Dorotea se sumerge en los mares de fondo de la vida familiar. Ahí están los radio days de la madre y los fatigados silencios del padre. El cuadro se completa con la figura del abuelo, su decadencia y caída y la pérdida de la alegría. La educación sentimental, los deslumbramientos y el desasosiego son la substancia de Instancias de recuerdos, un libro en el cual los géneros se combinan para servir con mayor eficacia al ejercicio memorioso.

Paola Dada inicia sus Frases de humo con un elogio de la lectura concebida como “otra manera de ver el mundo”. Para Paola “el acto inseparable de leer/escribir es un contrato ‘que nos permite’ redescubrir la mirada con otra mirada”. Es, en suma, una de las mejores formas de ese diálogo que oscila entre la realidad y el deseo, el sueño y los datos inmediatos de la vida consciente. Sus cuentos cortos se mueven en esa penumbra y cuando el sueño está a punto de propiciar la escapatoria es derrotado por un exceso de realidad.

Un epígrafe de la gran brasileña nacida en Ucrania, Clarice Lispector: “Tengo que ser legible casi en la obscuridad”, se convierte en una declaración de principios de nuestra autora. Sabe que la escritora acabará por ser derrotada, pero se sostiene gracias a la leve y poderosa fuerza de la palabra. Digo leve por la sencilla razón esgrimida por los surrealistas y poderosa por su permanencia en ese existir que, como dice Breton, “está en otra parte”. Por eso a veces soñamos sueños ajenos y robamos cuentos de un patrimonio que no es de nadie y a todos nos pertenece.

Algunos de estos cuentos buscan en la infancia y en personajes como la abuela refranera y humorista, los temas capaces de explicar el deseo de escribir y de alcanzar una forma que combine la transparencia con la emoción transfigurada por el impulso lírico. Esto es más claro en los cuentos que llama urgentes, pues en ellos se impone la rotunda brevedad del aforismo: “Frente al espejo, sola. Me derrumbo. ¡Si tan sólo hubiera brasieres para todas las cosas de la vida!”

Bibiana Rivera Mansi es una escritora de estirpe nomádica y en este libro nos habla de sus viajes a regiones remotas y de los periplos interiores considerablemente más azarosos. Llevaba en ella misma todos los colores y todos los paisajes y, por esa razón, llamó en su auxilio al “negro tinta-camino” para poder trasladarlos a la página en blanco.

En Nómada, Bibiana reúne una serie de textos que configuran su idea del viaje, el tiempo, la creación literaria, la casa en que se vive, el hogar materno y los objetos necesarios para la vida; los “alimentos terrenales”, el cuarto para los encuentros con su propia persona; las palabras y su hechicería, el amor por los libros y sus múltiples voces, sus texturas y aromas; el sueño y la memoria; el perfil agudo de Katmandú, los caminos exteriores y los del alma; la noche, los lagos tranquilos y “el polvo que deja la luna”.

Este libro circula por dos géneros literarios: la poesía y el relato y, frecuentemente, los combina en un solo texto. Lo hace con gran naturalidad y con un estilo que posee la flexibilidad necesaria para adaptarse a las características de cada género.

El viajero más perfecto de esta historia de partidas, trayectos y llegadas es Miguel, sentado en su embarcación y vigilado por las montañas. El agua helada lo despierta, pero no lo atemoriza. Al contrario, le sugiere la caricia y la calma. En un momento dado suspende la búsqueda y acepta lo que le ha sido otorgado por el viaje, el tiempo, los dioses o Dios:

Tengo la necesidad de conocer sus aguas.
Sentirlas,
y, en el roce líquido, aceptar tu silencio profundo.
Puedo recordar un lago de aguas quietas.
Se trata del lago de las leyendas. En sus orillas se hacen los sortilegios y las palabras del conjuro vuelan y se detienen. Están en las manos del tiempo y del destino, pero, pase lo que pase, al haber sido dichas, perduran.

Hay en estos cuatro libros que sus autoras han querido que se acompañen en las presentaciones, el hermosos aliento de los puntos de partida, la seriedad y la alegría que nacen del amor por las palabras y de la necesidad de compartirlas con los lectores.

HUGO GUTIÉRREZ VEGA
[email protected]